"Cada día 27
menores sufren violencia sexual en Colombia"
Diana Arango, coordinadora de la campaña Saquen mi
cuerpo de la guerra, denuncia la invisibilidad de la violencia
sexual contra niñas, niños y adolescentes en el marco del conflicto
armado colombiano
El informe "¡Que dejen de cazar a las niñas y niños!"
contabiliza cerca de 50.000 víctimas entre 2008 y 2012, según las
bases de datos oficiales
"Las formas de violencia son muy diversas: desde la
explotación sexual, la venta de virginidades, violaciones,
prostitución o esterilización forzada al enamoramiento como
estrategia para reclutar menores"
Diana Arango, coordinadora de la campaña "Saquen
mi cuerpo de la guerra", en Barcelona. / Fotografía: Pablo
Tosco/Oxfam Intermón
"Que dejen
de cazar a las niñas y niños". Este fue el deseo de un niño del
departamento colombiano de Sucre cuando le hicieron la pregunta "¿qué
te gustaría que cambiara?". Pocas y contundentes palabras que resumen
una de las realidades más ocultas del país. Diana Arango coordina la
campaña
Violaciones y otras violencias. Saquen mi cuerpo de la guerra,
integrada por una decena de organizaciones de la sociedad civil
colombiana que, junto con el apoyo de Oxfam Intermón, viene
denunciando desde 2009 el uso de la violencia sexual como arma de
guerra en el conflicto armado en Colombia. Arango visitó recientemente
Barcelona, con motivo de la presentación de su último
informe sobre violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes
en el conflicto armado en Colombia.
Pregunta: El informe "¡Que dejen de cazar a las niñas y los niños!"
arroja unas cifras estremecedoras: 48.915 víctimas de violencia sexual
menores de 18 años entre 2008 y 2012. ¿Reflejan los datos la verdadera
dimensión del problema?
Respuesta: Los datos dan cuenta del número de
casos registrados en bases de datos oficiales. Según estos registros,
en esos cuatro años hubo 48.915 víctimas, eso quiere decir que cada
día 27 niños sufrieron violencia sexual por parte de alguno de los
actores armados, ya sea fuerza pública, guerrilla o paramilitares. Sin
embargo, una de las conclusiones que nos produce más escalofríos es
que, pese a que la cifra es muy alta no estamos contando a todos los
niños y niñas. Hay un subregistro importante y esto podría ser tan
solo la punta del iceberg de lo que es la violencia sexual contra
niños y niñas en el marco del conflicto en Colombia.
P:
La campaña "Saquen mi cuerpo de la guerra" nace en 2009 con el
objetivo de denunciar el uso de la violencia sexual contra las mujeres
como arma de guerra. ¿En qué momento se dan cuenta de la importancia
de abordar explícitamente el problema de la violencia sexual contra
niñas y niños?
R: La necesidad de elaborar un informe
específico sobre este tema se nos planteó en 2010. Ese año hicimos una
encuesta de prevalencia que nos dio una cifra de 489.000 mujeres
víctimas de violencia sexual desde 2001, pero no se incluyó a las
niñas menores de 15 años. Ahí nos dimos cuenta de que estábamos
ignorando un gran sector de la población colombiana y que,
precisamente, según el Instituto Nacional de Medicina Legal, la única
fuente de información más o menos completa sobre este tema, la mayoría
de los casos de violencia sexual registrados se concentra en niñas de
los 4 a los 14 años. La mayoría de las investigaciones en torno a la
violencia sexual que se han hecho son sobre mujeres, sobre niñas y
niños no había nada, eran invisibles.
P:
Y ser invisibles tiene sus consecuencias.
R: Si la
violencia sexual contra niñas y niños es invisible no hay un rechazo
frente a ella, no hay políticas públicas que la aborden y no hay
movilización social. Decidimos que era urgente poder contar con un
documento que nos permitiera abrir el espacio de discusión,
visibilizar a esta población y recibir una respuesta del Estado.
P: El informe concluye que no hay una tipología única
de violencia sexual contra niñas y niños y que ello dificulta por
tanto que se cataloguen estas agresiones y puedan prevenirse. ¿De qué
tipo de agresiones estamos hablando?
R: Las
violencias son tan diferentes como regiones tiene Colombia. En nuestro
estudio vemos, por un lado, violencias como la trata de personas, de
niños y niñas alrededor de explotaciones de industrias extractivas
(empresas petroleras o mineras) o de grandes extensiones
agroindustriales, que comercian con menores para satisfacer las
necesidades de los trabajadores en estos enclaves.
Por otro
lado, hemos constatado el tema del "enamoramiento" como estrategia de
los actores armados para reclutar principalmente a niñas para el
conflicto. Las seducen para utilizarlas como informantes, ganar
confianza en sus territorios o usarlas en el interior de sus filas.
También hemos detectado en algunas regiones, y es algo que queremos
explorar con mayor profundidad, la venta de virginidades, además de
violaciones, prostitución, esterilización forzada y la violencia
sexual interfilas. En Colombia hay una gran variedad de violencias
sexuales que muchas veces los sistemas de registro no tienen en
cuenta, como sucede por ejemplo con el "enamoramiento".
P:
¿Esto qué consecuencias tiene?
