
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/educacion/2017/02/13/aprendizaje-idilico-paso-vigo/0003_201702G13P10991.htm

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Aprendizaje idílico a un paso de Vigo
Crecer en libertad, educados en el respeto y la
autonomía personal. Es la oferta del CRA Antía Cal, de Gondomar
Sara Carreira
gondomar / la voz 13/02/2017
Durante un
par de horas cada día, los 70 alumnos de entre 3 y 6 años del Colexio Rural
Agrupado (CRA) Antía Cal, de Gondomar,
entran y salen de su clase al jardín con libertad, incluso pueden mojarse si
lo desean. ¿Un descontrol? En absoluto, todo lo contrario más bien: cuando
abandonan el aula tienen que dejar las zapatillas -sí, usan zapatillas de
casa en el cole- y ponerse unas botas de agua y un chubasquero; cuando
vuelven a entrar, se quitan las katiuskas y se calzan las zapatillas. Si se
mojan, en clase tienen ropa de repuesto y se cambian.
Nada en este
colegio es normal.
Todo fluye en un mundo idílico donde los niños son tratados con respeto, el
mismo que se les exige y enseña a tener.
La historia de este colegio con seis aulas distribuidas en cinco parroquias
de Gondomar es innovadora desde su nacimiento. «Hasta el año 89 eran
escuelas unitarias -rememora Iria Mosquera, su novísima directora-, pero
decidieron formar uno de los primeros colegios rurales agrupados (CRA) de
Galicia. Les permitía tener más servicios. Ese espíritu de innovación lo
seguimos manteniendo». El CRA Antía Cal tiene pequeñas unidades en las
parroquias de Chaín, Couso, Morgadáns, Peitieiros y Vilaza; son
edificaciones de cuento rodeadas de jardín y decoradas de forma muy similar
gracias a una subvención que consiguieron de Obra Social de La Caixa. Y
todas comparten profesores especialistas de Inglés, Educación Física,
Música, Pedagogía Terapéutica (PT) y Audición y Lenguaje (AL).
El número de alumnos por aula es variable: de 4 a 15, ya que son los padres
los que eligen a qué aula irán sus hijos. Hay que tener en cuenta que al
tratarse de un CRA, en el mismo espacio conviven niños de 3, 4 y 5 años
(realmente, de 2 a 6) y no pueden ser más de 20 por clase.
Los
profesores del CRA Antía Cal llevan años trabajando por proyectos y con
aprendizaje cooperativo -a la fuerza, con niños de edades diferentes-, pero
hace dos cursos decidieron dar un paso más. «Os
rapaces contaban de 1 a 20 e sabían escribir moi ben o A, pero se había unha
roupa no chan, pasaban por riba dela e ninguén a recollía», explica
Gladys García, del equipo directivo.
Formarse y decidir
Entendían
que algo fallaba en su educación. Entonces empezaron a investigar, formarse
y debatir. «Tuvimos que consensuar -recuerda Mosquera-, porque tenemos una
plantilla de profesores con plaza, estable, y necesitábamos estar todos de
acuerdo en esto». Para adaptar lo que había por el mundo adelante a la
realidad de Gondomar y a sus objetivos, no se decantaron por ninguna
metodología, sino que eligieron de aquí y de allí: de Montessori tienen su
material didáctico, y la idea de que cada niño tiene su ritmo y
preferencias; de las escuelas de la ciudad italiana Reggio Emilia cogieron
el trabajo por rincones (espacios dedicados a las matemáticas, la
comunicación lingüística, las ciencias...); de la ecuatoriana Rebeca Wild,
la teoría de la libertad y los límites; de la metodología Waldorf, su
conexión con la naturaleza; y todo con el espíritu de la pedagogía del
cariño, que apuesta por la empatía.

Imagen M. MORALEJO
Lo anterior se traduce en una enseñanza sencilla en
apariencia, pero donde nada está hecho al azar, y en un respeto absoluto por
el niño como persona. «Se eu collo un rapaz de catro meses e
o poño andar, calquera me chamaría tola -explica gráficamente
García-, pero a ninguén lle estraña que eu intente que un
neno de catro anos estea unha hora sentado. Pero é o mesmo».
