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Caso Madeleine McCann: el laberinto de la investigación más
famosa del mundo
La aparición de un nuevo
sospechoso, un hombre alemán con un amplio historial delictivo, pone de
manifiesto que la búsqueda de la niña nunca se ha detenido. Un enigma que
dura 13 años que deja pocos motivos para la esperanza
Imagen de Madeleine McCann poco antes de su desaparición en el 2007.
Metropolitan Police Handout.
La Voz
Redacción/ 8 de junio 2020
Desapareció de la forma más misteriosa posible cuando solo
tenía tres años. Y de eso han pasado ya más de 13. Con todo, el caso de la
niña británica Madeleine McCann es uno de los más enigmáticos del mundo. Lo
es por la forma en la que todo sucedió, porque el imaginario público tiene
grabada en su mente la imagen de esa niña rubia con una pequeña mancha en el
ojo, pero también por el hecho de que, tras
años de silencio y de la que parecía una acabada investigación, acaba de
surgir el que parece el primer sospechoso en firme en mucho tiempo.
La noche del 3 de mayo del 2007
La reconstrucción y el supuesto paso a paso de la
desaparición de Maddie es uno de los relatos más repetidos de los sucesos
criminales de la historia reciente.
Jerry y Kate McCann, dos médicos de Leicester, habían
viajado a Praia de Luz, una turística localidad del Algarve, para pasar unos
días de vacaciones con un grupo de amigos, también con niños pequeños.
Maddie dormía aquella noche en el apartamento alquilado por sus padres en un
complejo vacacional junto a sus hermanos menores. A pesar de su corta edad,
solo tres años, los McCann cenaban en un restaurante del recinto vacacional
junto a sus amigos. Los adultos hacían rondas por los apartamentos para
vigilar a sus respectivos niños. En una de esas vigilancias, Kate McCann se
dio cuenta de que su hija mayor no se encontraba en la estancia. La voz de
alarma se dio al instante y todo el complejo hotelero se volcó en los
primeros minutos en buscar a la niña.
Jerry y Kate McCann en
Praia da Luz en septiembre 2007
El caso más mediático
A las pocas horas, la noticia de la desaparición de la
pequeña británica en el Algarve había dado la vuelta al mundo. El caso lo
tenía todo: su corta edad, que la hubiesen dejado sola en la habitación y la
posibilidad de que hubiese sido secuestrada.
Medios de todo el mundo viajaron a Praia da Luz. La imagen
de unos Kate y Jerry McCann destrozados estaba en las pantallas y periódicos
de todos los países. Había mucho revuelo, pero la investigación parecía dar
pocos frutos.
Desde el primer momento se habló de que la supuesta escena
del crimen, la habitación donde dormían los niños, había sido alterada por
el ir y venir de los adultos en busca de Maddie. Por otro lado, a la policía
portuguesa le llovieron críticas por cómo estaba encarando el caso.
Los primeros sospechosos
En aquellas dos semanas hubo dos sospechosos. Dos
extranjeros que vivían en la zona. Uno de ellos, Robert Murat, un británico
afincado en Portugal, colaboró en aquellos días de vorágine como traductor
para los medios de comunicación internacionales y para la policía. Su
entrega a la investigación le puso en el punto de mira. La policía registró
su casa, que estaba muy cerca del hotel, e incluso excavó en su jardín.
Aquella línea de investigación acabó en punto muerto. El otro interrogado
fue un joven de origen ruso, Sergey Malinka, que tenía relación con Murat y
al que supuestamente este llamó para mantener una conversación sobre el caso
Maddie. Investigaron sus equipos informáticos y le interrogaron durante
horas. Tampoco hubo resultados.
El punto de mira sobre los padres
Cuatro meses después de la desaparición de Madeleine, la
imagen de los padres de la niña para la opinión pública da un giro de 180
grados. De aparecer como unos progenitores destrozados, pasaron a ser para
muchos los principales sospechosos del rapto de la menor. La policía
portuguesa entrevista primero a Kate McCann y a los pocos días, los padres
de Maddie son considerados sospechosos. Una figura que en Portugal recibe el
nombre de «arguido».
