Público
https://www.publico.es/sociedad/menas-menores-extranjeros-no-acompanados-menores-migrantes-hijos-e-hijas-nadie.html
Menores migrantes: los hijos e hijas de nadie
Más de 13.000 chicos y chicas han llegado a España
sin padres ni familiares que los acompañen el pasado año, un número sin
precedentes desde la época de los cayucos. Sin apenas recursos ni
solidaridad entre las comunidades autónomas, estos son los obstáculos a los
que se enfrentan cuando llegan a Europa.
Abdoul Kalash, de 15 años y originario de Guinea
Conakry, observa Algeciras desde el puerto, donde pasó durmiendo tres días
seguidos tras ser rescatado en el Estrecho de Gibraltar cuando viajaba en
una patera en julio de 2018. JAIRO VARGAS
madrid
20/02/2019
Solos y desde el sur. Así es como han llegado a España miles de chavales y
chavalas, jóvenes migrantes, aún muy niños en muchos casos. Lo hacen
a bordo de barquitas de juguete con artesanales remos de madera, a toda
velocidad en motos de agua cuyo piloto les tira al mar si se topa con la
lancha de la Guardia Civil. Vienen medio asfixiados dentro de maletas o
escondidos en el salpicadero de un coche que cruza tembloroso el paso
fronterizo de Ceuta o Melilla. A la carrera entre los policías españoles y
marroquíes en los puestos de frontera, con la vista fijada en colarse en un
ferry en los bajos de un camión. Llegan en embarcaciones más grandes, junto
a decenas de otros migrantes mayores. Junto a sus propios traficantes,
tratantes en algunos casos. Llegan solos y son vulnerables. Vienen a
Europa huyendo de mil males. Son magrebíes, subsaharianos, sirios,
afganos...
Son
niños que han crecido de forma prematura, madurez acelerada por la pobreza,
la violencia o amenazas que envejecen la mirada y, a veces, envilecen el
carácter. Les llamamos menas. Eso son para la Administración. Meras
siglas, un problema con muchos nombres y apellidos que el Estado ha tenido a
bien agrupar bajo el nombre técnico de "menores extranjeros no acompañados".
Menas. Niños sigla. Niños de nadie.
Son 13.012 los chicos y chicas que el Ministerio del Interior tiene
contabilizados hasta finales del pasado enero. El doble que en 2017. Tres
veces más que en 2016. Casi 700 menos que en diciembre de 2018. ¿Dónde han
ido en un solo mes esos 700 niños cuya guarda y custodia recae en las
comunidades autónomas? Es una pregunta sin respuesta clara: unos se hacen
mayores y dejan de llamarse menas para ser sólo inmigrantes irregulares.
Otros siguen viajando más al norte, donde quizás encuentren amigos y
familiares que ya pasaron el trance de la migración. Otros no aguantan las
deplorables condiciones de algunos de los centros de acogida en regiones
como Andalucía, Madrid o Melilla y se lanzan a las calles. Algunos,
simplemente, desaparecen del radar de la Administración. Nadie los busca
porque a nadie importan.
Quiénes son es difícil de decir. Todas las organizaciones que trabajan con
ellos coinciden en que cada chico es un mundo, una historia con final
abierto que, debido a los escasos recursos para atenderlos —muchos de los
cuales se esfuman sin que se noten mejoras en los centros—, depende de la
suerte: del centro al que vayan, del educador que les toque, de la comunidad
autónoma a la que consigan llegar, de su historia previa o de sus objetivos
una vez alcanzado el “sueño europeo”. “Hay un proyecto migratorio por cada
niño que llega a España. De ahí la complejidad del fenómeno”, resume Javier
Cuenca, responsable de Save the Children en Andalucía, la región que más
chicos y chicas que migran solos tiene bajo su tutela. Son casi 6.300, según
los datos facilitados por Interior al cierre de 2018, el 45% del total. Una
cifra que se ha reducido a poco más de 5.700 en el primer mes del año.
