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“El discurso de devolver a los menores marroquíes con sus familias no busca
protegerlos, sino quitárselos de encima"
Hablamos con expertas en protección a menores
extranjeros no acompañados a raíz de la petición de Ceuta, Melilla y
Andalucía de "reactivar" el acuerdo con Marruecos para el retorno de
menores, firmado en 2007
En 2009, el Constitucional reconoció el derecho de
estos jóvenes a defenderse judicialmente, una sentencia que marcó un punto
de inflexión en las repatriaciones desde España, muy criticadas por la falta
de garantías
"Hay casos puntuales de niños que quieren volver,
pero otros muchos no. Otros huyen de contextos de violencia o pobreza. No
hay una sola respuesta"
Icíar Gutiérrez 09/09/2018

ONG denuncian el trato "inaceptable" del Gobierno a menores no
acompañados EFE
La reunión estatal para abordar la
distribución de los menores no acompañados que han llegado a España en
los últimos meses estaba cerca y Ceuta y Andalucía, la comunidad que más
niños y adolescentes solos ha recibido, decidían
unirse a una vieja demanda del Gobierno de Melilla: exigir que se cumpla
y se haga cumplir el acuerdo bilateral entre España y Marruecos para el
retorno de menores marroquíes, firmado en 2007 y en vigor desde 2013, que
nunca se ha aplicado.
Las organizaciones especializadas respondieron
alarmadas. La idea de que se pusieran sobre la mesa medidas para "priorizar"
la devolución de estos menores chocaba con lo que llevan años defendiendo,
antes y después de aquel convenio. Lo mismo que viene estipulado en la ley:
un menor migrante solo puede ser repatriado si responde a su interés
superior y siempre que se le pueda ofrecer una protección adecuada.
Es decir, antes de decidir si la vuelta con sus
familias es lo más recomendable, hay que garantizar que cada caso se
estudiará de manera individual para asegurarse de que estos niños están
seguros en su país de origen. Muchos, además, vivían en la calle antes de
cruzar la frontera.
Las dudas que presenta la aplicación del convenio
bilateral, dicen, empiezan desde su nombre, en el que se menciona, en primer
lugar, la "cooperación en el ámbito de la emigración ilegal" de los niños y
adolescentes migrantes. En ello incide Lourdes Reyzábal, presidenta de la
Fundación Raíces, que presta apoyo a niños en riesgo de exclusión. "La
experiencia de tantos años nos hace temblar al pensar que comunidades como
Andalucía, Ceuta o Melilla empiecen a forzar que se aplique, pues si
finalmente se decide reactivar, será como medida de control migratorio,
porque es habitual que las administraciones españolas actúen con estos
menores incumpliendo la ley, sometiendo la lógica del interés superior del
menor a las políticas de Extranjería y el control de fronteras", sostiene.
El Ejecutivo de Sánchez aseguró que la idea de
reactivar el acuerdo no se trató durante el encuentro mantenido con las
comunidades el pasado miércoles. Tras la reunión, en la que se
comprometieron 40 millones para facilitar un sistema de reparto, la Junta de
Andalucía rectificó el planteamiento que en los días previos hizo la propia
presidenta, Susana Díaz, que llegó a reclamar al Gobierno central que
"articulase una fórmula legal" para devolver a los menores marroquíes con
sus familias, algo ya contemplado en la Ley de Extranjería.
Después de las críticas recibidas, la consejera María
José Sánchez Rubio afirmó que "estos niños tienen padres, madres y familias,
y habrá que ver su situación, pero siempre para la propia protección de los
menores" y subrayó que "no se está planteando que los menores se devuelvan".
Lo mismo ha defendido Ceuta, que asegura que los chicos que tutela deben
estar en Marruecos "con sus familias, que es donde mejor están".
A Mercedes Jiménez, doctora en Antropología
especializada en infancia migrante que lleva años siguiendo de cerca esta
realidad, estos argumentos con los que se trata de desempolvar el acuerdo le
resultan familiares. "Detrás del discurso de las repatriaciones no hay un
deseo de garantizar su derecho a vivir en familia, sino de quitarnos a los
niños de encima".
A su juicio, las repatriaciones de menores, durante
los diferentes Gobiernos, "siempre han sido una orientación política que se
ha puesto sobre la mesa en tiempos de ‘crisis", donde las llegadas aumentan,
como en 2006, el momento de la llamada 'crisis de los cayucos', ejemplifica.
"El ángulo no es proteger a estos niños, sino gestionar el flujo, y las
expulsiones se disfrazan de reagrupación. Se usa políticamente su derecho a
vivir en familia como una forma amable de control", recalca la
investigadora, que reside en Tánger.
El TC condenó en 2009 las repatriaciones sin
garantías
Son varios los organismos y las ONG que señalaron con
el dedo a España por las condiciones en las que deportaba, hace más de una
década, a los menores marroquíes a su país de origen. Entre ellos el Comité
de los Derechos del Niño, que expresó su preocupación por las denuncias
recibidas por malos tratos por parte de la Policía durante la "expulsión
forzosa" a Marruecos, niños y adolescentes deportados sin tener acceso a la
asistencia letrada ni a los servicios de interpretación o casos de
expulsiones sin procurar que eran devueltos a sus familias o a los
organismos de asistencia social.
