Foto: Reuters.
Fredrik es un hombre de
mediana edad condenado a 15 años de prisión por
asesinato. En un estudio anexo a su celda, está
dando los últimos retoques a la portada ilustrada del libro
de cocina de la
prisión noruega de Halden. No solo se dedica a pintar,
también está estudiando matemáticas y física. El resto del
tiempo lo pasa reflexionando sobre su pasado para aceptar y
poder vivir con los remordimientos de todo el dolor
causado. Para él, como para otros muchos presos del
país escandinavo, la cárcel no es un castigo por haber hecho
cosas muy malas, sino más bien un retiro silencioso en el
que poder hallar el perdón propio y, los más optimistas, la
paz espiritual.“Si no
tienes buenas oportunidades y estás encerrado en una jaula,
es imposible que te conviertas en un buen ciudadano. Aquí
hay buenas oportunidades, puedes sacar diplomas y
cuando salgas, un trabajo estable”. Estas declaraciones del
recluso han suscitado muchísimo interés dentro del mundo
penitenciario internacional a raíz de un reportaje de Emma
Jane Kirby, periodista de la 'BBC',
quien se ha hecho eco de las voces de los presos en
Noruega, el país que presume de tener el mejor
sistema carcelario del mundo.
Ante todo, los reclusos son seres humanos. Han obrado mal,
deben recibir castigo, pero siguen siendo seres humanos
Clases de yoga para asesinos,
violadores y traficantes de drogas. “Los
tranquiliza”, comenta Are Hoidal, gerente
de la prisión. “No queremos ira y violencia en este lugar.
Queremos que los internos estén tranquilos y sean
pacíficos”. Dicha tranquilidad no es nada barata. Una plaza
en Halden cuesta cerca de 110.000 euros al año sufragado
en impuestos (teniendo en cuenta que el
sistema fiscal noruego es uno de los mejores del mundo).
“Guardias y prisioneros permanecen todo el tiempo juntos en
las actividades. Comen, juegan al voleibol, se
dedican al ocio… y eso nos permite interactuar con
ellos para motivarles. Nos aseguramos de que un interno
cumpla su condena, pero también le ayudamos a ser una mejor
persona. Somos como modelos a seguir, sus entrenadores y
mentores”.
A principios de la década de 1990, el Servicio
Correccional noruego se sometió a una serie de reformas para
centrarse mucho menos en lo que Hoidal denomina “venganza”
a “rehabilitación”. Poco a poco se fueron
ofreciendo a los presos programas diarios de educación y
capacitación. “Desde entonces, la reincidencia en
Noruega ha disminuido un 20% en dos años, y cerca
de un 25% después de cinco. ¡Esto funciona!”, expresa.
“En Noruega, el castigo simplemente es
privar de la libertad a una persona”, prosigue Hoidal.
“El resto de derechos permanecen. Los presos pueden
votar, tener acceso a la escuela o a la atención médica. En
definitiva, tienen los mismos derechos que cualquier
ciudadano noruego. Porque, ante todo, los reclusos
son seres humanos. Han obrado mal, deben recibir castigo,
pero siguen siendo seres humanos”.
“Dos reclusos están jugado con las llantas
de un automóvil, limpiándolas de lodo y volviéndolas a fijar
en los coches”, describe Kirby. “La mayoría deja su
celda a las siete y media de la mañana y entran a trabajar a
las ocho. No vuelven hasta las ocho y media de la
noche. La idea es darles un sentido de normalidad y
ayudarles a que se enfoquen en estar preparados para su
nueva vida cuando salgan. Muchos serán liberados y
accederán al mercado laboral como mecánicos, carpinteros
o chefs totalmente cualificados”.
Cada oficial tiene tres presos a su mando, por lo que está
muy equilibrado, ya que la cárcel no presume de ser
demasiado grande
La relación con el exterior también es
otro de los puntos clave en el camino a su
reconducción social. Una vez cada tres meses, los
presos con hijos pueden solicitar un plan llamado “Daddy
in prison” (“Papá en prisión”) que les permite
pasar un par de noches con sus parejas e hijos en un
acogedor chalet dentro de la cárcel; solo si pasan las
pruebas necesarias o tienen buen comportamiento, claro.
Otra de las curiosidades de Halden es que
es un centro penitenciario en el que hay mujeres
guardias. Una de ellas, Linn Andreasen, ha hablado
con Kirby y asegura que nunca
se ha sentido sexualmente amenazada. “Las mujeres están
presentes en la sociedad, también en las cárceles. Por
tanto, ellos tienen que lidiar con eso. Necesitan respetar
no solo el uniforme, sino también a la persona, a la mujer
que hay debajo. Nosotras les respetamos a ellos, así que
ellos también a nosotras. Es algo mutuo”. Otro preso
condenado por tráfico de drogas llamado John, afirma que le
parece muy bien. “Las oficiales son muy efectivas
para bajar la moral a los hombres. Ayudan a que
todo esté mucho más normalizadas".
Hoidal admite que existe tráfico de drogas
dentro de Halden, pero no de heroína, cocaína o cannabis,
sino opiáceos y analgésicos en su mayoría
recetados por los médicos. Cada oficial tiene tres presos a
su mando, por lo que está muy equilibrado, ya que la cárcel
no presume de ser demasiado grande. “Escocia encierra a 150
personas por cada 100.000 habitantes, mientras que
Inglaterra y Gales a 140”, compara la periodista. “En
Noruega, tan solo 63 por cada 100.000”.
En los próximos días comenzará un coro
formado por los reclusos y se espera que el concierto de
Navidad coincida con la publicación del libro de cocina.
También tienen un estudio de grabación propio, llamado
irónicamente Criminal Records. Pero existe
una preocupación en el horizonte, y es la de que el gobierno
recorte los presupuestos destinados al sistema
penitenciario. “Las ganancias de la producción de petróleo
en el Mar del Norte están disminuyendo y el gobierno ha
advertido que se están produciendo recortes”, explica Kirby.
“Si quieres calidad y resultados de alto nivel, necesitamos
dinero”, admite por su parte Hoidal. “Me temo que de
no ser así habrá más violencia y la tasa de
reincidencia aumentará, ya que no podremos mantener todos
los programas que tenemos ahora. No es bueno en absoluto.
Nada bueno”.