La
cifra de menores extranjeros no acompañados en España se mantuvo más o menos
estable, en el entorno de los 3.000, hasta hace tres años. En 2016, al igual
que crecieron los flujos migratorios hacia España, el número de chicos no
acompañados comenzó a aumentar de forma más que notable. Comunidades como
Andalucía protestaron ante el Gobierno central exigiendo más fondos y un
reparto “solidario” entre las comunidades autónomas que “menor presión
migratoria soportan”. Los centros de acogida de Andalucía están saturados,
falta personal educador y, sobre todo, espacio, según han denunciado en
repetidas ocasiones los propios trabajadores.
Save the Children: "No
sabemos qué plan tiene el Gobierno de PP y Cs para los menores migrantes en
Andalucía"
Aquella polémica
se saldó el pasado año con un exiguo reparto de menores entre algunas
regiones que se ofrecieron voluntarias y con 40 millones de euros
adicionales de los que Andalucía se llevó la mayor parte, 25 millones.
“Pero no ha habido ningún cambio”, explica Cuenca. “Hubo tentativas, pero la
mayoría de comunidades se pusieron de perfil mostrando una gran
insolidaridad territorial. Andalucía es la puerta de entrada, afecta a todo
el país y también a nivel europeo. Su proyecto migratorio, el de la mayoría,
es terminar en Francia”, sostiene. “Hasta antes de la elecciones, la Junta
tenía planes para construir un centro de acogida inmediata más grande para
evitar la saturación de centros más pequeños en primera línea, en Algeciras
o Campo de Gibraltar. La idea era tener un centro para dos o tres meses de
estudio individualizado y luego valorar traslados según el proyecto y las
redes familiares del menor en Europa. Ahora estamos a la espera de que los
nuevos cargos nos digan qué expectativas tienen. No sabemos qué plan tiene
el Gobierno de PP y Ciudadanos en Andalucía”, explica el responsable de la
ONG.
El
éxodo marroquí y el ‘boom’ guineano
En Ceuta y Melilla no existen centros de larga estancia y los menores
permanecen meses o años en centros preparados para pasar unas semanas,
hacinados y a veces casi sin poder salir a la calle, por lo que muchos
prefieren vivir en la calle, en las inmediaciones del puerto.- PEDRO
ARMESTRE/SAVE THE CHILDREN
Mientras las administraciones siguen sin afrontar un fenómeno en aumento que
eclosionó en los 90, ellos y ellas siguen llegando. Cada vez más y desde más
sitios. Son los marroquíes los que ocupan el grueso de las vagas
estadísticas que facilita Interior. Había unos 2.500 menores marroquíes
tutelados en España en 2016. En 2017 aumentaron hasta los 4.159, según
datos del Gobierno facilitados a Save the Children para su informe de 2018 Los
más solos, uno de los más completos hasta la fecha. Sin embargo, a
cierre de 2018 —la única referencia que Interior desglosa por
nacionalidades— había más de 9.500, sin contar el número de menores
que llegan y nunca pasan por los recursos oficiales, algo muy común entre
los marroquíes y los argelinos, la segunda nacionalidad más habitual entre
los menores migrantes hasta este año.
"Entrevisté a un
chaval de Tánger que había venido a España porque todos los chicos de su
edad de su barrio lo habían hecho"
Entre las razones del repunte, la ONG aprecia un “agravamiento de las
tensiones sociales causadas por una economía frágil, escasas oportunidades
para la población y represiones a la libertad de expresión que han
caracterizado el 2017”. Para Carlos Chana, responsable de los proyectos
Programa Infancia, Servicio Social Internacional y Restablecimiento del
Contacto Familiar de la Cruz Roja Española, también hay que añadir el
establecimiento del servicio militar obligatorio en Marruecos. “Los hay que
vienen como eslabón de un proyecto migratorio familiar, una inversión
para que uno de los hijos llegue a Europa y envíe dinero cuando encuentre
trabajo. Pero muchos vienen influidos por ambiente de calle. Entrevisté a un
chaval de Tánger que había venido a España porque todos los chicos de su
edad de su barrio lo habían hecho. Es muy frecuente”, describe el experto de
Cruz Roja.