R: Por una parte conlleva que cuando los padres
quieren ir a denunciar a un actor armado que está tratando de seducir
a su hija o a su hijo para reclutarlo los funcionarios públicos
desestiman esa denuncia al no considerarla un delito. Estas formas de
violencia no están registradas, el Estado no ha hecho ningún esfuerzo
por ir a estas regiones y caracterizar de una manera amplia,
respetuosa y profunda lo que está sucediendo allí. Su acción se limita
a la denuncia y solo se aceptan como tal las que están incluidas en el
código penal colombiano. Hay muchas violencias que no están ahí y, lo
peor de todo, es que no se atiende a estas niñas porque no se las
considera víctimas de ningún delito. Además, vemos por otro lado cómo
este tipo de prácticas se han normalizado.
P:
Es decir, no se perciben como un problema...
R: Así es, en ciertos contextos de Colombia no
se ve como algo problemático que un miembro de un grupo armado legal o
ilegal trate de enamorar a una niña de 14 años. Esto no solamente
tiene implicaciones sobre el cuerpo y la dignidad de la víctima sino
que también la pone en riesgo de posibles represalias por parte de
otros actores armados. Si un miembro de la fuerza pública decide
enamorar a una niña de una comunidad, la guerrilla o los paramilitares
pueden utilizarla para vengarse de ese otro actor. Se sigue poniendo a
la población civil en mitad del conflicto.
P:
¿Qué consecuencias tiene en la vida de una niña o de un niño el haber
sido víctima de una agresión de este tipo en el contexto del conflicto
armado en Colombia?
R: El efecto es devastador. El problema no es
solo la victimización como tal, que ya de por sí rompe con la
estabilidad emocional y física de la persona, sino que las secuelas se
sienten también a nivel social. La violencia sexual en Colombia tiene
un nivel de estigma social que siempre pone a la víctima en el papel
de la persona juzgada.
P:
La revictimiza…
R: Sí. Es
el típico "tú hiciste algo para merecer que te pasara esto". A las
niñas les dicen que si es que estaban en la calle, que si estaban
usando minifalda, que si lo provocaron o se lo buscaron ellas. Hay una
carga machista, estructural y cultural, muy grande que impide ver a la
víctima como lo que realmente es y que el Estado se vuelque en
atenderla sin revictimizarla.
"Los niños denuncian menos que las
niñas. En Colombia el machismo está ligado a la homofobia, a los
niños que han sufrido violencia sexual muchas veces se les
considera homosexuales y son rechazados"
P:
¿Son diferentes los impactos en el caso de los niños?
R: En lo
que respecta a los niños advertimos que muchas veces denuncian menos
que las niñas, son todavía más invisibles. Para ellos la carga puede
llegar a ser más pesada pues muchas veces se les considera
homosexuales por haber sido víctimas de violencia sexual. En Colombia
el machismo está también muy ligado a la homofobia. Los niños son
después rechazados por sus mismas comunidades y no son atendidos como
se debe.
P: Según el informe, el Estado no está respondiendo a
estos casos como cabría esperar.
R: El
Estado colombiano está desatendiendo de manera especial a este tipo de
víctimas. La violencia sexual se considera un crimen de segunda
categoría que no merece una atención rápida, efectiva e integral, que
incluya no solo una atención médica de urgencia cuando suceden los
actos sino que también vaya acompañado de acceso a la justicia,
atención psicosocial y reparación. En Colombia esto no se da, no hay
voluntad política para volcar a todas las instituciones y hacer que se
responda de forma integral a las víctimas de violencia sexual en el
marco del conflicto.
P: ¿No ha cambiado nada en este sentido la Ley de
Víctimas?
R: Esta
ley es un buen intento, pero se queda corta en muchas cosas. Nosotras
hemos reconocido su importancia en materia de registro y de
reconocimiento de que en Colombia hay un conflicto armado y es
necesario reparar a las víctimas. Pero esa reparación se ha centrado
mucho en el tema monetario. Eso es importante, pero no es lo único.
Además, en el registro de víctimas apenas hay 1.400 casos, que es nada
comparado con lo que nosotras hemos venido diciendo que puede ser el
universo de víctimas de violencia sexual.
P: ¿Qué se pretende conseguir desde la campaña
Saquen mi cuerpo de la Guerra a partir de
este informe?
R: Lo
primero es visibilizar que existe esta violencia sexual y que este
flagelo afecta diferencial y mayoritariamente al sector de
la población de las niñas, niños y adolescentes. Lo segundo, exigirle
al Estado colombiano que revise sus bases de datos, las armonice y
garantice una coordinación interinstitucional entre sus distintas
agencias porque necesitamos saber no sólo cuántos niños y niñas son
sino quiénes son. Y tercero, que sobre la base de una información
completa se diseñen diferentes herramientas de política pública que
permitan al Estado dar una respuesta efectiva e integral, que
construyamos juntos política pública para prevenir, eliminar y
sancionar este crimen y, sobre todo, para atender a los niños y niñas
que lo hayan sufrido.
P:
¿Está Colombia ahora en un buen momento para avanzar en este sentido?
R:
Esperamos que sí. Creemos que en este momento puede haber una apertura
para dialogar sobre cómo el proceso de paz puede redundar en garantías
de verdad, justicia, reparación y atención integral por parte del
Estado. Pero los diálogos de paz no van a solucionar por sí solos las
cosas. El acompañamiento de la comunidad internacional y de los medios
de comunicación internacionales es fundamental para que ese escenario
de postconflicto se construya sobre la garantía plena de los derechos
humanos.