"¡Hagan algo, me están robando al niño!":
la agonía de casi 3.000 padres españoles
Después de años de
silencio un padre español desvela su lucha por recuperar
a su hijo.
No es el único. Las
lagunas legales y la incomunicación entre países tienen
a miles de padres en vilo
de su niño, presenta una
solicitud de restitución por sustracción
internacional de menores conforme al Convenio de
Alejandro Mata
25 de diciembre 2019
Robert se dirige a
su casa caminando y, pese al calor sofocante de
esa tarde de julio de 2013, decide apresurar su
marcha. La inquietud por saber qué va a ser de
su familia le provoca todavía más celeridad.
Tiene pensado
arreglar las cosas con L.G, su pareja y
madre de su niño de dos años. A pesar
de estar en trámites de separación, piensa que
todavía queda un resquicio de esperanza. Después
de la conversación telefónica que había tenido
esa misma mañana con ella, todo puede aún volver
a la normalidad.
Al entrar en casa,
nadie le devuelve el saludo, lo que le descoloca
un poco. Va directo al cuarto donde descansa el
pequeño, pero lo único que encuentra es su cuna
vacía. No están sus juguetes ni la ropa en su
armario. La habitación está desvalijada.
La cuna todavía huele a él. El espanto de esa
imagen hiela el corazón de Robert en aquella
tarde sofocante.
La soledad, la ira y
la incomprensión se apoderan de él. No sabe a
quién recurrir, intenta localizar a su pareja
pero no le coge el teléfono. Siente como se
estrechan las cuatro paredes del cuarto vacío de
su hijo. Corre a preguntar a su vecino qué ha
pasado y éste le dice que hace apenas unas horas
su pareja, acompañada de su suegra, se
han metido en un taxi cargadas con todos los
enseres del niño.
Agitado, Robert saca
su teléfono y le envía un SMS a su mujer
advirtiéndola de que va a llamar a la Policía.
Al momento ella le responde que está en un hotel
y que, si quiere ver a su hijo, tendrá
que ir al aeropuerto al día siguiente para
despedirse de él porque se vuelven a
Eslovaquia, país natal de la madre. Él no lo da
todo por perdido, localiza el hotel (cercano a
su residencia en Oleiros, La Coruña) y consigue
que L.G baje con su hijo. El pequeño se lanza a
los brazos del padre nada más verlo.
La pareja había
firmado un acuerdo por el que la madre tendría
la custodia del menor y recibiría una pensión
con la condición de que el padre pudiera tener
un régimen de visitas. En ese instante, la
abogada de Robert, Iliana de la Cal, le advierte
que su expareja no ha ratificado
judicialmente ese acuerdo y por lo tanto no es
válido. Que debe denunciarlo a la
Guardia Civil porque la madre podría estar
planeando sustraer al menor para llevárselo a
Eslovaquia. En resumen, podría perder a su hijo
para siempre.
L.G. llama a la
Policía Local de Oleiros y a la Guardia Civil.
Las autoridades se personan. En un descuido su
suegra le arranca al pequeño de los brazos del
padre —esa sería la última imagen que
tendría de su hijo en España— y los
agentes se llevan a ambos a la comisaría para
tomarles declaración.
"Te pones a declarar
ante la Guardia Civil mientras ves cómo dejan
que tu hijo salga por la puerta. No sabes ni lo
que dices porque en lugar de sentirte seguro y
protegido, lo que ves es que no se está haciendo
caso al problema. No sé las veces que lo dije en
voz alta. ¡Hagan algo, por favor, que me
están robando al niño!", recuerda a El
Confidencial Robert Móskowich, español con
antepasados húngaros que lleva siete de sus 53
años luchando por los derechos de su hijo.
Al terminar la declaración las autoridades
le recomendaron no volver al hotel
para no tener "problemas".
Después de una noche
en vela, a primera hora, el padre se desplazó al
juzgado de guardia para presentar la denuncia.
