Francesco Tonucci: "Muchos
intereses de mercado empujan al uso de
ordenadores en la escuela. La pregunta es si son
útiles"
"Si una fábrica produce un 30% de coches que
no andan, debería cerrar. De la escuela se
podría decir lo mismo", sugiere el
psicopedagogo Francesco Tonucci, que cree
que la escuela actual ni funciona ni es
igualadora
El
psicopedagogo Francesco Tonucci.
Daniel Sánchez Caballero
5 de julio 2020
Francesco Tonucci, psicopedagogo,
pensador y dibujante italiano, lleva
toda su vida escuchando a los niños.
Reuniéndose con ellos para preguntarles
qué opinan de la Educación, de las
clases, de sus ciudades. De estas
conversaciones surgió el proyecto La
Ciudad de los Niños, una iniciativa
multidisciplinar que se convirtió en
libro en 1996 y que ya es una referencia
mundial en cuanto a cómo deberían ser
las ciudades si pensaran un poco más en
los pequeños que las habitan. Entre las
iniciativas más reconocidas de La
Ciudad de los Niños están los
caminos escolares, corredores seguros en
las ciudades para que los niños vayan
andando al colegio, actividad que,
defiende Tonucci, solo tiene ventajas:
autonomía para los pequeños, ejercicio y
menos contaminación en los entornos
escolares.
De estos meses de
confinamiento, Tonucci cree que los más
pequeños no han sufrido tanto como algunos
podrían pensar y lamenta que la escuela, en
general, haya tratado de replicar su
actividad habitual en los hogares casi como
si nada hubiera pasado. Opina que esta
crisis, como todas, ofrece una buena
oportunidad para cambiar las cosas de la
escuela que no funcionan. "Si muchos
estudiantes van a la escuela sin querer ir,
se aburren, aprenden poco, y además los
docentes están entre los trabajadores con
más enfermedades profesionales, algo estamos
haciendo mal".
¿Cómo han pasado los
pequeños el confinamiento?
Hay mucha alarma, pero creo
que estas preocupaciones son exageradas.
Diría que sufrieron más los adolescentes.
Los más pequeños, en Primaria, tuvieron que
renunciar a cosas para ellos muy
importantes; lo que más salió en nuestras
encuestas fue la falta de amigos. Creo que
los niños vivieron el confinamiento bastante
bien, porque lo vivieron en su casa y con la
presencia de sus padres, y eso ha sido un
regalo. Tanto tiempo en casa y muchas veces
haciendo cosas juntos... Eso se lleva bien.
Otra cosa son los niños hijos únicos se han
quedado solos con sus padres, mientras que
los que tienen hermanos han podido compartir
la experiencia, y eso es distinto. Creo que
en general no van a sufrir mucho. Me
preguntan a menudo cómo van a pasar los
niños este trauma, como si hubieran vivido
una guerra. Hay situaciones distintas,
algunas límites con mala relación con los
padres o episodios de violencia, pero esto
no depende de la coyuntura tampoco, ya
existía. Los niños tendrán una capacidad de
recuperación mucho más alta que nosotros.
Ya que ha mencionado
a los padres y su estancia con los hijos,
¿estaban preparados para esto? ¿Para tener
que atender a sus hijos, ayudarles con la
escuela, tenerlos en casa todo el día?
Claro que no. Todos hemos
aprendido cosas. Pero creo que la que ha
hecho un esfuerzo menor ha sido la escuela.
Los colegios cerraron y ya. Todo el mundo ha
cambiado su manera de actuar, pero la
escuela ha intentado hacer lo mismo. No ha
sabido ver que ha cambiado el mundo, al
menos durante un tiempo. La escuela ha
intentado, al menos la experiencia italiana,
decir que no pasa nada y que vamos para
delante como antes. El lema del Ministerio
de Educación italiano fue "la escuela no
para". Creo que es grave. La escuela tenía
que parar y reflexionar, darse cuenta de lo
que estaba pasando. No tiene sentido que
mientras el mundo sufre la tragedia que
hemos vivido, la escuela siguiera con los
fenicios, sumar, restar y pidiendo deberes.
