“La familia me metió en una habitación. Allí me
maniataron de nuevo... Cerraron la puerta durante uno o dos meses. Cuando
era la hora de almorzar, me enviaban comida. Lloraba mucho... Cada vez que
el hombre chino me traía alimentos me violaba”, explica una mujer birmana
vendida a las redes de trata por su cuñada cuando solo tenía 16 años. El
testimonio forma parte de un informe desgarrador publicado este jueves por
la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) en el que se
denuncia la pasividad de las autoridades fronterizas de Myanmar y China ante
el tráfico sexual de esposas al gigante asiático.
Según el dossier de 112 páginas Danos
un bebé y te dejamos marchar, concluido después de tres años de
investigación, mujeres de los estados de Kachin y Shan, al norte de Myanmar,
son traficadas a China por la frontera septentrional birmana. Basado en
entrevistas con 37 supervivientes así como familiares, miembros de la
comunidad local y oficiales de Myanmar, el informe detalla cómo las víctimas
confían en las promesas de trabajo por parte de familiares y conocidos que
las acaban vendiendo por valor de 2.600 a 11.500 euros a familias en China.
Una vez en el país vecino, son encerradas y violadas hasta que se quedan
embarazadas.
"Las autoridades de Myanmar y de China miran hacia
otro lado mientras traficantes sin escrúpulos venden a mujeres y niñas de
Kachin para su cautiverio y abusos indescriptibles", explica Heather
Barr, codirectora del departamento de la mujer de HRW y autora del
informe. "La escasez de medios de subsistencia y la falta de protección de
los derechos más básicos han hecho que estas mujeres sean presa fácil de los
traficantes, que tienen pocas razones para temer la aplicación de la ley a
ambos lados de la frontera".
Las supervivientes que consiguen escapar del
cautiverio y los abusos confiesan que sus captores están más interesados en
tener un hijo que unaesposa. La población femenina en China ha
caído desde 1987 y la brecha entre hombres y mujeres de 15 a 29 años aumenta
debido a la preferencia de niños fruto de la política de hijo único vigente
entre 1979 y 2015 y a la restricción de derechos reproductivos de la mujer.
Según las estimaciones
del Boletín Médico Británico, a China "le faltan entre 30 y 40
millones de mujeres” a causa de la flagrante discriminación de la población
femenina que afecta a esta y
a otras sociedades patriarcales de Asia.
Tras el
cautiverio, y después de dar a luz a sus bebés, algunas escapan; aunque
dejan a sus hijos en manos de sus captores y violadores
Ante el desequilibrio demográfico, algunas familias
chinas optan por comprar a mujeres y niñas que han sido víctima de redes de
tráfico de países vecinos. El número de esposas que son vendidas al
gigante asiático es difícil de cuantificar, pero la Comisión de Derechos
Humanos de Myanmar registró 226 casos solo en 2017, mientras que los
activistas creen que la suma real seguramente sea mucho más alta. “Es
difícil saber si la cifra sube o baja, pero varios expertos creen que el
número aumenta a medida que el conflicto en el estado de Kachin continúa”,
razona Heather Barr.
Muchas de las supervivientes entrevistadas durante la
investigación pertenecen a la población de más de 100.000 desplazados
internos por la lucha en los Estados de Kachin y Shan. En 2011, Myanmar
acabó con 17 años de alto el fuego reanudando sus ataques contra los grupos
étnicos armados. El gobierno ha bloqueado la asistencia humanitaria en estos
campos de refugiados, alguno de los cuales están bajo control de la
opositora Organización por la Independencia de Kachin; que cuenta con un
brazo armado. Las mujeres son las únicas que ganan sustento para sus
familias mientras que los hombres toman parte en el conflicto.
“Los gobiernos de Myanmar y China, así como la
Organización por la Independencia de Kachin, deberían hacer mucho más para
prevenir el tráfico, recuperar y asistir a las víctimas y perseguir a los
traficantes”, denuncia Barr. “Donantes y organizaciones internacionales
deberían apoyar a los grupos locales que hacen el trabajo duro, que los
gobiernos no se atreven, para rescatar a las mujeres y niñas, y ayudarlas a
recuperarse”.
Tras el cautiverio, y después de dar a luz a sus
bebés, algunas escapan; aunque dejando a sus hijos en manos de sus captores
y violadores. De vuelta en Myanmar, las que sobreviven tienen que lidiar con
el trauma y el estigma con la escasa ayuda de las pocas organizaciones que
carecen de recursos y capacidades para asistir a las víctimas de un tráfico
sexual que no recibe ninguna atención por parte de ninguno de los dos países
implicados.
Las dificultades para su reintegración se agravan por
la deshonra que supone su situación dentro de una comunidad profundamente
cristiana y donde la “gente te mira con desprecio porque has sido traficada
a China”, según cuenta Barr que le dijo una de las supervivientes. La
experta de HRW asegura haber conocido a una mujer que estuvo cautiva durante
nueve años, dos de ellas que llegaron a ser víctimas de las redes de tráfico
hasta en dos ocasiones y una de solo 14 años.