Cada minuto contaba. Expuso la necesidad
de que un juez interviniera urgentemente puesto
que en hora y media su hijo cogería un avión con
destino a Europa del Este sin su consentimiento.
Admite que ni él mismo reconoce su propia letra
en el escrito.
Robert recibe una
llamada de su madre, que ha ido al aeropuerto a
despedirse de su nieto, y le advierte de que no
se le ocurra ir puesto que hay un agente de la
Guardia Civil que le detendrá si pone un pie en
la terminal. El tiempo corre y la impotencia le
está matando.
"Tardé
muchos años en darle sentido a lo ocurrido pero
ahora, aunque sin entenderlo, todo encaja. Presuntamente,
L.G. declaró ante la Guardia Civil que me tenía
miedo, que yo era violento, que bebía y tomaba
pastillas y que podía hacerle daño al niño",
lamenta hoy Móskowich. Nadie le escuchó ni
comprobó que eso era cierto. Nadie tomó en serio
su denuncia. El avión despegó y, desde ese día,
la frustración le acompaña.
Llegó el mes de
noviembre pero el convenio firmado por ambas
partes seguía sin estar ratificado porque L.G.
no quería hacerlo. El padre no sabe a
quién recurrir, así que presenta una
demanda ante el juzgado de primera instancia de
La Coruña pero dicho órgano se declara
incompetente territorialmente.
El 29 diciembre de
2013 el padre se traslada a Bratislava y
consigue ver a su hijo por primera vez
después de cinco meses, cuando su
suegra se lo arrancó de sus brazos. Pudo estar
con su hijo en un centro comercial en presencia
de la madre y del hermano de ésta. Recuerda que
su expareja no le permitía ni bajar con el niño
a comprarle un helado por miedo a que se llevase
al niño.
21 días en Bratislava sin
señales de su hijo
El 18 de febrero, Robert
regresa a Bratislava con la única intención de
poder ver a su hijo, del que ya apenas sabe
nada. Permanece allí 21 días alojado en un hotel
sin poder verle porque la madre no lo permite.
Allí se entera de que el Juzgado de Distrito de
Bratislava II ya ha tratado su caso sin
que nadie se lo notifique. Ese juicio
concede a la madre la guardia y custodia
provisional del menor y permite que Robert pueda
ver a su hijo el primer fin de semana de cada
mes un par de horas, en presencia de la madre.
"De repente te enteras de que
un juzgado está decidiendo la vida de tu hijo y
que llevan ¡seis meses! haciéndolo sin que tú
hayas sido notificado jamás. El tribunal le hace
caso sin haberme escuchado ni saber quién soy
realmente".
Su abogado denuncia la
injusticia que se ha cometido y ese mismo año la
magistrada le envía un escrito en el que reconoce
el error de no haberle notificado, pide
perdón pero "se niega" a tomar medidas más allá,
ni mucho menos a declarar el juicio nulo.
A través de este mecanismo, el
Ministerio de Justicia eslovaco propone la
mediación y Móskowich acepta con la intención de
que la madre ratifique el acuerdo que nunca
firmó. La imagen de esa mediación es
"desoladora". "Me encontré en una sala
con funcionarios eslovacos, L. G y yo solito,
sin que nadie pudiese ayudarme o guiarme. Sin un
traductor siquiera".
Es mismo mes, a petición de la
madre, la justicia eslovaca cambia el régimen de
visitas e impone un punto de encuentro en
presencia de terceros y de la madre. Su
protestas no son escuchadas por el tribunal.
El día clave, el 27 de junio
de 2014, se celebra el juicio para la
restitución del menor. La sesión duró
una mañana. Se dicta sentencia en media hora. El
menor no sería restituido por la aplicación,
fundamentalmente, del artículo 13 del Convenio.
Un artículo muy polémico porque es excesivamente
utilizado por los paises para darles la razón a
sus compatriotas en los casos de sustracción de
menores.
