SUR
http://www.diariosur.es/malaga/201702/06/aniversario-carretera-malaga-almeria-20170206212948.html
80 aniversario: La carretera Málaga-Almería, la
masacre silenciada de la Guerra Civil
La tarde del 7 de febrero de hace 80 años, Málaga
capital se quedó vacía. Una inmensa columna de personas presa del miedo huía
por el litoral ante la inminente entrada de los nacionales. Fueron
bombardeados por mar y aire en el éxodo más cruento de la contienda.
Elena de Miguel | Málaga @DeMiguelConde
6 de febrero de 2017
7 de febrero, domingo de
Carnaval: La huida
El domingo
7 de febrero es domingo de carnaval. La
ciudad lleva meses siendo bombardeada por los aviones franquistas,
pero los ataques se han vuelto más encarnizados en los últimos días. La
llegada de refugiados de los pueblos ocupados es imparable. De poco sirve
que los periódicos republicanos de la época silencien la realidad, como en
la portada que ese mismo día saca a la calle el
diario de izquierdas 'El Popular', donde no se hace ninguna
referencia a que las tropas nacionales tienen cercada la ciudad. Nada ni
nadie puede parar ya la espiral de pánico que se están adueñando de la
ciudad.
Gamel Woolsey, esposa del escritor Gerald Brenan, lo describe así en su
libro 'El
otro reino de la muerte':
"Un siniestro rumor que nos hizo olvidar a todos la quema de casas se
propagó por el pueblo: ¡El tercio, que viene el tercio! Por el tono de las
voces que oímos en la calle, era como si hubieran dicho: 'Se
ha abierto el infierno, Lucifer y su legión están sobre nosotros. Esta
legión, digna de Lucifer, era lo que esperaban y la expectativa corría como
una ola fría de horror sobre el campo. Nadie se acostó, todos estaban fuera
en la carretera, viendo la llamarada roja de Málaga e intentando escuchar a
lo lejos los pasos del enemigo que acercaba".
La visión de los primeros cañones en las montañas que rodean Málaga en
esa soleada mañana de domingo es
sólo la confirmación de los peores presagios. De barrio en barrio, de
calle en calle, de casa en casa se propaga la misma frase: 'Que vienen los
moros'. El temido Tercio de Regulares de Marruecos que acompaña a las tropas
nacionales arrastra una fama funesta; a ellos se les atribuyen todo tipo de
actos violentos. Es entonces cuando las charlas del general
Queipo de Llano desde
Radio Sevilla, repletas de amenazas, adquieren máxima relevancia.

Las charlas del general Queipo de Llano, llenas de
amenazas, fueron un elemento más de terror que impulsó a la población
malagueña a huir. / Ver documentación
Comienza la desbandada.
Hay quienes
huyen porque tienen las manos manchadas de sangre o por haber tenido
relevancia política o sindical. No obstante, la inmensa mayoría parte porque
lo hacen sus vecinos y porque nadie quiere quedarse a ver lo que está a
punto de ocurrir. El miedo da lugar a un efecto imitación sin precedentes en
el que la
masa lo arrastra todo, incluso a personas sin ninguna ideología. Los
propios milicianos, huidos del frente, también ejercen una fuerte presión
psicológica y, en ocasiones, obligan a la población a marchar.
Ya por la
tarde, la marea es imparable. Los
barrios populares se quedan vacíos, mientras
que la caravana se agolpa en el paseo del Parque y avanza hacia El Palo y
Rincón de la Victoria. La componen miles de personas, animales y carros que
arrastran sus pertenencias personales, muebles, máquinas de coser,
mantelerías, radios... No existe una cifra oficial de cuántas personas
salieron ese 7 de febrero. Historiadores como Encarnación Barranquero
aseguran que lo más probable es que las 50.000 personas que vivían
refugiadas desde hace meses en la ciudad procedentes de los pueblos ocupados
huyeran todas. A ellas se unen miles de personas de la capital y de pueblos
del camino. La
cifra oscila entre las 90.000 y las 150.000 personas, según la fuente que se
consulte.
El
corresponsal del 'Daily
Worker' Arthur
Koestlerdescribe de esta forma lo que se está viviendo en ese
momento en Málaga en su libro'Dialogue
with the death':
"Hacia las 2 de la tarde
comienza el éxodo desde Málaga. La
carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que
riñen entre ellas. Esta riada
lo chupa y lo arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador
civil, algunos oficiales del Estado Mayor… Corren algunos extraños rumores por
Málaga: que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el
este, a unos 50 km; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según
otro rumor, la carretera está todavía abierta, pero bajo el fuego de los barcos
de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya
detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del
miedo".Llegada a Torre del Mar.
Comienzan los bombardeos
Al amanecer del día 8 de febrero, mientras las tropas nacionales toman la
capital, la columna de malagueños alcanza ya Torre del Mar, donde se les
suma la marea de refugiados procedentes del interior de la provincia. La
carretera por la que avanzan está pegada al mar. Es entonces cuando
contemplan barcos en la costa y los primeros aviones, que empiezan a
bombardearlos. Los partes de guerra de la época no aclaran si la intención
era bombardear directamente a la población o si estaban cubriendo la bajada
de las tropas italianas desde Vélez hasta la playa. El
general Queipo de Llano explica así esta decisión:
“A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que
grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para
acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra
aviación, que los bombardeó”
El bando
nacional justifica estos ataques porque sostiene que quienes huyen son
milicianos de los frentes derrotados y líderes políticos de izquierda. Sin
embargo, la realidad es otra bien distinta. La inmensa mayoría de los
milicianos partieron días antes, cuando comenzaron a caer los frentes, y
quienes integran la caravana son, sobre todo, familias que arrastran a niños
y ancianos.
Queipo de Llano niega también que la huida sea
tan masiva:
“El gobernador de Almería, un perfecto marxista, dice (...) de Málaga han
huida 250.000 personas que no han querido sufrir la opresión fascista. La
coladura es de calidad, pues para esa evacuación hubiesen necesitado 10.000
camiones, poniendo a cada vehículo 25 personas y si a cada camión le damos
25 metros de carretera resulta que hubiesen necesitado 250 kilómetros para
la caravana; es decir que cuando el primer camión hubiese pasado 40
milómetros más allá de Almería, el último estaría aún en la ciudad de
Málaga”.

