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20 años de mercantilización de las aulas: cómo pasamos de
pensar en educar a pensar en ganar dinero
Educación
La educación se ha
mercantilizado en los últimos 20 años, coincidiendo con las llamadas de
los lobbies a hacer de este un sector más con el que ganar
dinero
Daniel Sánchez Caballero
01/02/2020

Los últimos 20 años le han dado la vuelta a la educación.
Poco antes de entrar en el siglo XXI hubo un cambio de paradigma: el sector,
que hasta entonces había conseguido más o menos volar por debajo del radar
del mercado capitalista, pasaba a ser tan bueno como cualquier otro para
ganar dinero.
El
cambio también ha afectado hacia dentro, en un doble movimiento
interdependiente. En dos décadas han variado los objetivos de la educación,
cada vez menos humanista y más centrada en el mercado laboral. Llegaron las
competencias, se fueron las humanidades. Como explica Carmen Rodríguez,
profesora de la Universidad de Málaga y miembro del Foro de Sevilla: "Solo
importa el resultado educativo, no los procesos. Lo mejor para nuestros
hijos ya no es una educación como bien social que forme ciudadanos, sino que
vayan a las mejores escuelas. En la base de todo esto están las evaluaciones
y la competición entre escuelas y entre estudiantes". La escuela enseña lo
que le interesa a la empresa y la empresa se acerca a la escuela y la
financia.
El
pastel es goloso. Por un lado están los datos sobre el capital humano que
mueve: en 2019 y solo en la UE hay unos 137 millones de estudiantes entre
todas las etapas educativas, 20 de ellos en la Universidad. Por otro, los
puramente económicos: en lo que es estrictamente negocio, el sector
tecnológico en torno a la educación movió en 2019 un total de 6.500 millones
de euros en inversiones en todo el mundo.
Con
carácter general, los países de la UE superan los 700.000 millones de euros
anuales en gasto en educación, una partida que no para de crecer. No de
manera relativa –el porcentaje de los presupuestos ha pasado del 4,41% del
PIB en 2007 al 4,67% en 2017–, pero sí absoluta: el PIB ha subido en este
mismo periodo un 30%, por lo que el gasto educativo lo hizo en la misma
relación.
Las
posibilidades de negocio son muchas: softwares educativos,
ordenadores para clase, tabletas, pizarras digitales, cursos, academias,
plataformas de gestión, aplicaciones, herramientas educativas, educación
online o consultorías educativas son los nuevos campos abonados para la
colaboración público-privada o la inversión puramente privada, hablando en neolengua.
Un ejemplo: en 2011 se descargaron 270 millones de aplicaciones gratuitas (que
no cuestan dinero) relacionadas con la educación y otras 36 millones de
pago, según McKinsey. Las grandes multinacionales, como Google o IBM o HP se
han tirado de cabeza al sector con tácticas similares.
Google
ofrece varios servicios relacionados con la educación. La plataforma G Suite
for Education ofrece una serie de herramientas gratuitas "para permitir que
los educadores y los alumnos innoven y aprendan juntos". Solo hace falta
registrar el centro y se accede a un paquete de servicios para gestionar las
clases, organizar deberes, evaluaciones, etc. Y todo gratis. Solo hace falta
registrarse y ofrecerle tu alma a Google en forma de información personal.
Según sus propios datos, más de 80 millones de personas utilizan ya G Suite
en todo el mundo y más de 40 millones la herramienta Google Classroom.
El
gigante tecnológico también ofrece a profesores y alumnos sus Chromebooks,
unos dispositivos a medio camino entre la tableta y el ordenador
comercializados por diferentes marcas y en diferentes rangos de precios
pensados específicamente para la educación y llenos de apps y herramientas.
Más de 30 millones de estudiantes del mundo ya utilizan estos aparatos –a
partir de 200 euros–, principalmente los que fabrica HP, otra de las
multinacionales volcadas en la Educación que también cuenta con sus propia
línea de productos, desde la HP Touchpoint Manager, una aplicación para
gestión educativa, hasta la HP Classroom Manager, pasando por alianzas con
entidades como Tablet Academy, una organización de profesores del Reino
Unido.