"Desde que entré en la sala sabía que
aquella jueza no iba a devolverme a mi hijo,
se le veía en la cara"
De hecho, en un
documento colgado en la propia web del poder
judicial se detalla que desde que entra en
vigor del Convenio de la Haya de 1980 se
ha detectado un uso excesivo (y en ocasiones
abuso) de este artículo para denegar el
retorno a menores. Como sugieren los expertos,
el problema es que hay acotar y limitar los
motivos contenidos en dicho articulo porque se
puede interpretar de muchas formas.
"Desde que yo entré en la sala
sabía que aquella jueza no iba a devolverme a mi
hijo, se le veía en la cara. Ya me habían
advertido, en los países del este aplican
el artículo 13 casi por decreto. Son
cosas que hay que sufrirlas para creerlas".
Había quince días para
recurrir la sentencia, el tiempo y el dinero se
agotaban. Encontró otro abogado pero le
pedía cuatrocientos euros la hora. "Lo
que más rabia le da a uno es ver que España no
hace nada por los suyos, que muchos países te
toman el pelo y que aquí nadie mueve un hilo. Yo
he perdido a mi hijo por culpa de España por
duro que suene".
"Hasta aquí hemos llegado"
Cerrada la restitución, la
madre del pequeño vuelve a los tribunales y acusa
a su expareja de tener "problemas mentales",
refiriéndose a la depresión que había tenido, y
que por ello no cree que deba relacionarse con
su hijo. La justicia vuelve a escuchar a la
madre e impone a los padres a someterse a un
peritaje psicológico. Por suerte encuentra a la
que a día de hoy sigue siendo su abogada, Žaneta
Fusková, y consiguen tirar abajo la petición del
peritaje psicólogo.
Desde mediados del año 2016
los tribunales eslovacos desaparecen del mapa. El
padre queda “condenado” a ver a su hijo en un
punto de encuentro, en presencia de
terceros y en presencia de la madre sin que haya
sido escuchado ni se haya tenido realmente en
cuenta el interés superior del menor.
El juzgado rechaza la petición
de los abogados del padre ante "las
injustas medidas provisionales de relación con
su hijo". "Pasaron casi dos años y
siete meses desde la última vista hasta que se
reactiva el proceso en enero de 2019. Es un
escándalo. ¿Alguno es consciente de lo que
suponen dos años y siete meses de espera en la
vida de un niño de corta edad?", protesta.
"Lo que más rabia le da a uno es ver que
España no hace nada por los suyos, que
muchos países le toman el pelo y que aquí
nadie mueve un hilo"
Poco a poco va consiguiendo
pequeñas "victorias", si se las puede llamar así
porque en esta historia dificilmente se puede
hablar de vencedores. En 2019 la nueva jueza
prohíbe la presencia de la madre en los
encuentros. En ese momento ya puede ver a su
hijo sin la presencia de ella. Pese a ello, "se
salta lo dispuesto por el juzgado y está
presente en una habitación contigua sin que
exista autorización judicial para ello",
dice Robert.
El punto de encuentro tiene el
aspecto de una cárcel: una habitación de unos
veinte metros cuadrados en la planta baja de una
pequeña casa. Hay barrotes por todos lados y no
dejan al padre salir a jugar a la pelota con el
niño. Pese a todo, "era la primera vez que podía
hablar con mi hijo sin su madre a medio metro
vigilando", recuerda. "Lo pasamos genial
y me dijo: te quiero, papá. No me
llegarían cubos para recoger las lágrimas que
solté camino de mi hotel".
"¿Alguno es consciente de lo que suponen dos
años y siete meses de espera en la vida de un
niño?"
Finalmente a mediados de este
año se dicta sentencia provisional. Se fija que
el padre podrá ver al menor cada dos meses y por
cuatro horas en un punto de encuentro aunque sin
la presencia de la madre. Se permite al
padre comunicarse por Skype dos veces al mes por
10 minutos y se le sube la cuantía del pago de
alimentos.