El Almirante Cervera es uno de los buques desde los
que se bombardea a la población, que camina entre los acantilados y la
playa. / Ver documentación.
Los refugiados aceleran su paso; se viven escenas de pánico; la gente se
esconde en las cunetas, en las alcantarillas, entre las cañas de
azúcar que encuentran en el camino. Los barcos que bombardean son el
cañonero Canarias, su gemelo Baleares y el Almirante Cervera, que se mueven
con una gran facilidad por el litoral porque no hay ninguna marina
republicana que les haga frente. Desde el aire, la aviación franquista e
italiana tampoco da tregua.
El diario
británico ‘The
Manchester Guardian’ da
cuenta de lo que está ocurriendo en la costa malagueña:
“La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las
dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a
asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de
Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó
un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones
alemanes e italianos. (...) Pronto el camino quedó cubierto de muerte”.

La caña de azúcar se convierte para muchos en el
único sustento. / Cedida Jesús Majada | Centro Andaluz de la Fotografía.
La caravana
de miles de personas llena la carretera de banda a banda; se avanza con
dificultad. Algunos prefieren hacerlo de noche aprovechando que hay luna
nueva o deciden tirar campo adentro para evitar los continuos bombardeos que
se hacen ininterrumpidos en esta zona de la costa.
Las tropas
les siguen de cerca y la gente empieza a abandonar sus enseres en la
carretera, que se llena de bultos, carros y de los utensilios más
insospechados. Los caballos y los burros pasan a ser los bienes más
codiciados, hasta el punto de que algunos supervivientes recuerdan haber
presenciado enfrentamientos e incluso robos de estos animales que, en
ocasiones, se desploman exhaustos de cansancio.
La comida empieza a escasear y los cultivos de caña de azúcar del camino se
convierten en el único sustento. Los campos quedan arrasados al paso
de esta marea humana que también rebusca alimento en los cortijos
abandonados. La gente de los pueblos cierra a cal y canto las puertas de sus
casas; son pocos los que ofrecen ayuda a los refugiados.

Niños durante el camino. / Cedida Jesús Majada |
Centro Andaluz de la Fotografía.
Nerja-La Herradura, el tramo con más muertos por
los bombardeos
La carretera
se retuerce y se estrecha en su entrada al paraje natural de Maro. Ya no hay
cultivos con los que alimentarse y el camino, recortado entre los peligrosos
acantilados que caen a la orilla y la montaña de fondo aparece como una
diana perfecta.La
multitud avanza agotada tras dos días andando casi sin descanso y bajo el
temor de las bombasy de las tropas nacionales e italianas que les
pisan los talones.
Los
bombardeos se hacen especialmente encarnizados en la cuesta de La Herradura,
donde, según los testimonios de los supervivientes, se producen más víctimas
normales. Cada ataque de los aviones o de los barcos dispersa el grupo en
busca de refugio. Al
regresar a la carretera, son muchas las familias a las que les falta algún
miembro.Comienza entonces una búsqueda angustiosa que en algunos
casos no obtendrá nunca resultados. Otros, la mayoría, se reencontrarán
durante el trayecto o al cabo de los años.
La carretera se llena de gritos y de llantos. Entre
los extraviados hay multitud de niños pequeños. El médico canadiense, Norman
Bethune, que avanza con su ambulancia recogiendo a refugiados, llega a
contabilizar más de 5.000 menores de 10 años:
“Los niños llevaban solamente su pantalón y las niñas su vestido ancho...
Niños con los bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados: niños
sin zapatos, con los pies hinchados, niños que lloraban desesperados de
dolor, de hambre, de
cansancio”.