La premonición de De Sélys
Algunos lo vieron venir. Corría 1998 cuando el periodista belga Gérard de
Sélys escribió: "La OCDE cifra en un billón de dólares los gastos anuales de
sus Estados miembros en favor de la enseñanza. Un mercado de tales
dimensiones es muy codiciado. Actualmente, cuatro millones de profesores, 80
millones de alumnos y estudiantes, 320.000 centros escolares están en el
punto de mira de los mercaderes. Pero se necesitarán muchos esfuerzos para
aplicar esos textos e informes que exigirán un desmantelamiento de lo
esencial del servicio público de la enseñanza".
Se
equivocó poco. Han pasado 22 años desde la profecía de De Sélys. Los
"esfuerzos" que comentaba el belga serían necesarios para la
mercantilización educativa se hicieron. Dicho de otra forma: recortes en
Educación que rebajan la calidad, formación más laboral que social,
compra-venta de centros educativos, clientes garantizados, bien por la
obligatoriedad de la etapa, bien porque lo impone el mercado, familias que
gastan más cada año en educar a sus hijos (12.290 millones de euros en 2016
solo en España) o el uso de "competitividad", "empleabilidad" y "eficacia"
como términos claves en la educación configuran un nuevo panorama educativo,
tanto dentro del sistema como alrededor de él.
Sobre
el cómo hemos llegado hasta aquí hay versiones, según a quién se pregunte.
Una corriente de opinión ve todo un plan elaborado que viene desde hace más
de dos décadas, que incluye lobbies,
informes y una búsqueda casi desesperada de nuevos mercados. Entre ellos se
encuentra Beatriz Quirós, catedrática de instituto jubilada y miembro del
sindicato STES. Otros, como el profesor Antoni Verger, de la Universidad
Autónoma de Barcelona, son más escépticos. "Sí, se habla de los lobbies,
de un informe de 1998... Pero es tan difícil acceder a información y datos
que no sabemos el impacto que pudieron tener esos informes", sostiene. Lo
que nadie duda, tampoco él, es del negocio educativo.
La
versión que ve todo un plan trazado cuenta que la primera semilla de la
mercantilización europea la sembró el lobby empresarial
europeo European Round Table (ERT). Es enero de 1989 y el mundo vive un
cambio de paradigma. La era de la explotación de recursos ha quedado atrás,
los mercados tradicionales se agotan y hay que buscar nuevos, explica
Quirós. En paralelo, "el modelo de escuela que venía funcionando ya no
interesa más. No interesa la masificación de la educación, el tipo de
trabajadores que empiezan a necesitar las empresas es diferente".
En ese
contexto, el lobby empresarial europeo escribe ese año el informe Educación
y competencia en Europa. Tras una reunión en la que participan los
presidentes de Fiat, del gigante francés de agua y saneamiento Lyonnaise des
Eaux o Nestlé, presentan su texto, en el que declaran sin sutilezas que "la
educación y la formación (...) se consideran inversiones estratégicas
vitales para el éxito futuro empresarial". Los grandes grupos de presión se
ponen en marcha.
El saber y la competencia
Paso a
paso se va haciendo camino. En 1995, la Comisión Europea presenta su libro
blanco sobre la educación y la formación, en el que explica: "Los países
europeos ya no tienen elección. Para conservar su lugar (…) tienen que
completar los progresos realizados en la integración económica con una
inversión en el saber y la competencia".
La
línea de pensamiento que marcaba las políticas educativas la resumió el
presidente de Coca Cola tres años después, en 1998, en el encuentro mundial
de la Global Alliance for Transnational Education (GATE). Dice Glenn R.