Nosotros lo primero que hicimos cuando
empezó esto fue hablar con los niños. Todo
el mundo se ha preocupado por los niños
hablando con expertos, pidiendo a psicólogos
consejos para padres, a los maestros. Pero
nadie pensó en preguntar a los niños qué les
pasaba, cómo lo estaban viviendo y qué
proponían. Fue lo primero que hicimos con
las ciudades de nuestra red, principalmente
en Italia, España y Latinoamérica, pidiendo
que se convocaran los consejos de niños de
forma virtual. Se hizo, y con frecuencia,
porque a los niños les gusta participar y
expresar su punto de vista. Salieron cosas
muy claras.
Como por ejemplo...
Tres cosas, principalmente.
Hablamos de niños de 8 a 11 años. Y dijeron
lo mismo en todos los países: que extrañaban
a los amigos, que estaban bien con sus
padres y que estaban hartos de deberes y
cansados de seguir clases en pantallas. Era
muy evidente: la educación a distancia
suspendió, no pasó el filtro de sus
usuarios. También ha ocurrido con los
adolescentes. Era complicado hacer esto
durante muchas horas. Pensando en
septiembre, muchas escuelas proponen seguir
con la enseñanza a distancia, pero no es
plausible. A partir de estos tres elementos
se podían pensar cosas más interesantes.
Nosotros proponíamos hacer de la casa un
laboratorio para la escuela. Que la escuela
aprovechara la presencia de los padres para
pedirles ayuda y que las actividades
domésticas fueran los nuevos deberes. Se
podía buscar la matemática de la cocina, la
lengua de las recetas, la lectura colectiva
en casa como un teatro, mirar fotos para
reconstruir la historia personal de los
niños. Creo que esto es un elemento
interesante que podía haber valido para la
cuarentena, pero también puede servir para
la vuelta.
¿Cree que la escuela
necesita cambiar globalmente o nos sirve
esperar a que haya una vuelta a algún tipo
de normalidad y volver a lo de antes?
Depende de cómo nosotros
vemos la escuela que hemos dejado en marzo.
Si pensamos que era adecuada a las
necesidades de nuestra sociedad es correcto
pensar en volver a lo de antes. Pero yo
estos días pongo el ejemplo de una fábrica
de coches. Si produce bien y ha tenido que
parar por la pandemia, ahora está aguantando
por necesidad para volver a producir como
antes. No sé si la escuela puede decir lo
mismo. Desde mi punto de vista, no funciona
porque no responde a las necesidades
sociales. Nuestros países tienen
constituciones que afirman que los
ciudadanos son iguales. Pero después de
decir que son iguales, los constituyentes se
dieron cuenta de que no es verdad. Por
tanto, afirmar que sí lo son es un
compromiso, no una realidad, y la escuela es
un elemento fundamental para corregir lo que
el nacimiento no garantiza. Pero las
investigaciones que hemos hecho dicen que la
escuela es un agente de diferenciación y no
de igualdad. Los últimos se quedan últimos y
los mejores siguen siéndolo.
En Italia salió una encuesta
esta pandemia que dice que el 30% de los
jóvenes son analfabetos funcionales. Imagina
que Seat produce un 30% de coches que no
andan. ¿Podría decir que está deseando
volver a su producción habitual? No. Debería
cerrar. Si pensamos que muchos estudiantes
van a la escuela sin querer, se aburren y
aprenden poco, y le sumas que los maestros
es una de las profesiones con más
enfermedades profesionales, algo estamos
haciendo mal. Como decía, parte de la
sociedad que cree que debería cambiar, pero
les genera dudas porque cambiar cuesta. Los
mismos directores, inspectores, hasta los
ministros, parece que están en la parte de
los que se quedan. Los que tienen ganas de
experimentar algo nuevo, de moverse, tienen
un momento favorable para hacerlo. Las
crisis permiten experimentos. Aclaro: una
persona individual siempre ha podido
hacerlo. Los buenos maestros siempre lo son.
Con este planteamiento espero que un grupo
de personas, de escuelas esté dispuesto a
ponerse alrededor de una mesa y ver qué se
puede hacer. Creo que sería interesante que
en la reapertura se juntaran en una mesa
cuatro protagonistas: la ciudad, la escuela,
la familia y los alumnos para buscar un
nuevo pacto educativo. No va a funcionar si
viene desde arriba.
Incluye a las
ciudades en esta mesa, una de sus
especialidades. ¿Qué rol tendrían en
relación a la escuela?
