Tribuna de expertos
CULTURA
Mensaje de Alain Badiou a la
juventud 'millennial': "Quiero corromperos"
En plena resaca del caso Navalón y de la polémica
acerca del estatus de las nuevas generaciones adelantamos las primeras
páginas del último libro del gran filósofo francés
18/06/2017
Alain
Badiou
[En plena
polémica por la
condición millenial, por el estatus social y político de las nuevas
generaciones, adelantamos en
exclusiva las primeras
páginas de 'La
verdadera vida. Un mensaje a los jóvenes' (Malpaso), el nuevo libro de Alain
Badiou, uno de los últimos grandes filósofos franceses. En sus
páginas, el pensador se dirige a los jóvenes a propósito de lo que la vida
puede ofrecerles, de las razones por las que cuales debe necesariamente
cambiarse el mundo y de los
riesgos que tal operación implica]
Ser joven hoy en día: sentido y sinsentido
Comencemos
por las realidades: tengo setenta y nueve años. Entonces, ¿por
qué diablos me ocupo de escribir sobre la juventud? ¿Por
qué esta preocupación adicional de hablarle a los propios jóvenes? ¿Acaso
no les toca a ellos hablar de su experiencia de jóvenes? ¿Acaso vengo a
ofrecer lecciones de sabiduría, como un anciano que conoce los peligros de
la vida y le enseña a los jóvenes a desconfiar y a quedarse tranquilos,
dejando el mundo tal como está?
Lo que
busco, como espero pueda observarse, es lo contrario. Me dirijo a los
jóvenes a propósito de lo que la vida puede ofrecer, de las razones por
las cuales debe necesariamente cambiarse el mundo, razones que, por lo
mismo, implican tomar riesgos.
Pero voy a
comenzar bastante lejos, por un episodio muy conocido relacionado con la
filosofía: Sócrates,
el padre de todos los filósofos, fue condenado a muerte bajo el cargo de
“corromper a la juventud”. La primerísima recepción oficial de la
filosofía tomó la forma de una acusación muy grave: el filósofo corrompe a
la juventud. Entonces, adoptando este punto de vista, diría simplemente
que mi objetivo es corromper a la juventud.
¿Pero qué
quiere decir “corromper”, y qué quiere decir en la mente de los jueces que
condenaron a muerte a Sócrates bajo el cargo de corromper a la juventud? No
puede tratarse de “corromper” en un sentido ligado al dinero. No
se trata de un “escándalo” en el sentido en que hoy en día hablan los
diarios: unas personas que se enriquecen utilizando su posición en tal o
cual institución del Estado. Sin lugar a dudas esto no es lo que los
jueces le reprochan a Sócrates. Recordemos que, por el contrario, uno de
los reproches que Sócrates hacía a sus rivales, conocidos como los
sofistas, era precisamente que recibían un pago. Sócrates, si se me
permite decirlo, corrompía a la juventud de manera gratuita, con lecciones
revolucionarias, mientras que los sofistas recibían una generosa
retribución por las lecciones que ofrecían, que además eran lecciones de
oportunismo. Por ende, “corromper a la juventud”, en el sentido socrático,
no es para nada un asunto de dinero.
Tampoco se
trata de corrupción moral, y menos aún de esas aventuras más o
menos sexuales de las que también hablan los diarios. Por el contrario, en
Sócrates puede verse, o en Platón
cuando transmite —¿o inventa?— el punto de vista de Sócrates, una
concepción particularmente sublime del amor, una concepción que no lo
separa del sexo, pero que lo va desprendiendo poco a poco de él en favor
de una especie de ascensión subjetiva. Desde luego, esta ascensión puede,
e incluso debe, iniciarse mediante el contacto con cuerpos bellos. Pero
este contacto no se reduce a la excitación sexual, pues es el punto de
apoyo material de un acceso a lo que Sócrates denomina la
idea de lo Bello. De tal forma, el amor es sin duda la creación
de un nuevo pensamiento que brota no solo de la sexualidad, sino de lo que
podría llamarse el amor sexuado-pensado. Y este amor-pensado es un
componente de la construcción intelectual y espiritual de uno mismo.