"La sentencia es una tomadura
de pelo. Eslovaquia me ha privado de mi
hijo durante 6 años y medio. Es otra
cosa que aprendes con el tiempo y con los más de
80 padres extranjeros que ahora conozco y que
son víctimas del sistema eslovaco. El derecho de
visita no está siendo respetado porque no se
trata de que yo tenga que gastar casi 800 euros
cada vez que quiero estar con mi hijo. Mi hijo
tiene derecho a venir conmigo a su casa en La
Coruña, a estar con sus abuelos, con su familia,
mi hijo tiene muchos derechos pero para la
justicia es un muñeco y poco más. ¿Hablar
con mi hijo dos veces al mes durante diez
minutos?", dice sin dar crédito.
“La sentencia es una tomadura de pelo.
Eslovaquia me ha privado de mi hijo durante
seis años y medio"
Robert Móskowich, a pesar de
estar en paro, asegura que siempre ha pagado la
pensión de su hijo. De hecho, como ha demostrado
a este periódico, tuvo que vender su
propia casa para hacer frente a los gastos que
acarreaba tener que desplazarse a Eslovaquia
para ver a su hijo o presentarse a la vista de
cada juicio. Depender de traductores y abogados
especializados en la materia también le han
generado un gasto importante. De media le cuesta
800 euros desplazarse para poder ver cuatro
horas a su hijo. Actualmente, son su familia y
pareja los que le están ayudando a costearse los
trayectos.
El padre no ha vuelto a ver a
su hijo a solas literalmente ni un segundo. No
ha podido llevarle al parque, jugar con él,
cogerle en brazos, contarle cuentos, lavarle,
cuidarle, quererle… han pasado 2.351 días en los
que un niño ha vivido privado del derecho a ver
a su padre.
El caso de Robert Móskowich no
es el único, según el Sistema Estadístico de
Criminalidad (SEC) del Ministerio del Interior: desde
2010 existen 2.731 casos en los que se ha
denunciado la sustracción parental de un menor.
Pero no se puede saber si esos casos siguen
activos ni en qué países están estos menores,
porque no se detalla esa información
publicamente.
Para conseguir un dato más
certero acudimos al último informe de La Haya,
elaborado en 2015. Allí descubrimos algo
clave, ese año hubo 112 casos de
sustracción parental en España, pero según el
SEC, en 2015 hubo 299 denuncias. Esto sucede
porque los padres no saben que tienen que
recurrir a la Autoridad Central (el l Ministerio
de Justicia) para valerse del convenio y que se
contabilice su caso. Muchos progenitores
acumulan años de lucha judicial en diferentes
países sin saber de la existencia de la
Autoridad Central española.
Examinando el mismo informe de
La Haya, vemos que el Ministerio de
Justicia se lleva un tirón de orejas por ser
incapaz de enviar información sobre los casos de
sustracción. Por ejemplo, no detalla en
qué países se encuentran sustraídos los menores,
por lo que no podemos tener una imagen real de
dónde hay más casos de menores españoles
sustraídos. Tampoco podemos saber el sexo del
progenitor que ha sustraído al menor.
Otras autoridades centrales
como por ejemplo la
estadounidense publica esta información
detallada y anualmente. ¿Por qué en España
no podemos conocer esta información (que podría
ser de gran utilidad para los magistrados
españoles, periodistas, investigadores,
sociologos y políticos) y con esa periodicidad?
Falta de medios y aumento de
casos
En el documento colgado en la
web del Poder Judicial, que hemos citado
anteriormente, los expertos juristas concluyen
que los tiempos de restitución de los
menores se están dilatando en exceso y
esto se debe a dos razones: a la falta de medios
de la Autoridad Central por el aumento de los
casos y a las dilaciones judiciales, provocadas,
en algunos países, por la escasa especialización
de los juzgados.
