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Menores migrantes y extutelados duermen durante el día en
una iglesia del centro de Barcelona: "No tenemos nada"
El Hospital de Campaña de la parroquia Santa Anna habilita sus bancos para que
jóvenes migrantes, algunos menores, descansen tras pasar la noche en la calle
"Les damos desayuno y se conectan al wifi", explica el
párroco sobre unos jóvenes que presentan a menudo problemas de consumo de drogas
y de salud mental
Decenas de migrantes extutelados comparten asentamientos
en Barcelona con menores que se han escapado de centros o que nunca han llegado
a entrar
Pau Rodríguez
08/07/2019

Varios jóvenes migrantes, algunos de ellos menores,
durmiendo en los bancos de la Iglesia Santa Anna de Barcelona P.
R.
Al tiempo que salen dos turistas de la céntrica iglesia
Santa Anna de Barcelona, Mohammed aparece también desde dentro empujando un
contenedor de basura. Está ayudando a cerrar un recinto que se dedica durante
toda la mañana a acoger a personas sin techo de la ciudad. Entre ellas hay cada
vez más jóvenes migrantes –algunos de ellos mayores de edad, como él, y otros
menores– que acuden a la parroquia para comer algo, conectarse a internet y
descansar en los colchones que han habilitado en una docena de bancos de la nave
central de la iglesia.
Mohammed es de Nador, en Marruecos, y llegó a España con
15 años. Explica que ha vivido desde entonces en centros de menores en Catalunya.
"Hasta que un día antes de cumplir los 18 me echaron. Ahora voy con mi manta en
la mochila, duermo en la calle y ellos son los únicos que me ayudan", relata.
Este lunes, al menos una docena de jóvenes estaban echados en los
bancos. Algunos de ellos eran menores, según se puede apreciar a simple vista y
reconoce la propia parroquia.
Mohammed ayuda a sacar la basura de la iglesia justo
antes de que cierren
Escondida en un patio que se cierra acorde con los
horarios de la iglesia, esta se encuentra a escasos metros de la milla de oro de
la ciudad, el Portal del Ángel, y a pocos más de la Rambla, estos días
abarrotada de turistas. Desde 2016, la parroquia mantiene abierto el llamado
Hospital de Campaña para dar una primera asistencia a personas sin techo que se
acercan para comer algo y echar el rato. Además de los voluntarios, hasta ahora
contaban con una trabajadora social, pero desde hace unos meses han tenido que
contratar a un educador de calle para que atienda las necesidades de los jóvenes
migrantes.
"Les acogemos cuando fracasan todos los demás servicios
públicos", sostiene Peio Sánchez, el párroco de Santa Anna. De las más de 200
personas que pasan a diario por la iglesia, la mayoría a desayunar, varias
decenas son los que él, sin distinguir, denomina "jóvenes". Casi todos son de
Marruecos, y entre ellos los hay que han llegado ya mayores de edad, otros que
estuvieron tutelados por la Generalitat hasta que cumplieron los 18, y luego
algunos grupos de menores que o bien se han escapado de los centros, o bien
nunca han llegado a entrar en ellos.
Sánchez reconoce que su parroquia ni puede ni debe asumir
la responsabilidad sobre unos adolescentes que tienen que estar bajo tutela de
la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA), pero a
la vez razona que no les va a negar el descanso a unos chicos que duermen a
diario en asentamientos del centro de la ciudad, como el de Sant Pau del Camp
(Raval) o los que hay en Montjuïc.De hecho, defiende que con su labor han
logrado que cerca de una veintena de menores hayan vuelto a los cauces del
sistema de protección de la Generalitat.
En principio, en cuanto a su labor con menores, sólo
debería avisar a las autoridades cuando detectan que están sin tutela. Mientras
llegan los educadores de calle del Ayuntamiento, intentan asistirles sin que
entren en el templo, pero a menudo acaban dejando que accedan para descansar,
reconocen. Más aún en días de tanto calor, como la semana pasada, o de lluvia,
como este lunes.