Me dirijo a los jóvenes a propósito de lo que la vida puede ofrecer, de
las razones por las cuales debe necesariamente cambiarse el mundo, razones
que, por lo mismo, implican tomar riesgos
Al final,
la corrupción de la juventud por un filósofo no es cuestión ni de dinero,
ni de placer. ¿Acaso se tratará de una corrupción por el poder? Sexo,
dinero, poder… Es una especie de trilogía: la trilogía de la corrupción.
Decir que Sócrates corrompe a la juventud equivaldría a decir que
aprovecha la seducción de sus palabras para obtener cierto poder. El
filósofo estaría utilizando a los jóvenes en pos de un poder, de una
autoridad. Los jóvenes estarían sirviendo a su ambición. Desde esta
perspectiva, habría corrupción de la juventud en el sentido de que se
estaría integrando su ingenuidad en algo que podría llamarse, siguiendo a Nietzsche,
una voluntad de poder.
Pero yo
diría, una vez más: ¡por el contrario! Hay precisamente en Sócrates, visto
por Platón, una denuncia muy explícita del carácter corruptor del poder. Es
el poder lo que corrompe, y no la filosofía.Hay en Platón una
violenta crítica a la tiranía, al deseo de poder, a la cual no hay nada
que agregar, que es de cierto modo definitiva. Contiene incluso la
convicción opuesta: lo que el filósofo puede aportar a la política no es
en absoluto la voluntad de poder, sino el desinterés.
Lo que el filósofo puede aportar a
la política no es en absoluto la
voluntad de poder, sino el desinterés
Así,
llegamos a una concepción de la filosofía por completo ajena a la
ambición, a la lucha por el poder. Sobre este tema, me gustaría citar un
pasaje de la traducción un tanto particular que hice de La República' de
Platón. La portada presenta la siguiente información: '“Alain Badiou”
(nombre del autor) y, abajo, “La República de Platón” (título del libro).1
De esta forma no se sabe quién escribió el libro. ¿Platón? ¿Badiou? ¿Tal
vez Sócrates, de quien se dice nunca escribió nada? Reconozco
que es un título orgulloso. Pero el resultado es, quizá, un libro
con más vida, más accesible para los jóvenes actuales que una traducción
estricta del texto de Platón.
Lo que voy a leerles se ubica en
el momento en que Platón se plantea la siguiente pregunta: ¿cuál
es exactamente la relación entre poder y filosofía, entre poder político y
filosofía? Aquí uno
puede darse cuenta de la importancia que el autor le otorga al desinterés
en política. Sócrates le habla a dos interlocutores, dos jóvenes,
precisamente, y aquí puede notarse que seguimos en el mismo tema. En la
versión original de Platón, son dos chicos,Glaucón
y Adimanto. En mi versión, evidentemente más moderna, hay un
chico, Glaucón, y una chica, Amaranta. En la actualidad, cuando se habla
de los jóvenes, o a los jóvenes, lo menos que puede hacerse es incluir a
las chicas tanto como a los chicos. He aquí el diálogo:
SÓCRATES.
Si encontramos, para aquellos a los que les ha llegado el turno de
asegurar una parte del poder, una vida muy superior a la que les propone
ese poder, entonces tendremos la posibilidad de que exista una verdadera
comunidad política. Porque solo llegarán al poder aquellos para quienes la
riqueza no es el dinero, sino lo que la felicidad requiere: la verdadera
vida, plena de ricos pensamientos. Si se precipita a los asuntos públicos,
en cambio, gente hambrienta de ventajas personales, gente convencida de
que el poder favorece siempre la existencia y la extensión de la propiedad
privada, no es posible ninguna comunidad política verdadera. Esa gente se
pelea con ferocidad por el poder, y esa guerra, en la que se mezclan
pasiones privadas y poderío público, destruye, junto con los pretendientes
a las funciones supremas, al país entero.
GLAUCÓN.
¡Repugnante espectáculo! Sócrates. Pero dime, ¿conoces una vida capaz de
engendrar el desprecio al poder y al Estado?
AMARANTA.
