Tres niños juegan en el parque. GETTY
ANA
CAMARERO
17 de
febrero 2020
Una niña, estudiante
de cuarto de primaria del colegio
Fernando de Rojas de Burgos, pidió un “banco
de la amistad” para el patio del
colegio, con el objetivo de combatir la
soledad que muchos niños sufren durante
el recreo. Un recurso para que los
estudiantes que se sintieran solos
encontraran un compañero al que poder
contarle cómo se sienten o si hay algo
que les preocupa. Un lugar donde poder
compartir. Una propuesta nada baladí
puesto que, como afirma Rafael
Bisquerra, director del posgrado en
Educación Emocional y Bienestar de la Universidad
de Barcelona, en cualquier edad y,
sobre todo, durante la infancia y la
adolescencia, “las buenas relaciones
sociales son el primer factor en
importancia para favorecer el bienestar
subjetivo. Pero también hay otros como
son: la salud, si bien lo que afecta es
la pérdida de la salud como factor de
malestar; la autoestima; y sentirse útil
e importante (saber que los adultos,
padres y profesores saben que el
niño sirve para algo)".
Por eso, el bienestar
subjetivo de los niños y niñas es motivo
de estudio desde hace algún tiempo.
Expertos de distintas partes del mundo
lo estudian y analizan con el objetivo
de conocer qué percepción tienen de su
vida los seres humanos durante su
infancia, adolescencia y primera
juventud. Para acercarse más a este
conocimiento, Unicef-Comité
Español ha hecho público el primer Barómetro
de opinión de infancia y adolescencia
2019, recogiendo las opiniones de
8.500 niños, niñas y adolescentes, de
entre 11 y 18 años, que ayuden a definir
y orientar las políticas públicas para
esta franja de la población española.
Unos resultados que muestran que los
niños y adolescentes valoran
positivamente su vida, asignándole 7,6
puntos sobre 10, una nota que se reduce
a mayor edad y, sobre todo, en el
tránsito de 12 a 13 años.
Lucía Losoviz,
responsable del programa Ciudades
Amigas de la Infancia de Unicef España,
explica que este documento es una
herramienta que les permite extraer
conclusiones de los motivos o causas que
llevan a los niños y niñas a tener esas
opiniones/respuestas, ofreciendo una
información cualitativa. “Los motivos
por los que existe una reducción de
bienestar durante ese tránsito de edad
están relacionados con distintas causas.
Primero, con el paso de la escuela
primaria a la secundaria. La escuela en
primaria es un espacio protector,
afectivo, donde existe una relación
cercana con el profesorado, a diferencia
del instituto donde, según el mismo
barómetro, las relaciones con el
profesorado decaen. Segundo, con el
hecho de que las niñas manifiestan
estados más bajos de bienestar, a
diferencia de los chicos, debido a los
cambios hormonales y la aparición de la
menstruación, que influyen en las
relaciones con sus pares, en sus estados
de ánimos, etcétera”, agrega Losoviz.
Ferrán Casas,
catedrático de Psicología Social y
coordinador del Equip de Recerca en
Infància, Adolescència, Drets dels
Infants i la seva Qualitat de Vida (ERIDIQV)
de la Universitat
de Girona, define el bienestar
subjetivo como la valoración que cada
persona hace de su propia vida. Sin
embargo, si se profundiza un poco más,
afirma Ferrán Casas, “hablamos de la
teoría tripartita del bienestar que
recoge afectos positivos y negativos más
cogniciones porque, desde hace mucho
tiempo, sabemos que los humanos pueden
convivir con afectos negativos y
positivos; es decir, que no son
contrapuestos. Las personas podemos
sentirnos felices e infelices al mismo
tiempo. Por lo tanto, para decidir si
una persona tiene o no tiene bienestar
subjetivo hay que preguntarle por estos
tres elementos”.
Hoy en día se discute
mucho si durante la infancia y la
primera adolescencia realmente los
aspectos cognitivos se pueden valorar
igual que en los adultos. Ferrán Casas
señala que “no del todo igual. Existe
algo en el proceso de desarrollo
cognitivo que evidentemente es distinto
en la infancia y en la primera
adolescencia. Se puede hablar con un
poco de objetividad de bienestar
subjetivo a partir de los ocho años,
porque por debajo de esta edad no
tenemos instrumentos fiables”.
Hasta mediados del
siglo pasado, los indicadores de
bienestar se recogían en muestras de
población adulta y tenían que ver con el
cambio, entendido como cambio social
positivo asociado a indicadores
económicos más otros indicadores de
condiciones materiales de vida. Ferrán
Casas comenta que “la verdadera
revolución en las ciencias sociales tuvo
lugar cuando se incorporaron indicadores
que reflejaban también datos subjetivos
que fueran útiles en la toma de
decisiones de gobierno”. Actualmente,
prosigue este catedrático en Psicología
Social, “nos hemos dado cuenta de que
hay datos proporcionados por los niños y
niñas que ofrecen la mejor información.
Por ejemplo, si un niño está satisfecho
o no con la escuela o si a un niño le
hacen bullying en ella, quien
mejor lo sabe son los niños y niñas.
