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ENTREVISTA | Santiago Agrelo (arzobispo
de Tánger) (en 2018)
“El miedo al emigrante da votos, y los votos son
poder”
Derechos y libertades
El prelado gallego es muy crítico con la política
migratoria basada en el control de fronteras
"Identificar inmigrantes con delincuentes es una
afirmación interesada. Es un procedimiento infame, miserable, despiadado,
nauseabundo.."
"Las concertinas son la evidencia de que las
fronteras son más importantes que las personas"
Jesús Bastante
04/08/2018

El arzobispo de Tánger (Maruecos), el español,
Santiago Agrelo.
"Es escandaloso que los cristianos hayamos armonizado
tranquilamente comulgar con Cristo y dejar morir a los pobres, honrar
crucifijos –colgarlos en las paredes– y crucificar cristos –ahogarlos en el
mar o martirizarlos en todos los caminos–". El arzobispo de Tánger, el
español Santiago Agrelo, publicaba hace pocos días esta frase en Twitter. El
prelado gallego es uno de los más críticos con la política migratoria basada
únicamente en el control de fronteras, las concertinas y el odio al
extranjero, y también con aquello que, desde la emisora de los obispos
españoles, jalean la idea del miedo al extranjero. Hablamos con él.
¿Hasta dónde hemos
llegado para que políticos que se autoproclaman como católicos como Salvini
en Italia o Pablo Casado en España practiquen políticas de odio y rechazo al
inmigrante?
No me compete el juicio sobre las personas, pero sí
el análisis de los hechos: es una constante en la historia del cristianismo,
que, si el evangelio se lee desde los intereses del poder y no desde las
necesidades de los pobres, se traiciona, se pervierte, y se hace escándalo
lo que nació como salvación para los pobres. Lo normal, lo inevitable, es
que el maridaje evangelio-poder sea una conformidad de conveniencia: 'París
bien vale una misa'. Mi comentario en Twitter tenía como trasfondo un hecho
que me resulta escandaloso, repugnante e indignante: la misma persona que a
los barcos de las ONG, con su carga de cristos vivientes, les impide
acercarse a puertos italianos, a renglón seguido pretende honrar por decreto
a Cristo colgando crucifijos en los edificios públicos del país. Esa es una
incoherencia blasfema: Cristo no vino al mundo para sí mismo sino para los
pobres.
¿Corremos el riesgo,
en Europa, de que se exporten estas políticas xenófobas? ¿Existe un odio al
inmigrante en Europa?
Todavía no se ha llegado a la situación de decir:
'negros no'. No se exhiben todavía las esvásticas. Todavía le hacemos al
pudor la concesión de asegurar que no somos racistas. Pero lo que ya nadie
esconde, lo que ya exhibimos, cultivamos y exportamos es el miedo, la
desconfianza. En el lenguaje de la política y en el de la comunicación, de
manera continuada y falaz se presenta al emigrante como peligroso, como una
amenaza para nuestro bienestar, para nuestra seguridad, para nuestro futuro.
Para el lenguaje habitual no hay emigrantes sino delincuentes, asaltantes,
violentos, mafiosos, narcotraficantes… Si no se nos hubiese alertado, diría
que exhibimos, cultivamos y exportamos miedo al extranjero, miedo al gitano,
miedo al musulmán, miedo al desconocido… Pero alguien, creo que con mucha
razón, dijo que "sólo tenemos miedo a los pobres”, y creó la palabra para
designar ese miedo: "aporofobia”. Y esa fobia se exporta hacia todos los
puertos posibles. De ese miedo al pobre son víctima en primer lugar los
emigrantes. Y entre el miedo y el odio yo no sabría medir qué distancia hay,
pero se me antoja que es muy poca.
El nuevo líder del
PP ha señalado que llegan a España "millones de inmigrantes”. ¿Es esto
real?¿Es cierto el bloqueo en la frontera sur? ¿Hay un efecto llamada?
Yo no sé cuántos emigrantes han llegado a España en
los últimos 50 años, como no sé cuántos españoles, en esos mismos años, han
salido de España. Sé que la humanidad se mueve. Creía saber que emigrar era
un derecho fundamental de toda persona humana, pero evidentemente estaba
equivocado: Emigrar es privilegio de algunos y no derecho de todos.
Sobre esos 'millones de emigrantes' que supuestamente
van a llegar a España, se sugiere que aquí no hay sitio para todos, que
vienen a comerse nuestro pan, a llevarse por delante el estado de bienestar,
la seguridad, la tranquilidad, el dinero de las pensiones… lo mismo que se
puede decir que vienen a multiplicar nuestro pan, a garantizar la
sostenibilidad de nuestra forma de vida y el fondo de las pensiones. Tengo
que preguntarme por qué los políticos, teniendo claro que la emigración es
un derecho universal, la presentan como una amenaza y gastan miles de
millones de euro en impedirla. Y sólo encuentro una respuesta plausible: el
miedo al emigrante da votos, y los votos son dinero, son futuro, son poder.
