La lacra de la falta de formación
“Salir del armario en la escuela puede ser una
tortura, pero quedarse también. Hay mucha gente que
lo está pasando fatal y no sabe cómo explicar lo que
siente o sufre”, añade Martí, un compañero de clase
de Cata. Ambos aseguran que las vulneraciones por
parte de los estudiantes “eran de esperar”. Pero lo
que realmente les molesta es no sentirse acompañados
por el profesorado. Uno de cada cuatro alumnos
encuestados asegura que su grado de comodidad en el
aula “depende mucho de qué profesor dé la clase”.
En
esta línea, destaca que la mayor parte de alumnos
del instituto Vila de Gràcia asegura haber sido
testigo de comentarios negativos sobre el colectivo
LGTBI por parte del profesorado. Pero, ante la misma
pregunta, los docentes niegan haber presenciado
tales actitudes. “Esto demuestra que solo dicen
estas cosas ante los alumnos, mientras que delante
de sus compañeros de trabajo no lo hacen”,
reflexionan los alumnos del centro.
Agredo explica que muchos de estos comentarios no se
hacen por LGTBIfobia explícita, sino por
desconocimiento. La investigación muestra que los
mismos docentes reconocen que les falta formación,
pero también que hay una cierto desinterés. Esto
último se confirma por el hecho de que, en los tres
centros, más de la mitad del profesorado no ha
accedido a responder la encuesta ni a participar de
las formaciones. “Es como que no va con ellos. Lo
ven como algo que hacemos nosotros mientras ellos
van a almorzar”, denuncia Cata.
Agredo coincide en que falta formación entre el
profesorado, pero no tiene una visión tan negativa
del panorama. Apunta que la mayoría de docentes
tiene ganas de mejorar. Para lograrlo, “deben ser
conscientes de la importancia de su papel”, dice la
técnica de Médicos del Mundo. Igualmente lo creen
los alumnos, que demandan mayor acompañamiento. “Los
'profes' son los que nos tendrían que ayudar y
defendernos de quienes nos atacan por ser quienes
somos. Y no sentimos que nos apoyen”, asevera Martí.
Falta de espacios seguros
A
pesar de que alumnos como Cata y Martí consideran
“muy positivo y un gran avance” haber podido
realizar esta investigación en sus escuelas, también
apuntan que los resultados son bastante
preocupantes. Uno de los que más inquieta a los y
las jóvenes es que la mayoría de personas han
respondido “no lo sé” o “sí” a la pregunta de si
debería existir también un día del orgullo
heterosexual. “Esto demuestra que hay mucha gente
que cree que ya no hay discriminación”, se lamenta
Martí. “Pero qué casualidad que, quien piensa esto,
siempre es heterosexual o cis”, ironiza Cata.
Las encuestas muestran que el sufrimiento de las
personas LGTBI traspasa poco a aquellas que son
heterosexuales. Por ejemplo, en el instituto
Emperador Carles, el 23,8% de los alumnos se sienten
cohibidos por el ambiente en clase, el mismo
porcentaje que asegura que hay personas asediadas en
el centro. “Es decir, que nadie que no sienta
vulnerados sus derechos tiene la capacidad de darse
cuenta de la incomodidad de ese 28,3% de
compañeros”, aseguran los alumnos de la escuela.
A
pesar de eso, la “parte positiva”, según los y las
autoras del informe, es que “cada vez más jóvenes se
paran a reflexionar y a cuestionar los estereotipos
y parámetros que la sociedad les impone”. En los
tres institutos más del 50% del alumnado se ha
replanteado su sexualidad, hecho que no significa
necesariamente que se identifiquen con el colectivo
LTGBI (solo el 13% lo hace).
Ante esa realidad creciente de jóvenes que no asumen
acríticamente su heterosexualidad, cobra mucha
importancia cuidar las fuentes de información que
usan: Internet se rebela como la principal vía que
tienen para resolver dudas sobre prácticas sexuales,
orientación e identidad de género. “Esto nos
preocupa, porque no podemos tener certeza absoluta
de la veracidad de la información que obtenemos, ni
de la capacidad de algunas compañeras para
distinguir mentiras”, dicen las alumnas del
instituto Emperador Carles, que añaden que “Internet
debería ser complementario a la formación”.
Pero a la juventud le cuesta encontrar este
acompañamiento. En las aulas no se muestran
conformes con su educación sexual. Y en lo que
respecta a sus casas, cerca de un 20% del alumnado
dice que no son espacios en los que puedan hablar de
su sexualidad. Esta cifra contrasta con las
respuestas de las familias de los jóvenes, la
mayoría de las cuales afirma que “actuarían con
normalidad si su hijo expresara su identidad
sexual”.
Así, uno de los objetivos de las comisiones de
género que se han creado en estos centros es
conseguir generar un ambiente seguro, que facilite
protocolos para evitar agresiones y que el alumnado
explore su seuxalidad e identidad de género sin
temor. Por ello, han elaborado una lista de buenas
prácticas que contemplan la creación de buzones de
quejas, tutorías para tratar las violencias
machistas o LGTBIfóbicas y, sobre todo, más
formación, tanto al alumnado como al profesorado.
“Necesitamos más visibilidad, pero no una
visibilidad de salir en medios en reportajes que
digan que qué bien todo. Necesitamos que se cuente
que nos siguen discriminando, porque lo que no se
explica no existe”, resume Martí.