Graciela, junto a su hijo, durante una clase en
su vivienda en Pontevedra.Óscar
Corral
Caridad Bermeo,
Santiago de Compostela
30 de
noviembre 2020
Graciela
invierte gran parte de su energía en luchar
contra una enfermedad grave y avanzada, pero
ahora se ha visto obligada a entregar un poco de
la que le queda para otra batalla: la del
abandono administrativo. Esta madre residente en
Pontevedra sufre una patología cuyo tratamiento
provoca inmunodepresión. Con esto en mente, sus
médicos le entregaron un certificado en el que
recomiendan que el colegio en el que estudia su
hijo Gael, de nueve años, busque alternativas a
la educación presencial. Sin embargo, pese a que
la madre entregó el documento médico al centro,
el Praza de Barcelos ha abierto a la familia un
expediente de absentismo escolar. “Si mi hijo
trae el virus del colegio, podría ser letal para
mí. No es que me hagan la vida difícil, me la
hacen dolorosa”, lamenta Graciela. La Xunta de
Galicia admite que no es el único caso de
familias con miembros vulnerables a la covid-19
que ha sido expedientada por no llevar a clase a
los niños y ha creado comisiones provinciales
para revisarlos.
El drama
de Graciela, de 49 años, empezó con el año
escolar, en septiembre. La madre se vio obligada
a nadar a contracorriente en el río de la
Administración por miedo a un curso que
considera poco seguro y que se inició en
medio de protestas y cambios de protocolo.
Primero habló con la directiva de su centro
educativo, que elevó la consulta al inspector de
la zona. Asegura que al no recibir una respuesta
localizó al inspector, quien le instó a buscar
una solución con el colegio hasta que la
Consejería de Educación encontrase una salida
común para todas las familias con problemas
similares. Sin embargo, según la madre, la
dirección del CEIP no recibió ninguna
instrucción que avale el trato especial y se vio
obligada a abrir el expediente. El pequeño
estudia en su casa sin ningún tipo de atención
telemática del centro.
Para
Graciela, las condiciones en las que está
estudiando su hijo son inexplicables. Los medios
de educación telemática de la Consejería de
Educación se
deben poner en marcha solo cuando las aulas
cierran, pero no si se trata de casos
individuales. No oculta su sorpresa y decepción
ante una situación que considera “injusta”:
“Solo pedimos que valoren la dura situación por
la que está pasando nuestra familia, con mi
enfermedad en estado avanzado”. La profesora
tutora de su hijo, asegura la madre, considera
que el menor, matriculado en cuarto de Primaria,
no sufre ninguna dificultad especial de
aprendizaje y que para superar el curso sería
suficiente con que pudiera seguir las clases a
distancia.
Graciela
ha decidido pelear contra el expediente que le
han abierto. Ha presentado una queja ante la
Valedora do Pobo de Galicia, la institución
equivalente al Defensor del Pueblo, porque el
protocolo de absentismo escolar de la Xunta
establece como justificadas las faltas por
enfermedad grave de un familiar en primer grado
y brinda a cada centro la capacidad de valorar
las circunstancias excepcionales. El BNG, que ha
llevado el caso al Parlamento gallego, estima
que solo en la provincia de Pontevedra al menos
60 familias están sufriendo el mismo problema
que la madre de Gael.
La Xunta
publicó hace una semana la creación de
comisiones provinciales para revisar los casos
de absentismo que han surgido este curso. Manuel
Lourenzo, portavoz de Educación del BNG,
considera este paso innecesario porque el
respaldo legal a las familias con miembros
vulnerables ya existe, sostiene. Pide a
Educación que unifique los criterios para los
casos que cuentan con justificación médica: “Hay
familias que tienen soluciones mucho más laxas y
cuyos niños podrán ser evaluados y otras que
están en el abandono, todo según el criterio del
centro”.

Graciela, junto a su hijo.OSCAR
CORRAL / EL PAÍS
Fuentes
de la Consejería de Educación matizan que las
comisiones revisarán situaciones de absentismo
que tengan origen en la covid-19 y cuya
justificación no esté del todo clara o genere
dudas. Sin embargo, no se ha presentado ninguna
orden con criterios para que los colegios
evalúen si las justificaciones son válidas. La
Xunta insiste en la importancia de que se
revisen las particularidades de cada caso para
encontrar una solución que siempre garantice el
derecho a la educación del niño.
La
medida del Gobierno gallego llega varios meses
después del inicio de clases y de las
reivindicaciones de familias de toda España en
esta misma situación o similares. En
septiembre, la Abogacía del Estado presentó un
informe aclarando que en estos casos debe primar
que los menores asistan a clase, pero al mismo
tiempo sugiere revisar las circunstancias de
cada estudiante. Jose Luis Cembrano, portavoz de
la Asociación Española de Abogados de Familia,
concuerda: “Es necesario encontrar la mejor
solución para cada circunstancia”. Insiste en
que no siempre será la educación a distancia, ya
que se tienen que valorar las necesidades de
cada niño.
En medio
de las visiones cruzadas y la falta de medidas
concretas, la vida de la familia de Graciela ha
cambiado poco desde marzo. Su rutina es similar
a la que tenía durante el confinamiento de la
primera ola. Ella recibe su tratamiento cada 21
días y su hijo Gael sigue el mismo horario que
sus compañeros, pero con el apoyo en casa de su
madre y su tío, que es profesor de Primaria. Por
las tardes, el niño sale a pasear con su padre.
Todo a la espera de una solución que parece
inalcanzable a corto plazo y que permita que sea
la propia tutora del centro quien guíe y evalúe
el progreso del menor.