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REVISTA
R@MBLA
Sobre ‘bullyng’ y acoso sexual en el aula: qué, cómo y
por qué
Texto: Paula Clemente Fotos: Francesc Sans
Lunes, 04 de Abril de 2016
Es una situación extendida
y común desde hace mucho tiempo, aunque nunca antes
habíamos sido tan
conscientes de su peligro. El bullying se está
llevando cada vez más
vidas de niños que no hallan la forma de luchar contra él. Y ya no es sólo
el acoso escolar lo que atormenta a hijos y padres, recientemente han
saltado a la palestra mediática un
exagerado número de
casos de acoso sexual de profesores a alumnos. ¿Qué es lo que está pasando
en nuestra sociedad para que la educación infantil, primaria y secundaria
sea mortal? ¿Hasta qué punto el acoso, en todos sus sentidos, puede
determinar el futuro de un adolescente? Regina Bayo-Borràs, psicóloga
clínica y psicoanalista, reflexiona con RAMBLA acerca de ello.

Para empezar, ¿Qué se
considera bullyng o acoso infantil?
Cuando de manera reiterada, en el
ámbito escolar, un grupo de adolescentes intimida, se burla o ningunea a un
compañero/a, con el propósito de hacerle sufrir. Se podría decir que es una
forma de sadismo grupal, que convierte en chivo expiatorio al que consideran
más débil.
¿Hay algún perfil de victima?
¿Víctimas potenciales?
Las víctimas suelen ser adolescentes
que se diferencian del grupo por tener características poco comunes: por su
físico, su religión, su etnia, o sus capacidades intelectuales. Suelen ser
personas que no saben defenderse adecuadamente, con relaciones de
dependencia y sumisión hacia sus familiares. Pero también puede ser un/a
adolescente que destaque por sus capacidades o belleza. En cualquier caso,
son acosados por desprecio o por envidia. Las víctimas suelen ser más chicas
que chicos.
¿Cuál es el perfil de los
agresores?
Los agresores suelen ser adolescentes
inseguros, que necesitan reafirmarse a través del dominio y abuso de poder
sobre los demás. No tienen empatía ni habilidades sociales, y más que
amigos, tienen “seguidores”. Necesitan someter y agredir para confirmar su
poder, un poder ejercido de forma despótica, lo que demuestra que no son
fuertes ni toleran las frustraciones.
Suelen haber vivido situaciones de
violencia en su familia de origen, y replican dichas conductas en el ámbito
escolar. No soportan al que no es seguidor de sus hazañas, al que mantiene
su propio camino, al que no se deja seducir por sus conductas de “matón”.
Parece difícil diferenciar, en
algunos casos, una broma del acoso como tal ¿Dónde está la línea?
El acoso es una conducta reiterada,
repetitiva, con intención de dañar de manera consciente y voluntaria, con la
complicidad del grupo de seguidores, y con la que se obtiene disfrute
perverso. La broma, aunque sea pesada y con un fondo agresivo inconsciente,
no es tan destructiva, y es ocasional. En el acoso se pretende destruir (más
o menos conscientemente) la autoestima de la víctima. Los adolescentes están
en una etapa de su desarrollo psico-sexual en el que necesitan precisamente
la confirmación del grupo de pares (amigos) para obtener seguridad en su
dimensión narcisista básica. El bullying busca, de manera planificada, dañar
su subjetividad. Ese es el aspecto perverso del acosador: lastimar o
destruir en la víctima aspectos de su subjetividad, y así no hacerse cargo
de los suyos. El acosador rechaza y proyecta en la víctima aspectos
conflictivos de sí mismo, de manera que los destaca en el acosado. Se trata
de la dinámica del “chivo expiatorio”. “Tú te vas a hacer cargo de todo
que de mí no me gusta y repudio”
¿Cómo puede identificarlo el
padre o madre?
Un padre o una madre han de estar muy
cerca de su hijo o hija adolescente. Muy cerca no quiere decir “encima”,
controlando. Sino interesados, abiertos, disponibles para las vicisitudes
diarias de su hijo/a.
¿Pero hay señales para
identificar una situación así desde fuera?
Cuando la víctima se cierra en sí
misma, teme ir al instituto, cambia su estado de ánimo y se hace más
taciturno y silencioso, baja su rendimiento escolar. Aparecen conductas
evitativas hacia los amigos que antes frecuentaba. Suele mantenerlo callado,
guardando secreto por vergüenza y sentimiento de humillación.
¿Cómo puede un niño
defenderse? Considerando, sobre todo, que denunciar la situación ante
profesores o padres puede ser motivo de más acoso.
Uno puede defenderse enfrentándose a
la situación, o pidiendo ayuda: A los amigos, a los padres, a familiares
cercanos. Es imprescindible salir del silencio. Hay que abrir la boca y
hablar, decir, contar, denunciar, identificar lo que está pasando, desde
cuándo, y denunciar a quien asume ese liderazgo dañino. Buscar las alianzas
con la escuela, tutor o maestra, dirección, equipo psicopedagógico,
Asociación de padres y Madres. Entre estas diversas instancias, han que
poner coto, límites claros, y ayudar a reparar el daño. El acosador ha de
asumir el daño infringido y pedir perdón al acosado. Y se ha de hacer lo
posible para restablecer la convivencia… Esto es algo bien distinto de la
connivencia colusiva que ha habido hasta ahora entre los docentes, los
agresores y la escuela.
