Sus
palabras no serían tomadas en serio de no ser por los más de 30
años que dedicó a la docencia en universidades como
Stanford. Considerado uno de los principales investigadores
del mundo en
Inteligencia Artificial, fue profesor de Ciencias de la
Computación y Psicología en
Yale y en los setenta se dedicó a investigar cómo educar a
los ordenadores para que se comportasen como humanos. Cuando sus
hijos comenzaron la escuela cambió el foco de su trabajo; se dio
cuenta de que el verdadero reto era descubrir la mejor fórmula
para educar a los humanos. A finales de los ochenta creó el
Instituto de Ciencias de la Educación en la
Universidad de Northwestern, en Chicago.
Hoy ofrece sistemas alternativos de
aprendizaje basados en la enseñanza virtual desde su empresa
Socratic Arts y dirige
Enginees for Education, una organización sin ánimo de lucro
que asesora a los estudiantes en la búsqueda de su vocación.
Pregunta. ¿Cuál es su
principal crítica al sistema educativo actual?
Respuesta. La mayoría de la
gente cree que las materias que se estudian en el colegio son
las que hay que aprender y eso no es así. El programa académico
de los institutos en
Estados Unidos fue diseñado en 1892 por el entonces
presidente de
Harvard, Charles Eliot. Escogió biología, química, física,
álgebra, trigonometría, geometría, literatura, historia y lengua
extranjera. ¿Te resulta familiar? Esos eran los campos que se
estudiaban en Harvard y la intención de Eliot era hacer la vida
más fácil a los profesores de esa universidad, garantizando que
los alumnos que entrasen lo harían con una buena base. Hoy se
enseñan más de 150 programas en Harvard pero en los institutos
todavía no hay asignaturas de programación o ingeniería
medioambiental. ¿Cómo se explica eso?
P. ¿Cree que habría que
eliminar contenidos como el álgebra?
R. El álgebra es como una
religión, todo el mundo cree que tiene beneficios pero no existe
evidencia científica. No te podría decir la cantidad de personas
que me han dicho que el álgebra enseña a pensar mejor, cuando no
existe ninguna investigación que lo demuestre. Por eso digo que
es como una religión; te dicen que Jesús visitó una montaña y,
aunque no hay evidencias, la gente lo cree. Una vez terminado el
instituto, nadie recuerda esos temas porque son inútiles y el
99% de los adultos nunca los han utilizado. Muchos estudiantes
se sienten idiotas por no entender ese tipo de contenidos,
genera frustración, hace a la gente llorar e incluso abandonar
la escuela.
P. ¿Qué contenidos cree que
se deberían enseñar en la escuela?
R. Te tienen que enseñar cómo tener una vida
mejor y ser más feliz. Sin embargo, el sistema te dicta
erróneamente lo que debes saber. Por poner un ejemplo, estudiar
El Quijote en el instituto es un error. No te ayuda ni un
segundo en tu vida, más allá de poder mantener una conversación
sobre
Cervantes. Es un sistema pensado para los intelectuales,
pero hoy hacen falta otras competencias, como
saber programar o conseguir un trabajo. Es importante ayudar
a los niños a descubrir lo que más les gusta y para ello hay que
ofrecerles programas abiertos y dejarles que decidan. Si un
estudiante quiere ser médico, con programas de realidad virtual
se pueden simular operaciones con pacientes reales y así puede
descubrir si realmente le apasiona.
P. ¿Cuál es el principal
freno para la modernización de la escuela?
R. Siempre digo que todos los
problemas de la educación empiezan por p: políticos y padres.
Una vez tuve una discusión con el ministro de Educación de
Italia porque presumía de ser el único país de
Europa que exigía saber latín. Yo le dije que ese era el
motivo por el que estaban tan atrasados. Si hablamos de los
padres, se echarían a la calle si les decimos que sus hijos ya
no van a estudiar trigonometría. Evitan el cambio porque
presumen que la escuela que tenemos es la correcta. Que me
enseñen la evidencia de que ayuda al mejor desarrollo del
cerebro.