Si en la sociedad hubiese una conciencia acogedora
con los emigrantes, los políticos tendrían otro lenguaje y propondrían otras
opciones. Pero más allá de eso, la impermeabilización de las fronteras, por
sí misma, es otro gran negocio, un pozo sin fondo de recursos humanos y
económicos: miles de millones de euros para países a los que se contrata
como gendarmes externos de las fronteras de Europa. Me pregunto qué hubiera
pasado si esos recursos hubiesen sido empleados en acoger emigrantes y no en
rechazarlos.
El presidente del PP, Pablo Casado, saluda a un
joven inmigrante en el puerto de Algeciras.José Carlos Villanueva
Usted se muestra muy
crítico con las concertinas y otros medios para frenar la llegada de
inmigrantes. ¿Qué suponen estas concertinas? ¿Qué efecto producen en las
personas que quieren llegar hasta Europa?
Las concertinas son la evidencia de que las fronteras
son más importantes que las personas. A la integridad de la frontera se
sacrifica la integridad de la persona. En nuestras sociedades la persona ha
dejado de ser un valor absoluto para ser objeto de transacción, según la
conveniencia de unos y otros. Detrás de las concertinas está la idea de que
nosotros somos los dueños de una mercancía llamada emigrantes: los traemos,
los llevamos, los utilizamos, los explotamos económicamente, sexualmente,
los desechamos y ¿por qué sencillamente no matarlos? Ya me han llegado
mensajes que van en esa dirección.
Las concertinas suponen una degradación del ser
humano a la condición de animal peligroso del que hay que protegerse; son
una trampa en la que desearíamos quedasen atrapados todos esos indeseables
que intentan acercarse a nosotros. Las concertinas son la evidencia de la
manipulación política y mediática a la que está sometida la sociedad, una
sociedad que jamás permitiría esas trampas para un animal, y que se queda
del todo indiferente, si no es que aplaude, cuando esas trampas se utilizan
para atrapar a jóvenes en busca de futuro.
Usted ha visto morir
y ha tenido que enterrar a muchos inmigrantes. ¿Qué siente cuando ve por
televisión, o escucha en la radio, que personas mueren ahogadas porque nadie
las rescata?
No es fácil dar nombre a los sentimientos, porque se
mezclan muchos en el mismo momento. Horror, porque me veo a mí mismo en cada
emigrante que se ahoga; no puedo evitarlo, y es un sentimiento que va más
allá del tiempo de una notica: ese horror se queda conmigo. No me pidas que
describa lo que siente una persona que ha luchado por vivir, por sobrevivir,
por todo, y que se ve morir porque otros, supuestamente humanos,
supuestamente cristianos, le han cerrado el paso en el camino de la vida.
Decepción, frustración, dolor… me pregunto con angustia si para el emigrante
que se ahoga todavía será posible la fe, si todavía será posible el abandono
en el amor del que hemos nacido. Es intolerable que un muerto rico sea
importante y mil muertos pobres no importen a nadie.
Algunos suelen
identificar a los inmigrantes con delincuentes. ¿Qué hay detrás de esa
afirmación?
Es una afirmación interesada, como lo era la del
nazismo que presentaba a los judíos como enemigos del pueblo alemán. Es el
mismo procedimiento infame, miserable, despiadado, nauseabundo, que busca
deformar al hombre en monstruo, para que lo despreciemos, lo temamos y lo
eliminemos. Jamás permitirías que a tu hermano o a tu hijo o a tus amigos se
les condenase al hambre, a la mendicidad, a la intemperie o a la muerte. No
permitirías siquiera que eso se hiciese con tu mascota. Es esta crueldad
infame de los nombres lo que explica que los emigrantes mueran a millares y
que la sociedad permanezca indiferente o lo encuentre normal.
¿Cuál debe ser el
papel de la Iglesia, el que propugna el Papa Francisco o el que se defiende
desde los foros católicos más reaccionarios?
Llevar al ámbito de la Iglesia la reflexión sobre los
comportamientos con los emigrantes es llevarla al ámbito de la fe en Cristo
Jesús. Muy lamentablemente, a fuerza de poner la mirada en el más allá, nos
hemos olvidado demasiado del más acá, y cuando nos fijamos en éste, la
mirada ha sido increíblemente selectiva: hemos dedicado más tiempo a las
alcobas que al comedor. Ni un solo cristiano aceptaría un sufrimiento en la
frontera si no hubiese olvidado que en la frontera sufre Cristo en quien
cree y a quien ama. Y la responsabilidad de ese olvido blasfemo la tenemos
sobre todo los pastores, los predicadores, los maestros. En una homilía, en
una tertulia radiofónica, en una conversación, una sola palabra de
comprensión o de justificación del sufrimiento de los pobres, es una palabra
de condena que pronunciamos sobre el cuerpo de Cristo. No puedo olvidar, sin
embargo, que cuando condeno al pobre, me condeno a mí mismo.
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