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Clara Grima: «Las
matemáticas no son machistas, sí puede serlo la forma de impartirlas»

La doctora
en matemáticas es una de las docentes que apoya la materia con perspectiva de
género

Javier Becerra
13
de septiembre 2021
El anuncio de que el
Gobierno contempla aplicar la perspectiva de género a las matemáticas ha
sido una de las serpientes del verano. La profesora de la Universidad de
Sevilla Clara Grima (Sevilla, 1971) lleva años divulgando sobre matemáticas.
Detecta un progresivo alejamiento de ellas en las chicas. Cree que es
necesario y que la polémica viene dada «por el auge de la ultraderecha que
reacciona así ante todo lo que suponga feminismo» .
—La propuesta despertó rápidamente
chascarrillos sobre si las matemáticas eran machistas y había que hacerlas
feministas.
—Evidentemente no hay matemáticas machistas
ni feministas, lo que sí puede ser machista o feminista es la forma de
impartirlas. Pero como todo en educación. Y la demostración de que
arrastramos un sesgo machista es que hemos revisado los libros de texto y no
aparecen mujeres más que en un 7 % .
—¿Cómo es ese modo machista de
impartir la materia?
—Muchas veces se da el enfoque de que las
matemáticas son para gente muy lista y que los chicos son más listos.
Ninguna de las dos cosas es cierta. Por eso en el borrador se habla de la
perspectiva de género, pero también del enfoque socioemocional. Las dos
cosas tienen que ir juntas. Las matemáticas tienen que ser accesibles para
cualquiera, sea niño o niña. Y tienen que presentarse como algo que resuelva
problemas de la humanidad. Muchas chicas quieren hacer cosas útiles y que
aporten a la comunidad. No entro en que sea una cuestión biológica o social,
pero es así. Además, hay que mostrar referentes femeninos.
—¿Las matemáticas se ven como «una
cosa de hombres»?
—Hubo fases. En la época que yo estudiaba
había más mujeres que hombres en las clases. En el año 2000, el 60%. A
partir del 2012 se produce la tijera, cuando las matemáticas se ponen de
moda por las tecnológicas. Desde entonces las mujeres están en descenso y
suben los hombres. Luego está la investigación, donde hay muy pocas mujeres.
—¿Cómo asimilaría las matemáticas
al alumnado si se cambiase la perspectiva?
—Cambiaría la forma de explicar las
matemáticas. Pero una cosa es lo que se quiere hacer y otra lo que se va a
hacer, porque esto requiere mucha financiación. En lugar de tantas cuentas,
plantear eso para resolver problemas. Y que esos problemas sean cotidianos y
que signifiquen ayuda a la comunidad. Eso no significa, como se ha dicho,
que se hagan las matemáticas más fáciles. Al contrario, serán más difíciles.
—¿Qué diferencia hay?
—Es que la perspectiva de género se hace
para todos, no solo para chicas y chicos. Hay que hablar de referentes
femeninos. Ahora se hace el 8M, pero el resto del tiempo no se hace nada.
Tienen que aparecer las mujeres ahí de forma natural. Siempre. En las aulas
hay que hablar de Sophie Germain, a la que se ha invisibilizado, pero con
naturalidad. Porque hacerlo solo el 8M puede ser hasta contraproducente.
«¡Otra vez nos van a dar la tabarra con las mujeres!», dirían. Hay estudios
que dicen que las niñas ya ven las matemáticas como algo de hombres a los
cinco años
—Se dice que las primeras
calculadoras de la historia son obras de mujeres, que las usaban para medir
los ciclos de la regla o la agricultura.
—Eso parece que es cierto y debería estar
reflejado en los libros. Igual que las que hacían las cuentas en la Nasa
eran mujeres y las primeras programadoras también. Eso se tiene que saber.
—¿No llama la atención que se
quiera hacer algo específico para matemáticas y no global?
—Claro. Fue lo primero que dije. ¿Por qué
solo para las matemáticas? ¿Por qué no hacerlo en gimnasia? Hay que hacerlo
en todo. Para que las mujeres sean ingenieras informáticas. No para
convencerlas, sino para que las niñas sepan que, si quieren serlo, que lo
hagan. Igual que niños que deseen ser profesores de infantil, que no se
sientan presionados por la sociedad. Ni los mejores informáticos son
necesariamente hombres ni las mejores maestras, mujeres. Nos estamos
perdiendo mucho talento masculino y femenino.
—¿Ha tenido rechazo en su
trayectoria como matemática?
—En general, no. Ten en cuenta que éramos
mayoría mujeres. Una vez tuve un profesor en primero de carrera que, cuando
estaba atascada en un problema, me dijo: «¿No estaría mejor usted en casa
cocinando?». Solo tuve una profesora en toda la carrera. El resto fueron
todos hombres. Recuerdo también, una vez en Japón me costó sudor y lágrimas
que me llamaran doctora Grima. Querían llamarme por el apellido de mi
marido. Además de eso, la carrera de investigadora en España está penalizado
ser mujer. No sobre el papel, pero las circunstancias de la maternidad no se
contempla. Eso hace que pares tu trabajo en tu época más productiva. Tampoco
sale el papel de la mujer en los cuidados.
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