P. Universidades como la de
Texas,
Rutgers o la de
Mondragón en México ya están utilizando sus plataformas
online de aprendizaje. ¿En qué se diferencian de la
metodología tradicional?
R. Soy psicólogo y he
estudiado el funcionamiento de la mente toda mi vida. Los
humanos comunican mejor las historias reales, son las que
recuerdan, por eso las clases magistrales no funcionan. En las
conversaciones reales se toman turnos y cada uno de los
participantes no suele hablar más de dos minutos. Eso explica
por qué somos capaces de mantener la atención. He analizado cómo
funciona el aprendizaje y la base es hacer preguntas, intentar
hacer cosas, fallar, pedir ayuda e intentarlo otra vez. Es lo
que llamamos learning by doing (aprender haciendo) y es
lo que hace mi plataforma; simula experiencias que permiten a la
gente practicar, identificar qué hacen mal y corregirlo. Nadie
quiere ser enseñado. Los niños aprenden solos, simulan construir
ciudades con bloques, imaginan cómo ser padres con muñecos y
ocasionalmente piden ayuda. En nuestra plataforma se trabaja por
proyectos en lo que llamamos Story Centered Curriculum
-programa basado en historias-. Tenemos ya uno de análisis de
datos y ahora estamos diseñando otro en ciberseguridad.
P. Critica la fórmula de las
universidades y sin embargo trabaja con ellas.
R. Tengo que confesarte que
ya no queremos seguir trabajando con universidades porque no
quieren romper con lo establecido, quieren continuar con las
clases magistrales y los exámenes. Ahora nos interesa más
ofrecer los programas directamente a grandes empresas que
quieren enseñar a sus empleados a hacer bien su trabajo y
ponerse al día con nuevas técnicas de análisis de datos. Esta es
mi forma de ganarme la vida, pero mi interés real es destruir el
sistema educativo.
P. ¿Cómo casa su forma de
pensar con la cantidad de años que dedicó a docencia en
universidades de élite como Yale?
R. Cuando llegué a Yale,
pensaba que era uno de los mejores lugares del mundo para
trabajar. Con los años, renuncié como profesor porque me di
cuenta de que estábamos generando un perjuicio intentando ir de
algo que no éramos. Un docente de Yale es sobre todo un
investigador que publica en revistas científicas y da charlas.
Su misión es hacer de los estudiantes futuros investigadores y
si ellos no quieren serlo, se equivocaron de universidad. Ellos
no saben que están en la mejor escuela, pero de investigación.
El sistema educativo en Estados Unidos se ha
arruinado por universidades como Harvard, que recomienda ser muy
bueno en materias como álgebra o trigonometría para sus pruebas
de admisión, basándose en el programa de 1892. Los institutos
mantienen ese programa para intentar generar potenciales alumnos
para Harvard. Es una fórmula que hace mucho más fácil cribar
entre 30.000 solicitudes anuales, pero está desfasada.
P. ¿Qué le recomendaría a un
chaval de 18 años?
R. Que se tome unos años antes de la
universidad para descubrir todo lo que no le ha permitido el
sistema educativo, para que entienda quién es y qué le gusta.
Cuando llegan con 23 o 24 años son mejores estudiantes porque
saben por qué están ahí. Mientras tanto, cualquier opción es
buena:
voluntariados en otro país, trabajo o prácticas. En mi país
hablamos de sexo, drogas y rock & roll, eso es lo que
les toca a esa edad. ¿Alguien cree que tiene sentido pagar
50.000 dólares de matrícula para hacer eso?
Roger
Schank visitó España la pasada semana para impartir una charla
sobre Inteligencia Artificial a los alumnos de la Code
Academy Ubiqum
de Barcelona.