Creo que una de las
propuestas en las que hay que avanzar es que
la escuela no se haga solo dentro de la
escuela. Pero no porque necesite espacio, lo
interesante sería que la ciudad invitara a
las entidades públicas o privadas a ofrecer
experiencias nuevas. Puede ser una granja,
un teatro, una industria. Hay que pensar
experiencias significativas. Cuando en
Italia apareció el tiempo pieno,
ocho horas en la escuela, que nació en
Turín, una ciudad obrera, los maestros
buscaron qué hacer para no tener a los
chicos ocho horas sentados. Se pensó en la
ciudad, que les ofreciera cosas, y las
clases incluían cosas muy diversas. Por
ejemplo, los panaderos invitaban a los niños
a hacer pan, y los niños iban a clase con el
pan hecho por ellos. Es una experiencia
pequeña, sencilla, pero interesante para los
niños. Y luego la escuela podía empezar a
trabajar desde ahí, con el pan, el trigo, lo
que sea.
La segunda idea de lo que la
ciudad puede ofrecer a la escuela es que las
calles que rodean a un centro sean
competencia de la escuela. Que la escuela
pueda utilizar como un espacio reservado las
calles que la rodean, que se pueda utilizar
este espacio como gimnasio, para ciertas
clases... También está el medio ambiente.
Hace seis meses el tema principal era el
cambio climático, parece que nos hemos
olvidado. Me parece básico pensar que haya
una zona de respeto alrededor de las
escuelas sin tráfico, menos contaminadas y
sin ruido. La otra cuestión que propongo es
que los niños vayan a la escuela andando por
su cuenta. Se limita así el número de gente
que se desplaza y se asegura la distancia.
En España están
empezando a presentar los planes para
septiembre. No parece que haya mucha gente
pensando en cambiar las cosas, la
preocupación máxima es dónde van a meter al
alumnado.la
preocupación máxima es dónde van a meter al
alumnado
Porque la lógica que se sigue
es que no vemos el momento de volver a lo de
antes. No hay una conciencia de que no
funcionaba. Muchos temas deberían pasar una
revisión crítica. Si la escuela pierde un
30% del alumnado no está funcionando.
Debemos aprovechar para pensar que la
escuela puede ser distinta. Por ejemplo, me
llamó un consejero de una comunidad autónoma
de España. Me preguntaba qué podía hacer él
para favorecer el cambio. Le dije que se
pusiera del lado de los que cambian, en vez
de enfrente. Hay maestros que aprovechan
estas situaciones para proponer cambios. Se
van a encontrar en contra a colegas,
directores e inspectores. Es importante que
quien tiene poder lo utilice para favorecer
el cambio, no para impedirlo. Aunque insisto
en que los buenos maestros siempre lo han
hecho.
Con la enseñanza a
distancia, una de las medidas que se está
tomando es tratar de dotar de equipamiento
tecnológico a todos los niños. ¿Le da miedo
que se aproveche ya que están para
utilizarlos más de manera habitual?
Creo que hay muchos intereses
de mercado que empujan en esta dirección.
Para los que producen ordenadores y tabletas
la escuela es un mercado impresionante. Si
alguien decide que todos los niños deben
tener un dispositivo, son millones de ellos
[en España hay más de 8 millones de
escolares]. La pregunta es si es útil. Creo
que tener conexiones e instrumentos lo es,
el asunto es que cuando los ponemos en la
educación tenemos que tener cuidado y no
pensar que esto es la solución. Es un
instrumento. Poderoso, importante, pero como
siempre ocurre con las herramientas depende
de la mano que los utiliza.
Además, la enseñanza a
distancia ha mostrado de nuevo las
diferencias entre alumnos. Los hay dotados,
con instrumentos y conexiones, y otros sin.
A la gente le preocupa mucho lo que hayan
podido perdido los alumnos en este tiempo.
Yo lo que propongo a la escuela es el
pensamiento contrario. Que piensen qué han
ganado los alumnos en estos meses y trabajar
sobre ello.
Creo que todos han ganado
cosas importantes para la vida. A nivel
de carácter, de emociones, de autonomía,
de aprendizajes concretos también. Han
aprendido a hacer cosas que no habían
hecho antes, creo que sería interesante
trabajar sobre esto a la vuelta. Qué han
aprendido, qué no, qué ha pasado, qué ha
salido bien, qué no. Es importante de
cara al futuro, también por si pasa otra
vez. Más importante que equiparse, sea a
nivel de tecnología o de conocimientos.