El Open Arms
vuelve a la mar. Una noticia agridulce, porque no tiene
permiso para hacer lo que ha venido haciendo desde que el
Mediterráneo se ha convertido en la ruta de huida de los
desesperados y en una fosa común. Un barco al que se le
prohíbe rescatar náufragos, personas condenadas a una muerte
segura si no se las rescata. Si el sentimiento de humanidad
no funciona, apelemos al derecho internacional, al derecho
marítimo o a ese derecho no escrito pero respetado por
marineros y trabajadores de la mar desde el inicio de los
tiempos: rescatar y ayudar a quienes estén en apuros en
medio del mar. Es pura humanidad, puro sentido común.
He dejado pasar
horas para intentar templar mi indignación ante una
propuesta que se hizo desde Bruselas. Se propuso que los
eurodiputados renunciasen a un día de su sueldo como
donación para la reconstrucción de la Catedral de Notre-Dame
de París. Sé que es un símbolo, que es uno de los iconos de
esa ciudad, de Europa y si me apuran de nuestra civilización
y cultura. Pero me incendia por dentro esta idea del
presidente del Europarlamento y que el presidente del
Consejo Europeo, Donald Tusk, instase a todos los Estados
miembros de la UE a contribuir en la reconstrucción de la
catedral parisina. ¿En serio? La Europa implacable de la
austeridad y los recortes durante la crisis. La Europa que
mira hacia otro lado y silba, cuando países como Grecia,
Italia o España están solos gestionando la frontera sur y la
emergencia de refugiados e inmigrantes. La Europa que
consiente campos de refugiados donde se hacinan miles de
personas en condiciones infrahumanas. Hablen con las ONG que
siguen trabajando en Lesbos y Samos. Porque ya no lo sacamos
en portada, pero es absolutamente intolerable que esto siga
pasado en Europa, que haya gente viviendo así y sin
esperanza ninguna de mejora.
¿Cómo digerimos
las imágenes terribles de la avalancha de refugiados que
colapsaron la estación de tren en Tesalónica cuando un
rumor, en las redes, dijo que se había abierto la frontera
con Macedonia? Son de hace 15 días, pero parecían imágenes
de la Segunda Guerra Mundial. Y nada. No ha pasado nada.
Hemos visto esas familias desesperadas por un tren que no
llega como si no fuera con nosotros.
La historia nos
juzgará, espero, porque la esperanza es lo último que se
pierde. Lo más triste es que esta situación inhumana, cruel
e indecente molesta hasta el punto de ser un tema caliente,
que quema, para los partidos. Nadie, o casi nadie, se atreve
a llevar en su programa electoral una solución para
recuperar la decencia moral, no ya en la gestión de los
refugiados, sino en el rescate de quien esté a la deriva en
el mar.
La Comisión
Española de Ayuda a los Refugiados, CEAR, ha revisado los
programas electorales de los principales partidos para ver
qué proponen para salvar esas vidas. El resultado es
descorazonador. Tan solo dos partidos llevan en
su programa algo tan simple, sencillo y básico como es
salvar vidas que estén en peligro en el mar. Sean del color
que sean.
Se empieza
deshumanizando a unos seres humanos y siempre el cáncer va
subiendo, va subiendo hasta la catástrofe total. Que nadie
se pregunte a dónde nos lleva esta indiferencia. Está en los
libros, en los testimonios de quienes fueron despojados de
todo rasgo de humanidad, para justificar el trato que se les
daba. Exterminar o dejar morir a seres humanos es
intolerable. Y sí, todos somos responsables.
P.D. ¿Recuerdan
cuando en plena época de recortes y austeridad feroz se
pidió a los eurodiputados bajarse el sueldo y que dejasen de
viajar en primera clase? Se votó en un pleno de la
Eurocámara a principios de abril de 2011… Hubo abrumadora
mayoría. ¿adivinan el resultado?