El Ministerio de Justicia se lleva un tirón
de orejas por ser incapaz de enviar
información detallada sobre los casos de
sustracción de niños españoles
"La dilación es una
tragedia para los menores sustraídos.
Se han producido casos en los que, a pesar de
que la solicitud de restitución se produjo antes
del año de la sustracción, la restitución se ha
demorado tres o más años hasta que finalmente se
ha llevado a cabo. Explican que para evitar al
menor un perjuicio irreversible, finalmente
no se lleva a cabo la restitución",
señalan en el documento. También critican que en
España no hay un cauce judicial para recurrir
las sentencias extranjeras de no retorno,
por lo que si un país extranjero dice que un
niño no vuelve a España, no hay un cauce claro
por el cual recurrir.
Ocho años secuestrada en
Polonia
Este mes conocíamos la noticia
de que la Guardia
Civil localizaba a una menor tras ocho años
secuestrada por su madre en Polonia. Después de
haber tratado con diferente abogados y fuentes
afectadas, conocemos que existen muchos
casos en los que el proceso de restitución del
menor se ha prolongado durante años y todavía
siguen abiertos. Los expetos
consultados por este periódico ponen el foco en
dos problemas: que los paises extranjeros no
cumplan con el convenio internacional y que la
AC española no lo denuncie.
Tomando al caso de la menor
secuestrada en Polonia, según explican las
fuentes consultadas, fue el poder
ejecutivo polaco el que falló. El poder
judicial polaco dió la razón al padre de la
menor. Pero esa orden judicial falló al pasarse
al poder ejecutivo porque, según relatan fuentes
cercanas al caso, no existía
colaboración por parte de las fuerzas de
seguridad polacas para localizar a la
madre que había desaparecido con la menor.
Precisamente, fueron dos agentes de la Guardia
Civil, el teniente Manuel Palomo y
el cabo primeroJosé
Antonio Briceño los que consiguieron
abrir una brecha en el sistema del país
centroeuropeo. El teniente Palomo cuenta que el
método fue a la vieja usanza, sensibilizaron a
las autoridades polacas y a las personas
relacionadas con el entorno de la menor. El
padre de la menor tenía mala prensa y lo
acusaban de malos tratos. Algo falso,
que no tenía fundamento, según los agentes.
Los dos guardias civiles
realizaron cinco viajes en los que poco a poco
iban entretejiendo relaciones con el país de
Europa del Este, para finalmente conseguir traer
a la menor de vuelta. El caso se estaba
dilantando tanto que tuvo que actuar la Guardia
Civil. Pero las fuentes consultadas
apuntan a que la Autoridad Central española es
la que debe tratar de facilitar la resolución
del caso, incluso que deben denunciar
cuando uno de los paises firmanetes del Convenio
de la Haya no cumple con sus obligación.
Hemos intentado entrevistar al representante de
la Subdirección General de Cooperación Jurídica
Internacional del Ministerio de Justicia, que es
el órgano que lleva los caos de sustracción de
menores, pero nos han rechazo la petición porque
"ya no conceden entrevistas debido a la gran
carga de trabajo que tienen".
Finalmente, un portavoz del
ministerio de Justicia ha respondido a este
periódico y ha explicado que en el caso de
Polonia la autoridad central española dio
puntual trámite a la solicitud que presentó el
padre de la menor y ha mantenido permanente
contacto con él a lo largo de la tramitación del
procedimiento. Puesto que la respuesta de las
autoridades polacas era la falta de localización
de la madre y el menor en territorio polaco, el
ministerio instó en numerosísimas
ocasiones a Interpol y a las autoridades polacas
para que localizasen a la madre, única
actuación posible dentro de las competencias del
ministerio de Justicia. ¿Cuántas veces
la AC española se reunió con la polaca para ver,
no sólo el caso de la menor secuestrada, sino el
resto de casos de niños españoles en Polonia?, ¿Y
con Eslovaquia?, ¿Y con Rusia? No
ofrecen información al respecto.