Mapa de las rutas migratorias de los menores migrantes.- SAVE THE
CHILDREN
Según Chana, el perfil de los chavales norteafricanos está muy condicionado
por su forma de socializar en Internet y el consumo del modelo de vida
europeo. Quizás por eso, porque sus expectativas no se parecen en nada a lo
que han visto en las redes sociales, son más propensos a abandonar los
recursos residenciales y educativos. “Se aprecian diferencias entre los
chicos marroquíes o argelinos y los subsaharianos. Los últimos han pasado
por un periplo más traumático, algunos huyen de guerras y crisis económicas
y políticas, pero tienen más adherencia a los proyectos educativos y de
integración. Los norteafricanos suelen venir sin un proyecto claro y con
expectativas muy a corto plazo que no se cumplen”, resume.
Precisamente, el número de menores subsaharianos que ha llegado a España ha
aumentado con fuerza. Ya ocurrió en 2005 y 2006, durante la época de los cayucos
hacia Canariasprocedentes de Senegal y Mauritania. Ahora, tras los
cambios en las rutas migratorias del último año y medio, es muy común
encontrar chavales subsaharianos a bordo de una patera en el Estrecho. Llegan
sobre todo desde Guinea
Conakry, un país cuya economía creció más de un 6,6% en 2016 gracias
a la producción de minerales como oro o bauxita, pero donde casi el 75% de
la población sufre pobreza multidimensional y su índice de desarrollo humano
está a la cola mundial. Si en 2015 había registrados 42 menores guineanos
solos, en 2017 eran 258. El año pasado, el sistema español contabilizó
a 1.112 niños y niñas procedentes de Guinea en 2018.
Ellas: más vulnerables, más invisibles
Si
al factor de la infancia se le añade el del sexo, la ecuación sale a perder
en el caso de las niñas. Según los datos oficiales, son muchas menos.
Concretamente, había 971 chicas registradas en diciembre de 2018. Son
apenas el apenas el 7% de los 13.796 menores migrantes no acompañados que
han pasado por el sistema público de protección el pasado año.
La
diferencia no es casual, apuntan los expertos. Responde, en primer lugar, a
factores culturales. Sobre todo, al modelo de sociedad patriarcal que
impera en los países de origen, donde las mujeres están supeditadas a la
voluntad de los varones, recluidas en las tareas domésticas, argumentan. “Si
el proyecto migratorio es un asunto de toda la familia, el que tiene la
oportunidad es el chico. También creen que tiene más posibilidades de
éxito”, afirma el responsable de Save the Children en Andalucía.
"Es probable que,
cuando las menores llegan a los centros, los tratantes terminen
arrancándolas de allí para ser prostituidas"
Coincide con él Chana, de Cruz Roja, quien señala al “mayor control social”
hacia las mujeres en estos países como una de las causas de esta abismal
diferencia entre chicos y chicas. Ambos expertos reseñan que ellas están
mucho más expuestas a los peligros que entraña un viaje de estas
características: abusos, violencia sexual, trata, explotación sexual,
esclavitud laboral, tráfico de órganos. Pero vienen aun así. Y muchas
son totalmente invisibles para las autoridades, explican ambos. Unas, porque
pasan inadvertidas para el sistema; otras, porque salen de los centros de
acogida, que son de régimen abierto. “Pueden llegar a España y, después de
un tiempo en el centro, son localizadas y captadas de nuevo por los
tratantes, que se las llevan y nunca más vuelven”, advierte Javier Cuenca.