Peio Sánchez, párroco de la iglesia Santa Anna
Tanto desde la Generalitat, que tiene la competencia
sobre estos menores, como desde el Ayuntamiento de Barcelona, son conscientes de
que hay decenas de ellos durmiendo en la calle, pero ninguna de las dos tiene
una cifra para calibrar la magnitud de un problema que se ha enquistado estos
últimos años. La llegada de 5.500 menores este 2019 –en 2016 fueron 648, por
comparar– ha desbordado a una Generalitat que va abriendo centros de acogida de
emergencia a medida que recibe a los jóvenes, pero esto no evita que muchos de
ellos se escapen. Actualmente el consistorio cuenta con 10 educadores de calle
con el cometido de detectar a estos menores y derivarlos a la DGAIA.
Delincuencia y consumo de drogas
El objetivo de muchos de estos menores es venir a España
a trabajar y, pese a su temprana edad, esto hace que sean refractarios al
sistema de protección, según fuentes de la Generalitat y educadores de calle
consultados. Pero la supervivencia en la calle les acaba abocando a la
delincuencia y al consumo de drogas. Así lo describe el propio párroco de la
iglesia, que admite no sin pesar que desde que acoge a jóvenes de este perfil ha
crecido el número de robos en los comercios de la zona, incluso a los propios
sin techo que van a la iglesia, y los episodios de peleas. Si hasta ahora abrían
de 8h a 20h, esto les ha llevado a cerrar más pronto, a las 14h.
"Algunos se dedican a los hurtos a turistas y a
comercios, y hemos detectado que los hay también que han caído en redes de
prostitución", explica Sánchez. Y para entender la situación límite y sin salida
que viven algunos, pone como ejemplo un conflicto de la semana pasada. "Un día
vinieron los Mossos porque había habido una agresión, se llevaron al chico, que
era menor, a la Ciutat de la Justícia, y cuando los educadores se lo iban a
llevar a un centro se escapó. Al día siguiente apareció herido por un
cuchillazo", relata este párroco.
En Santa Anna cuentan también con un servicio de primera
atención médica en colaboración con el Hospital Sagrado Corazón. Lo que más les
preocupa son las heridas que presentan algunos y los problemas de salud mental
asociados a la vida en la calle y a las drogas. Los que consumen,
principalmente inhalan cola o toman fármacos sedantes y ansiolíticos como
Rivotril o Benzodiazepinas. Pero si consumen no pueden entrar en el recinto.
Este lunes han tenido que echar a dos niños que apenas alcanzaban los 14 años e
iban con una bolsa de cola en la mano.
Cientos de extutelados
Mohammed lleva viniendo a comer y a dormir a Santa Anna
desde hace varias semanas. Es uno de los 700 menores migrantes que cumplieron
los 18 años en 2018. También uno de los que no pudieron conseguir una de las
500 plazas que tiene la Generalitat en pisos para extutelados, y que están
siempre saturados. "Me quedé sin nada. Es que no tenemos nada. Yo solo tengo la
mochila y el móvil. Es muy duro, para vivir vengo aquí a la iglesia, no tengo
casa, pero no robo", asegura este joven.
Si el año pasado fueron 700 los migrantes tutelados que
cumplieron la mayoría de edad, en 2019 serán todavía más, con lo que entidades
sociales y ayuntamientos temen que aumente el número de los que viven en la
calle. Para paliarlo, el Parlament de Catalunya aprobó recientemente una
ampliación de las ayudas destinadas a esta población. Si hasta ahora solo podían
acceder a una paga de 664 euros al mes los que habían estado al menos tres años
tutelados –un período que deja fuera a la mayoría de menores migrantes– ahora
será para todos. Y hasta los 23 años.
El problema, sin embargo, sigue siendo el de los papeles.
Esta ayuda está condicionada no sólo a entrar en planes de formación e
inserción, sino a tener la situación administrativa en regla. Lo que pasa es que
algunos menores, sobre todo los que llegan con 17 años, salen del sistema
todavía sin haber regularizado la situación. La trabajadora social de Santa
Anna, se dedica principalmente a tramitar citas para que estos chicos puedan
pedir el permiso de residencia. "Te dan hora para al cabo de tres meses". Y se
pregunta: ¿Cuántos de ellos crees que seguirán viniendo aquí dentro de tres
meses?
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