¡Desde luego! ¡La vida del verdadero filósofo, la vida de Sócrates!
SÓCRATES.
(Encantado.) No exageremos nada. Demos por sentado que no tienen que
llegar al poder los que están enamorados de él. En ese caso, tendríamos
solo la guerra de los pretendientes. He aquí por qué es necesario que se
consagren a la guardia de la comunidad política, por turno, todos los
integrantes de esa inmensa masa de gente a los que no dudo en declarar
filósofos: gente desinteresada, instintivamente instruida en lo que puede
ser el servicio público, pero que sabe que existen muchos otros honores
que los que se obtienen en la frecuentación de los despachos del Estado, y
una vida sin duda preferible a la de los dirigentes políticos.
AMARANTA.
(En un murmuro.) La verdadera vida.
SÓCRATES.
La verdadera vida. Que jamás está ausente. O jamás por completo.
Ahí está. La filosofía, el tema
de la filosofía, es la verdadera vida.¿Qué
es una vida verdadera? Esta
es la única pregunta del filósofo. Y, por ende, si es que hay corrupción
de la juventud, no es para nada en nombre del dinero, de los placeres o
del poder, sino para demostrar a la juventud que existe algo superior a
todo eso: la verdadera vida. Algo que vale la pena, por lo que vale la
pena vivir, y que deja muy atrás el dinero, los placeres y el poder.
La
“verdadera vida”, recordémoslo, es una expresión de Rimbaud.
He aquí a un verdadero poeta de la juventud, Rimbaud. Alguien que hace
poesía a partir de su experiencia total de la vida que comienza. Es él
quien, en un momento de desesperanza, escribe de manera desgarradora: “La
verdadera vida está ausente”.
Lo que la
filosofía nos enseña, o en todo caso trata de enseñarnos, es que si bien
la verdadera vida no siempre está presente, nunca está completamente
ausente. Que la verdadera vida está por lo menos un poco presente es lo
que busca demostrar la filosofía. Y esta corrompe a la juventud en el
sentido de que intenta demostrarle que existe una falsa vida, una vida
destrozada, que es la vida pensada y practicada como
una lucha feroz por el poder, por el dinero. Una vida reducida, por todos
los medios, a la pura y simple satisfacción de las pulsiones inmediatas.
Existe una falsa vida, una vida destrozada, que es la vida pensada y
practicada como una lucha feroz por el poder, por el dinero
En el
fondo, dice Sócrates, y por el momento no hago más que seguirlo, hay que
luchar por conquistar la verdadera vida contra todos los prejuicios, las
ideas preconcebidas, la obediencia ciega, las costumbres injustificadas,
la competencia ilimitada. Fundamentalmente, corromper
a los jóvenes quiere decir una sola cosa: intentar que no entren en los
caminos ya trazados, que no se consagren simplemente a obedecer
las costumbres de la ciudad, que puedan inventar algo, proponer otra
orientación en lo que concierne a la verdadera vida.
Por
último, pienso que el punto de partida es la convicción de Sócrates de que
la juventud tiene dos enemigos
internos. Son estos enemigos internos quienes la conminan a
alejarse de la verdadera vida, a no reconocer en sí misma la posibilidad
de la verdadera vida.
El primer
enemigo es lo que podría llamarse la pasión por la vida inmediata, por el
juego, por el placer, por el instante, por una melodía, por una aventura,
por una fumada
de mariguana, por un juego idiota. Todo esto existe y Sócrates no
pretende negarlo. Pero cuando todo esto se acumula, cuando es llevado al
extremo, cuando esta pasión organiza la vida día a día, una vida
suspendida en la inmediatez del tiempo, una vida en que el futuro es
invisible o, en todo caso, totalmente oscuro, entonces se alcanza una
forma de nihilismo, una forma de concebir la existencia sin ningún sentido
unificado. Una vida desprovista de significado y, por ende, incapaz de
durar como una vida verdadera. Lo que se denomina “vida” se convierte
entonces en un tiempo dividido en instantes más o menos buenos, más o
menos malos, de modo que, a fin de cuentas, lo único que puede esperarse
de la vida es tener la mayor cantidad posible de instantes más o menos
aceptables.