En el Antía Cal los niños llegan a las 9 de la mañana
y durante 15 minutos pueden estar sus padres, es una acogida
amable, en la que ellos se cambian de zapatos y deciden qué van a hacer. Las
aulas, muy parecidas entre sí, tienen espacios para el reposo, «hospitales»,
«casitas» y mesas con propuestas que les hacen sus maestros. Cuando uno
elige un espacio, sabe que es suyo, que nadie puede imponerle su presencia;
a veces juegan juntos, pero en ese caso ambos deben estar de acuerdo. «Les
enseñamos a esperar -dice Mosquera- y enseguida aprenden a hacerlo, porque
saben que cuando les toca a ellos también se les respeta». Si un cativo está
en Babia, los profesores le recuerdan que tiene que decidirse por algo y, si
no, ellos le proponen alguna tarea. Después recogen y llega la merienda,
donde se charla y se habla de lo aprendido. Y entonces es cuando, ya con dos
maestros, los niños entran y salen de la clase cuantas veces quieren.
En todo este
proceso, los docentes no están explicando, sino que observan, desde la misma
altura que los niños, qué les interesa. Y participan para reorientar la
actividad, animarla o lo que crean necesario.
Niños responsables
El contexto
permite cierta libertad al niño, mucha a última hora, pero también le exige.
«No queremos niños obedientes, queremos niños responsables», dice Mosquera.
Y autónomos. «Ás veces
aos pais cústalles», apunta García, porque hoy en día los adultos
estamos acostumbrados a adelantarnos a los deseos infantiles y hacer las
cosas sin permitirles probar antes.
En el Antía
Cal, los niños tienen muy pocas normas, pero hay tres inamovibles: «Respeto
a sí mismos, respeto a los demás y respeto al entorno». Parece poca cosa,
pero al final vale para casi todo: «Una persona no puede estar mojada,
porque entonces enferma, y no puede ser, hay que cuidarse», ejemplifica la
directora. A veces ocurre que el niño, que no le apetece cambiarse de ropa,
simplemente decide quedarse en clase en esas horas libres y no ir a pisar
charcos. Libertad y responsabilidad.
Claves del CRA
Puertas
abiertas
Esta semana las
familias pueden conocer el centro. El CRA Antía Cal celebra esta
misma semana, desde mañana martes hasta el viernes, sus jornadas de puertas
abiertas. Antes de presentar la solicitud para que los niños acudan al
centro, las familias interesadas pueden visitarlo (de 10 a 13 horas) y
charlar con los maestros. Aunque algunas solo atienden hasta las 14 horas,
en una de las aulas los niños pueden quedarse a comer en el colegio público
anexo.
Padres
implicados
«Mi hija viene
encantada todos los días». Bruna Escalera es una de las madres de
la AMPA y reconoce que buscaba un colegio así para su hija: «Ella viene
encantada cada día, y nosotros estamos muy contentos». Sabe de familias que
viven en Vigo e incluso de una francesa que tras conocer el colegio decidió
quedarse a vivir en la zona. Noelia Martínez, otra de las madres, cree que
el fomento de la autonomía se convierte en autoestima para los niños, «muy
necesaria para toda la vida».
Otra forma de juegO
«Queremos
quitar plástico y poner materiales naturales». Gracias a una ayuda
de la Fundación Barrié, las escuelas del CRA tienen menos plástico y más
materiales naturales. Están empezando a habilitar los espacios exteriores.
La colocación de unas cuerdas con nudos colgadas de los árboles ha sido un
descubrimiento. En el aula de Couso, entre carballos, los niños se lanzan
sin miedo agarrados a la cuerda: «No te creas -explica su profesora-, el año
pasado la usaban con muchísimo más cuidado. Pero cuando se sienten seguros
van avanzando».
Pensando en
primaria
Los niños de primero los invitan en mayo a una merienda en el colegio. La
relación del CRA con el colegio de referencia, el Xosé
Neira Vilas (solo primaria)
es estrecha. Comparten orientador, Ángel Fernández, y para facilitar el paso
de una escuela a otra se les ha ocurrido una jornada en común. Los niños de
primero prepararán una merienda en el colegio -hay un molino cerca e incluso
van allí con el maíz para moler y hacer pan- e invitan a sus futuros
compañeros. Ambos grupos ya se conocen, porque compartieron escuela
infantil, y así el tránsito es más sencillo para todos
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