Una niña juega en el puerto de Algeciras, donde pasó varios días
recluida junto a cientos de migrantes por falta de espacio tras ser
rescatados el pasado julio cuando intentaban llegar a España en patera
desde Marruecos. JAIRO VARGAS
Lo
confirma José Nieto, inspector Jefe de la Unidad Central de Redes de
Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía, uno de
los mayores expertos en trata de personas. “Cuando llega una patera con
subsaharianas se activa un protocolo para tratar de determinar la situación
y saber si son menores, porque llegan sin documentación”, sostiene. “Ellas
vienen traficadas y es muy probable que puedan ser tratadas en el futuro, en
España o en otro país. Es probable que, en el caso de las menores, cuando
llegan a los centros, los tratantes terminen arrancándolas de allí y las
lleven a ser explotadas, prostituidas, en polígonos industriales, en los
invernaderos de Almería, en pisos… En sitios recónditos. Por eso decimos
que son víctimas invisibles”, añade.
En
2018, la Policía detectó a 24 menores extranjeras víctimas de trata,
13 de ellas con fines de explotación sexual, tres por matrimonio forzoso,
ocho con fines de explotación laboral y una explotada en mendicidad. La
mayoría eran procedentes de Nigeria y Rumanía, relata Nieto. “Sólo una niña
en estas condiciones es un problema enorme, pero los números no son muy
elevados y no tenemos identificada una red dedicada exclusivamente a la
trata de menores migrantes”, sostiene, aunque reconoce que es difícil
conocer la proporción exacta del problema.
“Los centros de acogida son sitios conflictivos, es posible que las
organizaciones estén pululando por allí para llevarse a las niñas, pero nos
faltarían manos para proteger todos los centros y seguir trabajando en la
detección. Es una tarea muy complicada y las ONG nos ayudan aquí, nos
informan de visitas extrañas, cambios de comportamiento, etc. Cuando nos
informan estamos preparados y lo vigilamos, pero es complicado. Sobre todo
porque, cuando hablamos con ellas, muchas veces no nos dicen nada, tienen
mucho miedo y mucha presión. Así es muy difícil que podamos trabajar
rápido”, destaca.
Varias de menores marroquíes tutaledas devueltas de Palencia a Melilla
cargan con sus maletas en la ciudad autónoma.- JOSÉ PALAZÓN/PRODEIN
Hacerse mayor
Muchos de ellos superan como pueden esta etapa dentro
del sistema. A algunos, una radiografía de la muñeca o la mandíbula o una exploración
de los genitales les ha convertido
en adultos antes de tiempo. Otros han soportado el hacinamiento, los
colchones en el suelo para dormir y la falta de educadores y educación. Pero
todavía les queda lo más difícil: hacerse mayor.
“Faltan datos
oficiales del porcentaje de menores tutelados que acaba integrado,
trabajando o estudiando al cumplir los 18 años”
Desde Save the Children y otras organizaciones han denunciado en numerosas
ocasiones lastrabas de las distintas administraciones para tramitar los
permisos de trabajo y de residencia de estos chicos cuando cumplen la
mayoría edad. Chana también lo denuncia y recuerda que Cruz Roja desistió
hace años de trabajar gestionando centros de acogida de menores por la falta
de compromiso de los Gobiernos regionales en este asunto. “El éxito de estos
chavales depende de esos dos papeles. Si no se los dan, como debería
hacerse, no sirve de nada todo lo invertido”, resume.
“Nos faltan datos oficiales del porcentaje de menores tutelados que acaba
integrado, con un trabajo o estudiando al cumplir los 18 años”, critica
Cuenca. En Andalucía, explica, “casi todos quedan fuera del sistema de
protección y la Junta, que tiene obligación de proporcionar la documentación
necesaria, no se la facilitan. Se quedan fuera y sin papeles y se
arriesgan a ser expulsados. No hay cifras concretas, ni siquiera las
hemos conseguido a través del Portal del Transparencia”, lamenta el
responsable de Save the Children en la región. Es posible que haya mucho que
esconder sobre cómo trata nuestro sistema a los niños que no son nuestros, a
los hijos de nadie.
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Este reportaje forma parte de la serie Radiografía de los menores
migrantes, elaborada por Público en colaboración conPorCausa.
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