El
Mundo
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Acoso Escolar
"Pegaban a mi hijo en el colegio y la maestra decía que él se lo
buscaba"
Una madre denuncia acoso escolar a su hijo de nueve años
Mayte Amorós / Palma 24 de
abril 2018
La madre del niño posa de espaldas en una calle de Palma. E.
M.
Cuando el hijo de Ana empezó el curso en septiembre
ella notó que algo iba mal. Muchos días, el niño salía de
clase llorando, por las noches tenía pesadillas y pedía a su madre que
durmiera con él. Estaba triste porque un compañero del colegio lepegaba siempre,
confesó un día. Un amigo del chico se lo confirmó poco después: «Hoy han
pegado muy fuerte a Alejandro», le espetó el niño al salir de clase.
Tres meses después, Ana tuvo que cambiar a su hijo de centro educativo. La
madre de este alumno de nueve años del colegio público Camilo José
Cela de Palma denuncia que el pequeño ha sufrido acoso escolar por
parte de otro estudiante del mismo centro ante la equidistancia de los
maestros. «Han intentado tapar el caso y no han hecho nada porque no quieren
problemas», lamenta la progenitora, que quiere contar su historia para no
silenciar el acoso en las aulas.
Su caso está en manos de la Policía Nacional,
a quien ha denunciado los hechos. Ana, docente de formación, cuenta a EL
MUNDO que durante el primer trimestre del curso vivió un infierno.
A la angustia de ver a su hijo tan vulnerable, se añadió la pasividad de los
docentes. Cuenta que al principio, los profesores mostraron interés en
colaborar pero, más tarde, empezaron a culpar al niño de las presuntas
palizas que recibía. «Es que tu hijo se lo busca con su actitud, me dijo una
vez la maestra», rememora entre lágrimas.
Gracias al teléfono contra el acoso escolar -900 018
018- se informó sobre cómo debía actuar, pero los maestros no se tomaron
bien que la madre tomara un papel activo. Según su relato, cuando Ana fue a
hablar con la tutora de Alejandro por primera vez, ésta le dijo que no sabía
nada de las palizas y le dio largas. Pese al aviso, los golpes e insultos
continuaron. «El niño pegaba al chico patadas a la barriga,
en la cabeza, la espalda, las piernas y el culo, y le llamaba maricón e hijo
de puta». Así consta en la denuncia que la madre interpuso ante la Policía con
los partes médicos que acreditan las laceraciones en la espalda.
«De la negación de los profesores, pasaron a la
indiferencia y luego a la acusación. En una reunión reconocieron que el niño
que pegaba a mi hijo era problemático, un niño gitano y que no podía estar
solo. Yo les reprendí. Les dije que no entendía que marcaran a un alumno, y
menos por su raza o situación social», relata. Ana sugirió que estuvieran
más encima de este crío en la hora del patio, si de verdad era tan
problemático, «entonces la maestra contestó contrariada que ella tenía
derecho también a almorzar».
Aunque Ana salió de esa reunión con la promesa de que
el centro educativo tomaría medidas -«iba a intentar que los dos niños se
hicieran amigos»-, al cabo de dos semanas, el coordinador la citó para una
reunión urgente. Ahí vinieron las acusaciones. «El docente me comunicó que
el problema era que mi hijo era autista, algo que es incierto, pero que
parecía que con esta enfermedad justificasen el acoso», denuncia.
Preocupada, Ana acudió a la pediatra, quien descartó
categóricamente el erróneo diagnóstico de los maestros. «Soy pediatra de
Alejandro desde hace tres años y nueve meses y ni en las consultas de
demanda ni en las exploraciones por revisión del niño sano, me ha
impresionado que tenga problemas de relación con el medio ni con las
personas. Siempre ha sido un niño bastante inquieto, pero con un desarrollo
psicomotor adecuado, hablador, imaginativo, cariñoso y muy colaborador»,
escribió en un informe del 29 de noviembre de 2017, al que este diario ha
tenido acceso, y que valora a Alejandro en su juicio diagnóstico como «un
niño sano».
"No te preocupes, hoy no me han pegado"
Alejandro volvió a quejarse a su madre de que el
mismo niño le seguía pegando y se burlaba de él. Dos meses
así, con intermitencias. «Había semanas que el niño salía del colegio
contento y decía: 'mamá, no te preocupes, que hoy no me han pegado'». Lo
máximo que consiguió fue que el director se comprometiera por escrito a
poner vigilancia en el patio durante tres días. Harta de la situación pidió
un cambio de centro a finales de noviembre que tardó más de un mes en
concederse, y durante el tiempo de espera, decidió no llevarlo al centro.
Desde la Conselleria de Educación explican
que, a raíz de la petición de esta madre, el centroCamilo José Cela abrió
el protocolo contra el acoso escolar en el mes de diciembre, pese a que el
centro consideraba que no había bullying.
El colegio no niega las agresiones pero no las contextualiza en un caso de
acoso escolar. Se plantearon diversas opciones pero al final el alumno pidió
el cambio de centro y no se aplicaron finalmente.
Ana se queja de que la dejaron desamparada y tampoco
le dieron a elegir un colegio nuevo. Ella quería un centro escolar cerca de
su casa o de su trabajo pero le dieron otro para el que tiene que coger un
autobús. Aunque propuso un colegio del Parc Bit, por estar al lado de su
trabajo, la Conselleria se negó en redondo por el rechazo a este colegio, ya
que tiene educación diferenciada -separan a los chicos de las chicas- y a
este Govern no les parece bien sufragar esta enseñanza, aunque a muchos
padres les parezca un buen colegio y estén en su derecho de elegirlo,
argumenta Ana.
Alejandro se ha adaptado fenomenal en su nuevo
colegio. Ya no tiene pesadillas. Está contento y nunca más ha vuelto a
hablar con su madre del cole donde le pegaban.
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