El propio Jim Gable, uno de los principales responsables
de la investigación desde la policía británica, mantuvo que en un primer
momento pensó que el culpable de la desaparición era el padre de la niña,
aunque aseguró que tiempo después creyó en su inocencia.
Otro de los momentos críticos tuvo lugar cuando los
investigadores dieron con una muestra de ADN en el dormitorio de Maddie. La
correspondencia era de más de un 80% con la de los McCann. Se habló de otra
muerta de sangre, que los investigadores habrían encontrado en el maletero
del coche alquilado por la familia para sus vacaciones. Pasado un tiempo, se
barajó que el automóvil había sido alquilado, pero tras la desaparición de
la niña.
Tras estos acontecimientos, la familia regresa a Reino
Unido pero los McCann se desplazan por todo el planeta para mantener vivo el
recuerdo de su hija.
Complejo
hotelero en el que se alojaba la familia RAFAEL
MARCHANTE | REUTERS
Vuelta
al momento de la desaparición
Pocos antes de cumplirse un año de la desaparición y de
haberse hecho público un retraso robot de un posible sospechoso -un supuesto
depredador sexual británico que habría estado en la zona- la policía
portuguesa se centra en el grupo de amigos de los McCann. Aquellos que se
encontraban con ellos en la que Madeleine desapareció de su habitación.
Salen a la luz las múltiples contradicciones de sus testimonios.
En los siguientes años, las críticas de los McCann hacia
la investigación portuguesa se recrudecen y mantienen que las autoridades no
hicieron lo necesario para encontrarla.
Investigación privada
La búsqueda de Madeleine no solo se llevó por cauces
oficiales, la de la policía portuguesa o la de Scotland Yard. Los McCann,
apoyados por capital privado, contrataron a detectives para buscar a su hija
por todo el mundo. Fue uno de los elementos más reveladores del documental
sobre la desaparición de la pequeña, que se estrenó en marzo del 2019 en la
plataforma Netflix. En esta producción participa incluso un investigador de
la agencia española Método 3, Julián Peribánez. Entre los argumentos que
esgrime la investigación privada están, desde que la pequeña fuese raptada
por una red de trata que la había sacado del país, hasta que Maddie hubiese
salido del apartamento y hubiese sido atropellada de forma accidental, por
lo que los culpables se habrían deshecho de su cuerpo.
Investigación constante
Aunque el paso de los años suele desactivar las
investigaciones, en este caso Scotland Yard siempre ha mantenido la
búsqueda. Los McCann han estado muy bien relacionados. En el 2009 se
reunieron con Alan Johnson, el ministro de Interior británico, y el 2011 con
Theresa May, entonces también titular de Interior, quien les recibió y puso
en marcha la Operación Grange. Se interrogó a más de 1.300 personas.
A lo largo de los años, numerosas personas aseguraron
haber visto a la niña en países como Portugal, España, Marruecos, Grecia y
Turquía.
2019: «más cerca que nunca»
Hace casi un año, saltaba la noticia. El Mirror inglés
adelanta en exclusiva que la policía británica podría estar cerca de
resolver el caso después contemplar un nuevo sospechoso, un extranjero que
estaba en el Algarve en el momento de la desaparición de la pequeña en el
2007.
Los agentes portugueses
afirmaban estar «más cerca que nunca de saber lo que le pasó a Madeleine».
Lo poco que se supo fue que en la investigación
colaboraron las policías de Portugal y Reino Unido. «Solo la policía sabe
quién es el sospechoso», publicaba Mirror.
Apenas se dieron más datos.
2020: un sospechoso con nombre y
apellidos
La noticia saltaba hace solo unos días: un alemán de 43
años, Chistian
Brueckner, es sospechoso oficial de la desaparición de Maddie. Se trata
de un hombre con un dilatado expediente criminal que se encuentra en
prisión. Brueckner vivió en Portugal de 1995 al 2007 y había salido de
prisión unos meses antes de la desaparición de la niña por otra condena. Se
marchó de Portugal en el 2007, un día después de la desaparición de la niña
británica.
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