Los malagueños recorrieron sin descanso los 219
kilómetros entre Málaga y Almería. / Cedida Jesús Majada | Centro Andaluz de
la Fotografía.
Hay personas
que, agotadas, se abandonan a su suerte en las cunetas del camino. Son en su
mayoría ancianos o embarazadas. Bethune también deja constancia de ello:
“Había mujeres que no podían dar un paso más: la sangre de las úlceras de
sus piernas hinchadas teñían de rojo sus alpargatas blancas. Muchos
viejos abandonaban toda esperanza y,
tumbados en la cuneta del camino, esperaban la muerte”.
Almuñécar: Los italianos interceptan a numerosos
refugiados
El tramo
entre Nerja y Almuñécar supone para muchos refugiados el final de su huida.
Las familias que avanzan con más lentitud o que salieron más tarde de Málaga
ven interrumpido el camino por las tropas italianas, que les impiden el paso
y les conminan a volver a sus hogares donde, les aseguran, no tendrán nada
que temer si no tienen las manos manchadas de sangre. En algunas poblaciones
como Almuñécar se fletan autobuses para llevar a los refugiados de regreso;
otros deberán desandar el trayecto a pie.

No hay una cifra oficial de cuántas personas
pudieron perder la vida durante el trayecto. / Cedida Jesús Majada | Centro
Andaluz de la Fotografía
En algunos
periódicos de la época se publican fotos de los que vuelven y se llega,
incluso, a afirmar que se trata de malagueños que huyeron de los
republicanos y que ahora, una vez ocupada Málaga por los nacionales, desean
retornar.
Motril: El río Guadalfeo arrastra a cientos de
refugiados
Los
refugiados que no han sido interceptados por los italianos prosiguen su
marcha. En su camino, entre Salobreña y Motril, se encuentran con que el
puente que atraviesa el río Guadalfeo ha sido volado. El caudal va
muy crecido, aunque no se conocen aún hoy en día los motivos exactos.
Durante años se ha asegurado que las tropas nacionales abrieron una presa
que había más al norte, sin embargo, ese dique fue construido con
posterioridad a estos acontecimientos; aun así, pudo liberarse alguna
pequeña presa que surtía los campos de la zona. Lo que sí está confirmado es
que ese mes de febrero fue especialmente lluvioso y que la semana antes de
la huida la provincia fue azotada por un fuerte temporal de lluvia.
El río se
convierte, por tanto, en un obstáculo casi insalvable. Aun así, son muchos
los refugiados que se adentran en sus aguas para intentar cruzarlo; algunos
lo hacen incluso de noche y con sus familiares en brazos. Este es uno
de los episodios más referidos por los supervivientes y donde también se
producen más víctimas. Otros
no se atreven a cruzar el río y prefieren andar campo adentro, donde, según
algunos testimonios, encuentran un puente de madera que les permite pasar al
otro lado.