En 2006, un año antes de que se firmara el acuerdo,
bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la Fundación Raíces y la
asociación Alkhaima de Marruecos, en la que trabajaba Jiménez, comenzaron a
constatar casos de "reagrupaciones familiares" que se llevaron a cabo como
"expulsiones sin garantías". Uno de ellos, el caso de un menor cuyo retorno
se consiguió detener cinco minutos antes de que despegara el avión que le
llevara de vuelta a Marruecos.
El caso terminó, de la mano del abogado Nacho de la
Mata, en el Tribunal Constitucional, que en 2009 concluyó que no se le
escuchó, se realizó sin asistencia letrada y sin evaluar si se daban las
circunstancias familiares y sociales para garantizar su protección en
Marruecos. Se reconoció el derecho de los menores a defenderse
judicialmente, es decir, a ser oídos y a oponerse a cualquier decisión que
se adopte contra ellos si creen que lo que pretenden sus tutores les
perjudica. Y tenían derecho a hacerlo con asistencia letrada. Hasta
entonces, los servicios de protección eran los que iniciaban los procesos de
repatriación y, a la vez, seguían siendo sus representantes legales.
Pero no fue el único caso. Desde Raíces y Alkhaima
documentaron en aquellos años más de 250 repatriaciones "sin garantías".
"Llevamos muchos casos a los tribunales que también obtuvieron sentencias
favorables a los intereses de los menores, que en todos los casos suponía
que el niño quería quedarse en España", recuerda Reyzábal. Esa
jurisprudencia fue lo que consiguió que las repatriaciones se tuvieran que
ejecutar con mayores garantías y se modificara la ley de Extranjería. "Se
consiguió poner fin a las repatriaciones de menores migrantes siempre que
fuera en contra de su voluntad. En algún caso en que España ejecutó la orden
de repatriación de esta forma, algún Juzgado condenó al Gobierno español a
volver a traer al menor y reconocerle todos sus derechos". Según Amnistía
Internacional, los jueces se pronunciaron sobre graves irregularidades en
los procesos de repatriación de menores en 11 sentencias del 2006 y 2007.
En la práctica, si el proceso respeta todas las
garantías, entre ellas escuchar qué es lo que quiere el menor, la mayoría
prefiere quedarse en España, según explican Reyzábal y Jiménez. "El hecho de
que exista un acuerdo bilateral que se pueda utilizar no debería
preocuparnos demasiado si el Gobierno asume, sin fisuras, que por encima de
cualquier acuerdo o protocolo están las leyes. De aplicarse, debería hacerse
cumpliendo con todas las garantías y con el único objetivo de la
reunificación familiar", sostiene la presidenta de Raíces.
Pero es aquí donde se despiertan algunos de sus
temores: que no se evalúe caso por caso y que los menores no sean
escuchados. "El acuerdo menciona como garantías las leyes nacionales e
internacionales, pero falla porque es demasiado abierto y no se concretan
estos derechos -a ser oído, por ejemplo-. Si la solución mejor es que vuelva
con su familia de origen después tiene que haber, además, un seguimiento.
Hay que cerciorarse de que no lleguemos a hacer devoluciones de forma
automática", señala Noemí Alarcón, letrada especializada en Extranjería del
Consejo General de la Abogacía Española.
La falta de un sistema de protección en Marruecos
Las expertas recuerdan que los retornos solo pueden
realizarse en casos muy específicos. "No hay una sola respuesta, hay casos
puntuales de niños que quieren volver, nunca hay una medida para todo el
colectivo. Es cierto que hay algunos que proceden de familias normalizadas,
pero otros muchos no. Otros huyen de contextos de violencia o pobreza",
resume Jiménez. "La mayoría de los niños y niñas que nos llegan a España
desde Marruecos han salido de su país huyendo de la situación de desamparo
que vivían allí y, por tanto, no se puede pensar que su interés superior sea
volver a esa misma situación", concluye Reyzábal.
En este sentido, la propuesta de que las autoridades
marroquíes reactiven el acuerdo para facilitar las repatriaciones presenta,
dicen, un último riesgo: la falta de un sistema articulado y una ley que
contemplen proteger a estos jóvenes una vez en Marruecos. Si los niños y
adolescentes no pueden volver con sus familias, deberían ser integrados en
unos servicios de protección con estándares mínimos que, insisten, no
existen en el país vecino.
La consejera andaluza defendió los 17 centros
habilitados por la Junta de Andalucía en el norte de Marruecos para acoger a
los chicos repatriados que no pueden volver con sus familias. Tras el
acuerdo de 2007 para facilitar la colaboración en los retornos el Gobierno
central y las comunidades autónomas invirtieron millones de euros para
construir centros en varias localidades marroquíes en concepto de
"cooperación al desarrollo", una política que reivindicó el pasado miércoles
Sánchez Rubio.
"Estos centros
han sido un fiasco", opina Jiménez. "Los niños no migran para meterse en un
centro, sino para buscarse la vida. Y hay que acompañarles en buscar este
proyecto de vida. Claro que Marruecos debe responsabilizarse, pero tiene que
hacerlo de todas las rupturas que les llevan a migrar. Los niños no pueden
ser una moneda de cambio en las relaciones con Marruecos y aplicar o no este
acuerdo tampoco puede depender del viento político", sentencia.
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