Preguntar a los adultos, que es lo que
se hacía antes, es perder calidad en la
información porque el maestro no lo ve
todo y las madres no lo saben todo de la
escuela. Cuando uno asume esto y se
plantea mejorar las políticas de
infancia en el sentido amplio o más
restrictivo (por ejemplo, mejorando la
seguridad de los niños o luchando contra
el bullying en la escuela), es
imprescindible recoger datos en la
fuente primaria, que son los niños y las
niñas”.
La responsable del
programa Ciudades Amigas de la Infancia
de Unicef España apunta que los factores
que incrementan el bienestar subjetivo
en niños, niñas y adolescentes son “las
relaciones con sus amigos, amigas y
familia, sus aficiones, tener tiempo
para jugar principalmente con sus
amigos, pero también con sus familias y,
especialmente, fuera de casa”. Por el
contrario, lo que menos valoran y lo que
menos felicidad les aporta, según
Losoviz, es “jugar solos (a medida que
crecen lo valoran un poco más) y también
el rendimiento escolar, la vida en el
centro educativo y las relaciones con el
profesorado”.
Las escuelas y las
familias son entornos idóneos para
ayudar a niños, niñas y jóvenes a
desarrollar una conciencia de bienestar.
Bisquerra hace hincapié en que es
necesario que “los adultos actúen como
modelos de comportamiento y contribuyan
a crear climas emocionales de bienestar
en la familia y en la escuela. Sabiendo
que esto es la mejor estrategia de
prevención de la violencia y otros
comportamientos de riesgo”.
Hace un par de años,
Andy Hargreaves, profesor de Dennis
Shirley, profesor en educación,
publicó el artículo Well-being
and success en EdCan Network
[portal educativo de Canadá] donde
demostraba el impacto que tiene el
bienestar subjetivo en el logro
académico. Por eso es tan importante, en
opinión de Carmen
Pellicer, presidenta de la Fundación
Trilema, que la escuela se convierta
en un agente para que este bienestar
subjetivo se incremente durante las
edades escolares, porque asegura que “el
logro académico no implica
necesariamente que un niño se sienta
bien consigo mismo; es decir, puede
haber niños que tengan una vida
académica espectacular pero que estén
deprimidos o se sientan mal, pero no hay
ningún niño que con fracaso escolar
tenga bienestar subjetivo. El bienestar
subjetivo, sí o sí, requiere que el niño
tenga una vida escolar estable, además
de éxito académico”.
Para lograr ese
bienestar vinculado con lo académico, la
presidenta de la Fundación Trilema
asegura que “el sistema tradicional de
notas, de aprendizaje mecánico y de
centrarse solo en matemáticas o lengua,
no es el más adecuado para que los niños
triunfen en el sistema”. En su opinión,
“es necesario un cambio real del
sistema, sobre todo, en educación
infantil y primaria, que son los años
críticos para que el niño adquiera el
tono vital. Porque pensamos mucho en la
adolescencia, pero también es necesario
trabajarlo en etapas anteriores. Es
necesario un cambio y, sobre todo, que
el currículum integre otro tipo de
aprendizajes en la escuela, como es el
aprendizaje de habilidades 21,
especialmente las socioemocionales, las
de autorregulación, de pensamiento
crítico, etcétera. Todo lo que prepara
la educación del carácter del niño -no
solo cuánto sabe, sino cómo es, qué tipo
de personalidad adquiere-, es
fundamental. Porque ver la botella medio
llena en lugar de medio vacía se
aprende, no es innato. Y no depende
única y exclusivamente de las
circunstancias; depende en gran medida
de cómo se educa a un niño”. Carmen
Pellicer concluye que “el niño no elige
la familia en la que nace, pero la
escuela sí puede ayudarle a afrontar sus
circunstancias de una manera distinta.
Al final, el sistema educativo puede
ayudar a que los niños que nacen en
entornos desfavorecidos, emocionalmente
dañados o inseguros, no se hundan”.
Ferrán Casas se
pregunta si el rendimiento escolar es el
único objetivo a alcanzar en la vida, o
si queremos que los niños sean felices y
que su felicidad contribuye a la propia
satisfacción con la escuela a la que
asisten. Ante esta cuestión, el miembro
de ERIDIQV asevera que “lo idóneo sería
que la escuela fuera capaz de articular
dos mundos, el mundo de las relaciones
con los iguales, con los amigos, que
desborda a la escuela y enriquece la
vida de estudiante, y el mundo de la
escuela, en el que se obtengan buenas
notas o tenga buenas relaciones con los
profesores, haciéndoles sentir orgulloso
de ella. Hoy en día, la escuela está
creada solo para articular uno de esos
mundos. Esto nos ha de hacer
reflexionar, porque el mundo de los
iguales es muy importante para la vida
global de los niños y niñas, para su
satisfacción global”.
Para alcanzar esta
satisfacción global, Ferran Casas
apuesta por desarrollar acciones
distintas en las etapas de primaria y de
secundaria. En la primera, este
psicólogo apuesta porque los niños
“perciban que tienen derechos y que sus
derechos son respetados por los
adultos”. En secundaria, los amigos
adquieren una mayor relevancia, “las
redes que se establecen con iguales, el
uso del tiempo y el sentimiento de que
se tiene un margen de libertad para
utilizarlo como se quiere. Según vayan
avanzando en su madurez, adquirirá más
relevancia la satisfacción con los
logros conseguidos e irá apareciendo
todo lo relacionado con el sentido de la
vida”.
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