Muchos refugiados andaban descalzos. Los zapatos se
les deshicieron durante el camino. / Cedida Jesús Majada | Centro Andaluz de
la Fotografía
La recta de Adra: el hambre y el cansancio son ya
mortales
La llegada
de las Brigadas Internacionales que apoyan al Gobierno republicano contiene
en Motril el avance de las tropas franquistas e italianas. El frente se
establece en la sierra de Lújar, donde permanecerá hasta el final de la
Guerra Civil. La presión de ser perseguidos desaparece por tanto para los
refugiados que prosiguen su camino hacia Almería; los bombardeos han
disminuido en intensidad. Aun así, el hambre y el cansancio son tan mortales
ya como la metralla. La
multitud avanza ya sin zapatos, con los pies heridos de la larga caminada y
de la gravilla que cubre el camino. Los
jirones de ropa que se encuentran tirados por el camino sirven como
improvisadas vendas para cubrirse las heridas y seguir avanzando.
Ya en la recta
de Adra empiezan a aparecer los primeros camiones de milicianos que recogen
a los que avanzan en peores condiciones. Entre ellos está la
ambulancia del médico Norman Bethune, que describe de esta manera la escena
que acontece cada vez que su vehículo se abre camino entre la multitud:
“Nuestro coche se abría paso a duras penas... Los refugiados pasaban al lado
del camino, como si no lo vieran. Seguían caminando cansinamente, con los
ojos entornados hacia el suelo como síntoma inconsciente de la
extenuación... La mujeres avanzaban lentas con sus vestidos oscuros...
Tenían la cara y los ojos congestionados por el polvo y el sol de días y
levantaban hacia nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpecitos de sus
hijos. ‘Llévese
a éste’; ‘¡Mire este niño!; ‘¡Este está herido!’ ¿A quién íbamos a subir al
coche? ¿Al niño que se
moría de disentería o a la madre que nos miraba silenciosa apretando contra
su pecho desnudo al bebé que había nacido en el camino”.
La llegada a Almería y un nuevo bombardeo mortal

La mayoría de exiliados malagueños, una vez
llegados a Almería, buscaron nuevos destinos. / ABC
El viernes
12 de febrero comienzan a llegar a Almería los primeros refugiados. Se
cobijan en las aceras de la ciudad, en el puerto, en fábricas y en
almacenes. En apenas unos días la ciudad pasa a duplicar su población, de
50.000 a más de 100.000 personas. En el hospital del Socorro Rojo
reciben atención médica, alimento y ropa. Si bien, a los que llegan primero
aún les queda por vivir otro dramático suceso. La aviación franquista
bombardea la ciudad ese mismo viernes. Entre sus objetivos está hundir el
acorazado republicano Jaime I que está fondeado en el puerto, pero las
bombas golpean otras zonas de la capital almeriense, provocando decenas de
muertos.
“Como si no fuera bastante haber bombardeado y cañoneado a esa procesión de
campesinos a lo largo de su caminata interminable, cuando el pequeño puerto
de Almería estaba atestado de gente refugiada, los
aeroplanos fascistas desataron sobre la población un nutrido bombardeo. Cuando
se habían alejado los aviones, levanté del suelo los cadáveres de tres
niños. La calle parecía una verdadera carnicería” (Norman Bethune).
Los
refugiados malagueños apenas permanecen unos días en Almería. Desde el
puerto de la ciudad se fletan barcos y salen trenes de mercancías atestados
con destino al Levante y Cataluña, aún bajo poder republicano. Tras la larga
caminata, a
los malagueños aún les queda un largo trayecto por delante. Algunos
volverán a Málaga terminada la Guerra Civil; otros se quedarán en sus nuevos
destinos o saldrán hacia el exilio.
Víctimas mortales
Resulta
imposible determinar cuántas personas fallecieron en el éxodo de la
carretera de Almería ya que no existen registros oficiales. Los
historiadores siempre se han decantado por cifras que oscilan entre los
3.000 y 5.000 muertos. En aquellas zonas donde hubo más víctimas mortales,
es probable que se produjeran enterramientos al borde del camino de los que
nunca quedó constancia. Los camiones que transportaban a soldados italianos
y regulares también recogieron cadáveres de vuelta a Málaga.
DOCUMENTACIÓN
Istituto Luce
ITN Source/Reuters/British
Pathè
SUR
ABC Madrid
ABC Sevilla
Ideal
Heraldo de Aragón
Sol de Antequera
Archivo Histórico Hoy de
Badajoz
Archivo Diario Vasco
Archivo Díaz de Escovar-Fundación
Unicaja
Archivo Juan Temboury. Centro Cultural Provincial (Diputación de Málaga)
Archivo Municipal de
Málaga. (Ayuntamiento de Málaga)
Archivo Fotográfico
Bienvenido Arenas
Archivo de Arte y Cultura
de Vélez Málaga
Archivo Biblioteca
Diputación Provincial de Almería
Archivo Histórico
Municipal de Antequera
Archivo general de la
Guerra Civil
Asoc. contra el Silencio y
el Olvido por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga
Biblioteca Supramunicipal
San Zoilo
Biblioteca Municipal de
Almuñécar
Museo Naval de la Armada
Fotografías de Norman
Bethune:
Cedidas por Jesús Majada y el Centro Andaluz de la Fotografía
Extractos del diario de Norman Bethune:
‘Norman Bethune. El crimen de la carretera Málaga-Almería’. Jesús Majada.
Extractos de las charlas de Queipo de Llano gentileza de:
Archivo Ideal
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