Jones: "Desde el punto de visto del empresario, la enseñanza constituye uno
de los mercados más vastos y de mayor crecimiento (…). El sector resiste a
la tecnología, sus costos aumentan y hay demasiada poca competencia. Se hace
cada vez mayor la distancia entre la demanda de formación y la capacidad de
acogida de la enseñanza superior. Por todas estas razones, los empresarios
consideran que la enseñanza es un extenso mercado por conquistar".
La
OCDE, esa organización económica hoy convertida por alguna razón en
referente educativo a través de su examen PISA, también aporta su granito de
arena. En 1996 ya es consciente de la dualidad del mercado laboral que se
avecina y de que las empresas no tendrán ninguna necesidad de tantos
trabajadores tan formados. Pero, políticamente, no es tarea fácil de
acometer. La OCDE aportaba entonces algunas ideas de cómo hacerlo, también
negro sobre blanco.
"Se
pueden aconsejar numerosas medidas que no crean ninguna dificultad política
(…). Si se les disminuyen los gastos de funcionamiento a las escuelas y
universidades, hay que procurar que no se disminuya la cantidad de servicio,
aún a riesgo de que la calidad baje (…). Sería peligroso restringir el
número de alumnos matriculados. Las familias reaccionarán violentamente si
no se matricula a sus hijos, pero no lo harán frente a una bajada gradual de
la calidad de la enseñanza y la escuela puede progresiva y puntualmente
obtener una contribución económica de las familias o suprimir alguna
actividad. Esto se hace primero en una escuela, luego en otra, pero no en la
de al lado, de manera que se evita el descontento generalizado de la
población", escribió Christian Morrison.
Correlación o causalidad, la evolución del gasto en Educación de los países
refleja esta línea de pensamiento. Desde el año 2000, casi en simultáneo al
informe de ERT y la premonición de De Sélys, el porcentaje respecto al PIB
que se invierte en Educación está estancado alrededor del 5% en todo el
mundo. Pocos países alcanzan el 7%, considerado la cifra mágica en
Educación.
Es
cierto que la inversión absoluta sí sube, igual que lo ha hecho el PIB
durante estos años. Los países gastan cada vez más dinero en sus sistemas
educativos –también es más dinero a repartir–, pero como la inversión
relativa no aumenta son las familias las que intentan compensar estas
diferencias. En España, por ejemplo, el gasto privado en educación ha subido
un 50% desde que empezó la crisis en 2008, pasando de 8.700 millones de
euros a 12.300 millones de euros, según datos del ministerio.
El impacto de género
En
esta partida de ajedrez entre educación y negocios hay piezas que valen más
y piezas que valen menos. Suelen ser las mismas siempre. El gran negocio
educativo lo sufren más las mujeres que los hombres, explica Carmen
Rodríguez, profesora de la Universidad de Málaga.
"En
este marco globalizado, donde priman los intereses del mercado sobre los
derechos sociales, la educación colabora en el mantenimiento del sistema,
por su intervención o por la ausencia de esta", explica. Rodríguez destaca
cuatro aspectos en los que la mujer se ve especialmente perjudicada por la
"educación mercantilizada": la desvalorización de la vida íntima, la
híper-sexualidad como nueva liberación, el mito de la libertad de elección y
el conocimiento escolar.
"Las
personas más vulnerables son las que más van a perder con estos nuevos
modelos", opina la profesora. "Se despolitizan los derechos sociales que son
comunes a las mujeres y se convierten en problemas individuales y de
libertad de elección: la violencia de género es un problema individual, no
relacionada con la estructura patriarcal o las relaciones de poder. La
prostitución, los vientres de alquiler, son problemas de elección personal",
elabora.
Según
esta visión de Rodríguez, "la situación de las mujeres se ve doblemente
perjudicada: por un lado, por la pérdida de derechos sociales; por otro, por
el sometimiento a situaciones de empleo precarias como consecuencia de una
mayor incorporación al mercado laboral, pero como trabajadoras secundarias
que acceden a peores trabajos y además pagan el impuesto reproductivo".
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