La juventud debe pasar por la violenta experiencia del
poder mortal de lo inmediato
Definitivamente, esta concepción disloca la idea de la vida misma, la
dispersa, y por ello esta visión de la vida es también una visión de la
muerte. Es una idea profunda, presentada con mucha claridad por Platón: cuando
la vida queda sometida a la inmediatez temporal, se disloca a sí misma, se
esparce, deja de reconocerse, deja de estar ligada a un sentido
sólido. Recurriendo al lenguaje de Freud y
el psicoanálisis, en torno al cual Platón suele adelantarse en varios
puntos, podría decirse que esta visión de la vida ocurre cuando la pulsión
de vida está secretamente habitada por la pulsión de muerte. De manera
inconsciente, la muerte se apodera de la vida descomponiéndola,
arrancándola de su posible significado. Este sería el primer enemigo
íntimo de la juventud, que inevitablemente atraviesa por esta experiencia.
La juventud debe pasar por la violenta experiencia del poder mortal de lo
inmediato. El propósito de la filosofía no es negar esta experiencia viva
de la muerte interna, sino superarla.
Por otro
lado, la segunda amenaza interna para un joven es aparentemente lo
contrario. A saber, la
pasión por el éxito, la idea de convertirse en alguien rico, poderoso, con
una buena posición. No ya la idea de consumirse en la vida
inmediata sino, por el contrario, de hallar un buen lugar en el orden
social existente. La vida se convierte entonces en una suma de ardides
para encontrar una buena posición, sin importar que, con tal de lograrlo,
uno deba someterse mejor que todos al orden existente. No
es el régimen de la satisfacción inmediata del gozo, sino el régimen del
proyecto bien construido, bien eficaz. Se comienza a estudiar
desde el jardín de infancia y se continúa en los mejores colegios,
elegidos con todo cuidado. Se asiste, en particular, a Henri IV, o a
Louis-le-Grand, donde, por lo demás, concluí mis estudios. Y se prosigue,
cuando se puede, en este camino: las grandes universidades, los consejos
de administración, las altas finanzas, los poderosos medios de
comunicación, los ministerios, las cámaras de comercio, empresas startup
cotizadas en miles de millones en la bolsa…
En el
fondo, cuando se es joven, uno está expuesto, a menudo sin saberlo
claramente, a dos posibles orientaciones de la existencia, en ocasiones
mezcladas y contradictorias. Estas dos tentaciones podrían resumirse así: o
bien la pasión de quemar la vida, o bien la pasión de construirla.
Quemarla equivale al culto nihilista de lo inmediato. Esto bien podría ser
el culto de la revuelta pura, de la insurrección, de la insumisión, de la
rebelión, de nuevas formas de vida colectiva resplandecientes y breves,
como la ocupación de plazas públicas durante unas cuantas semanas. Pero,
como podrá notarse, nada de esto tiene un efecto duradero, no hay
construcción, no hay un control organizado del tiempo. Se
avanza bajo el lema 'no future'. Y si, por el contrario, la vida
se orienta hacia la plenitud del futuro, el éxito, el dinero, la posición
social, el oficio rentable, la familia tranquila, las vacaciones en las
islas del Sur, ello da por resultado un culto conservador de los poderes
existentes, pues es de acuerdo con ellos como uno va a establecer su vida
en las mejores condiciones posibles.
Estas son
las dos posibilidades siempre presentes en el sencillo hecho de ser joven,
de tener que comenzar y, por ende, orientar la existencia propia. Quemar
o construir. O ambas cosas, aunque esto no sería fácil, pues
implicaría construir el fuego, y el fuego quema y relumbra, el fuego
brilla, calienta e ilumina momentos de la existencia. Sin embargo, es
destructor, más que constructor.
Es porque existen estas dos pasiones que hay juicios tan opuestos sobre la
juventud, y no solo en la actualidad, sino desde hace mucho. Juicios muy
contrapuestos que van desde la idea de que la juventud es un momento
maravilloso hasta la idea de que la juventud es un momento terrible de la
existencia.