¿Porque cuesta tanto, en los
compañeros, denunciar situaciones así?
En los fenómenos psicológicos
grupales, los seguidores se “protegen” del líder acosador siguiéndole en sus
fechorías. Nadie quiere ser “distinto”, hay un gran temor a ocupar el lugar
de la víctima, que está en el de “chivo expiatorio”, foco de proyección de
los aspectos más repudiados de cada uno de los seguidores. Nadie quiere ser
etiquetado de débil, ridículo, afeminado, masculinizada, fuera de lo común,
etc.
¿Es útil cambiar de centro?
A veces es imprescindible. Con el
tiempo se verá si fue lo más adecuado, ya que puede volver a darse una
situación parecida; eso indicaría que la víctima necesita más ayuda que la
de sus padres y escuela, y requiere ayuda psicológica individual.
¿Debería la familia denunciar
penalmente?
Yo creo que no, a no ser que se haya
cometido un delito penal tipificado. Es más importante denunciar en la
comunidad educativa, e identificar lo que está sucediendo.
¿Qué debe hacer la familia
ante el acoso?
Ayudar y apoyar a su hijo/a
adolescente. Denunciar los hechos en la comunidad educativa. Y evaluar si el
daño psíquico ocasionado requiere de atención psicológica especializada.
¿Y la familia del niño que
acosa?
Es probable que tanto los padres como
su hijo/a requieran atención psicoterapéutica. La conducta de bullying de
un adolescente (chico o chica) es el grito de atención de una familia
disfuncional.

También nos parece una
oportunidad óptima para entender un poco el acoso infantil en un plano
sexual con todo lo que se sabe ya en Barcelona. ¿Qué está fallando en
nuestra sociedad para que el acoso sexual y la pederastia se de en un aula?
Nuestra sociedad está intoxicada con
valores que poco tienen que ver con las necesidades de los niños y
adolescentes. Aunque hay mayor conocimiento de la subjetividad infantil y
adolescente, sin embargo, no hay un auténtico interés en cuidar y proteger
su desarrollo psíquico.
¿Cómo se puede detectar una
situación así?
El profesorado debería tener formación
básica psicológica sobre las características de las dinámicas grupales entre
adolescentes. También sobre la función de mediación en situaciones de
conflicto relacional entre niños y jóvenes. El profesorado tiene poco apoyo
de la administración en este campo: el de la formación continuada sobre la
subjetividad infantil y adolescente. Antes hay formación sobre las nuevas
tecnologías, pero un ordenador es más fácil de conocer que un adolescente
problemático.
¿Cómo se debe gestionar una
situación así, una vez identificada? Tanto profesores, como padres, como
compañeros.
Es importante poner coto a este tipo
de conductas. Poner límites. Se debería poder trabajar en espacios grupales
con los adolescentes tanto el respeto y consideración por el otro, como por
el diferente. Desarrollar la empatía, el compañerismo, la cooperación, más
que la competitividad y el individualismo egoísta. Pero trabajarlo a fondo,
no en plan pautas de conducta. Los padres necesitan también asesoramiento
psico-social, que deberían recibir en las actividades que celebran como
AMPAS.
¿Y como podemos evitarlo? ¿Qué
pasos podemos ir dando para cambiar las cosas?
La prevención primaria se debe
realizar en el marco de la escuela/institutos. También los medios de
comunicación son muy importantes para difundir la importancia de este
problema social. Es la manera de poner soluciones antes de que generen mayor
daño psíquico.
¿Son suficientes los
protocolos de un colegio para detectar los abusos?
Nunca un protocolo es suficiente si no
hay buena formación sobre el tema. Siempre es mejor la observación de la
dinámica relacional entre el grupo clase (y los subgrupos); (cuando hay con
qué hacerla, es decir, si hay el conocimiento profundo del problema).
¿Cómo podemos ayudar al niño
posteriormente?
Los efectos psicológicos del acoso
escolar pueden durar muchos años, a veces, se recuerdan durante toda la
vida. Quiero decir con esto, que tienen efectos traumáticos, pues se sufren
en una etapa de la vida en que la personalidad está en tránsito de una etapa
a otra, y por tanto, es frágil y vulnerable ante el menosprecio, burla,
maltrato, agresiones, etc. Casi siempre es necesario el apoyo psicológico. A
veces se tarda años en acudir a tratamiento, pero el daño sigue ahí.
¿Cuáles son las secuelas?
Depende de la
gravedad, intensidad y duración del acoso. Afecta la confianza en sí mismo,
produce desconfianza y recelo en la relación con los demás. También
perturba las capacidades cognitivas, intelectuales, de aprendizaje. Puede
afectar incluso en el proceso de asunción de la propia identidad. Y también
genera mucha culpa en la víctima, por no haber sabido defenderse como era
necesario. La víctima suele culparse de lo sucedido, paradojas del
funcionamiento psíquico.
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