Según su versión son meros tramitadores.
Pero según el convenio de la Haya de 1980, las
Autoridades Centrales tienen más deberes.
Como dice el artículo 7
(puntos f e i), entre sus obligaciones se
encuentran el deber de "incoar o
facilitar la apertura de un procedimiento
judicial o administrativo, con el
objeto de conseguir la restitución del menor y,
en su caso, permitir que se regule o se ejerza
de manera efectiva el derecho de visita".
También las Autoridades Centrales deben
mantenerse mutuamente informadas sobre la
aplicación del presente Convenio y eliminar,
en la medida de lo posible, los obstáculos que
puedan oponerse a dicha aplicación. Las
fuentes consultadas por este medio piensan que
la AC española en determinados casos debría
crear mesas de negociación con las Autoridades
Centrales de los paises que no cumplen con el
convenio, para así "facilitar los casos
de restituciones".
Los menores no vuelven de
Rusia
De puertas para adentro, la
propia Autoridad Central españolareconoce
que los países de Europa del Este vienen
incumpliendo constantemente el Convenio de La
Haya, así lo deja patente en una
grabación, a la que ha tenido acceso El
Confidencial, en la que la Subdirectora
General y responsable de la Autoridad Central,
Paula Mongé Royo, afirmó esto durante una
reunión celebrada en el despacho de la Directora
General de Cooperación Jurídica Internacional
del Ministerio de Justicia, el 15 de noviembre
de 2018, en la que participo el colectivo Niños
sin Derechos.
En la reunión se les presenta
el informe publicado por el CNDES sobre
los menores víctimas de Sustracción Parental en
España, documento que desconocían,
donde se establece el volumen de casi 3.000
denuncias de niños sustraídos en los últimos 10
años.
La propia Autoridad Central española
reconoce que los países de Europa del Este
vienen incumpliendo constantemente el
Convenio de La Haya
En la grabación explican que
ellos no son competentes para instar el
cumplimiento de una sentencia española fuera de
España y su única competencia, insiste, es la
cooperación entre Autoridades Centrales para
trasladar la solicitud de restitución. Pero admiten
que efectivamente pueden contactar con sus
homólogos en los paises incumplidores y
denunciar ante el Consejo de Europa estos
incumplimientos. Pero dudan de que
sirva para algo. Monge indica que, con cada
solicitud de restitución que se traslada, se
acompaña con un informe de la Autoridad Central
española con el articulado que argumenta la
competencia de los Tribunales españoles, aunque
indica que, si el país incumple
sistemáticamente, de poco valen esos
informes.
En la reunión se les insiste
en la idea de crear un informe anual para el
poder judicial donde se recojan todas las
situaciones de sustracción parental y sirva de
indicación para los magistrados españoles. Pero
Ana Gallego Torres, Directora General de
Cooperación Jurídica Internacional, que también
participa en la reunión, insiste en que
no ve que utilidad puede tener ese informe para
los jueces españoles y que lo único que
indicará es que los esfuerzos judiciales en
España no tendrán un buen fin a los efectos
contemplados en el Convenio de La Haya.
En España no somos
conscientes de hasta dónde alcanza este problema porque
no tenemos datos suficientemente detallados y
actualizados. Los padres que son víctimas de una
sustracción parental no saben a quién acudir
porque no hay un camino concreto por el que
proceder. Existen multitud de casos de madres y
padres que llevan años dejándose sus
ahorros, su tiempo y su salud en luchar
por los derechos de sus hijos. Algunos incluso
llevan años sin saber nada de ellos. Y en estas
fechas tan señaladas se preguntan dónde queda la
defensa de los derechos de los niños españoles
en el extranjero que se proclama en nuestra
constitución.