https://elpais.com/elpais/2019/02/09/videos/1549739034_933929.html
Un superviviente de la tragedia del Tarajal: “Aquella
madrugada le di un abrazo a la muerte”
Un joven camerunés, herido por una bala de caucho de
la Guardia Civil, relata su experiencia por primera vez cuando se cumplen
cinco años de la muerte de 14 migrantes
Manfred Kolla
durante la entrevista este miércoles en Madrid. CARLOS
MARTÍNEZ
Manfred Kolla no sabe que el pasado agosto
la justicia reabrió
por segunda vez la investigación por la muerte de 14 de sus compañeros
en la tragedia del Tarajal. Tampoco que nunca se escuchó a los testigos.
Nunca le contó a nadie que con 14 años intentó cruzar a nado un paso
fronterizo entre Ceuta y Marruecos, pero la Guardia Civil le disparó una
bala de caucho que le atravesó la garganta, frenó en seco su camino y le
dejó una cicatriz que hoy se toca con la punta de los dedos. “Me podría
olvidar de la fecha de mi cumpleaños, pero nunca podré olvidar el 6 de
febrero de 2014 porque ese día le di un abrazo a la muerte”, afirma sentado
en un banco del parque del Retiro en Madrid. Nunca denunció los hechos,
dice, porque prefirió callar para seguir viviendo.
El plan era fácil y rápido. No tenían que
nadar mucho, solo bordear un espigón que se adentraba en el agua y llegar a
la playa del Tarajal. Manfred recuerda que aquella madrugada se rumoreaba
que iban a intentar llegar a territorio español. “Como nunca, vinieron
cientos de chicos”, dice. Decidieron adentrarse en el agua entre las 5.30 y
las 6 de la madrugada porque pensaban que los policías estarían aún
durmiendo. Manfred no fue de los primeros en meterse, pero enseguida decidió
seguira
los más osados, y se adentró en el agua. “La gente cruzaba y cruzaba.
Diez minutos después, llegó la Guardia Civil y todo se puso negro”.
Las imágenes de las cámaras de seguridad y de los
móviles de algunos
testigos muestran a los agentes de seguridad abriendo
fuego hacia el mar desde tierra. Disparaban balas de goma y gases
lacrimógenos. La Audiencia aún investiga si se las disparaban a los
migrantes directamente o al agua para disuadirlos. “Había mucha gente que no
sabía nadar. El gas y las balas hicieron que en unos minutos empezáramos a
ver cadáveres flotando”, explica Manfred.
¿Qué es lo que llevó a un niño, que no había cumplido
los quince años, intentar una travesía tan peligrosa como incierta? Una vez
que Manfred pisó Marruecos, sintió que ni era niño, ni era nada. Vivía sin
techo, sin comida y sin ropa con el único propósito de llegar a Europa y de
conseguirlo tras los intentos que fueran necesarios. No descartó ningún
plan: saltó la valla, nadó en dirección a Ceuta y finalmente cruzó el
Estrecho en patera, que fue el definitivo.
“Allí no tienes a nadie que te llame niño
ni que te trate como a un niño. Te tienes que defender tú”. Por eso cuando
los demás se lanzaron al agua, él también quiso meterse. Tampoco tenía nada
que perder. En Camerún lo esperaban una madre sin recursos que no pudo
seguir manteniéndolo cuando nació su hermana menor. “En la batalla de esa
madrugada había muchos más niños”, dice, precisando que su caso no es
extraordinario.
Cuando repasa los vídeos de aquella
madrugada, Manfred se rompe. Toda la contundencia que muestra al expresarse,
se tambalea al recordar a los que murieron aquel día. Le tiembla la voz
cuando se pregunta si existen los derechos
humanos para los migrantes que se agolpan en las fronteras europeas: “Si
ves el trato que nos reservaron esa noche, diría que no”. Ya han pasado
cinco años, pero hay un pensamiento que retumba en la cabeza de Manfred:
“¿Quién hace justicia cuando una persona vale
menos que otra?”.
El 6 de febrero es un día muy triste para él, pero a
la vez es inmensamente feliz porque siente que volvió a nacer. Al caminar
por las calles del Barrio de Salamanca, donde trabaja de ayudante de cocina,
no puede evitar sentirse orgulloso de sí mismo. “Hay personas que me
hicieron mal pero hay muchas otras que hicieron cosas buenas por mí”,
reflexiona minutos antes de que empiece el turno de la cena en su
restaurante. Lo celebra luchando por el mismo motivo por el que, después de
aquel día, volvió a intentar entrar a España: que su hermana pequeña pueda
ir al colegio.
|