El cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani,
se refirió este sábado a las observaciones
conclusivas del Comité de las Naciones Unidas para
los Derechos del Niño referidas a la Santa Sede y
afirmó que en los últimos 15 años la Iglesia ha
estado respondiendo a estos temas de manera clara.
En el programa 'Diálogo de Fe', el purpurado peruano
aseguró que “hemos hecho todo lo que podemos y la
Iglesia seguirá haciendo todo lo que puede en
defensa de los niños, lo demuestra y lo explica de
una manera clara. Pero al frente no tienen un deseo
de protección a los niños, creo que prima un deseo
de daño a la Iglesia”. “El día que vea que hay una
verdadera lucha contra el aborto y una defensa de la
mujer gestante, entonces diré: Mira, se está viendo
una sinceridad”, añadió.
Cabe resaltar que hace pocos días el Observador
permanente de la Santa Sede antes las Naciones
Unidas en Ginebra, el arzobispo Silvano Tomasi,
comentó sobre las observaciones conclusivas del
Comité: “La primera reacción es de sorpresa, porque
el aspecto negativo del documento que han presentado
da la impresión de que estaba ya preparado antes de
la reunión del Comité con la delegación de la Santa
Sede, que dio en detalle respuestas precisas sobre
varios puntos que no han sido reportadas en este
documento final, o al menos no parece que se hayan
tomado en seria consideración”.
Asimismo, el portavoz de la Santa Sede, padre
Federico Lombardi, afirmó que el informe de la ONU
ha sido inspirado por organizaciones no
gubernamentales con prejuicios negativos hacia el
Vaticano y sus posiciones: “La manera con que ha
sido presentado, las objeciones y la insistencia
sobre varios casos en particular dejan pensar que se
ha dado mucha atención a la visión de organizaciones
no gubernamentales, a priori hostiles contra la
Iglesia Católica, la Santa Sede y sus posiciones”.
De esta manera, el cardenal Cipriani comentó que la
ONU debe repasar la agenda que tiene y también
defender el derecho de los no nacidos.
“Señores, ustedes en su plan de acción promueven el
aborto, que es el asesinato del más débil, el que
está en el vientre de su madre. Usted, como
institución, en su programa de educación y promoción
de la mujer tiene el asesinar a los niños con 20
excusas, me gustaría que me explique. El cinismo que
se está apoderando de la agenda mundial es inmenso”,
refirió.
“Queda claro que es una lucha ideológica. Las
Naciones Unidas dice: No me interesa el mensaje de
la fe, no me interesa tu perdón ni tu visión de las
cosas, me interesa la mía. Yo creo en el aborto,
creo que la mujer es dueña de su cuerpo y puede
hacer lo que quiere, incluso matar a la criatura”,
prosiguió.
El arzobispo de Lima reiteró también que la Iglesia
ha desarrollado un protocolo muy claro de cómo
actuar cuando hay algún abuso contra un menor.
Y concluyó señalando que “no pretendo atacar a las
Naciones Unidas pero sí despertar a nuestros fieles
católicos: No nos dejemos engañar fácilmente por
unos ataques bajos. Luchemos para que la vida se
respete desde el primer instante, que las madres
gestantes sean protegidas y que los niños siempre
tengan la protección de la sociedad”. “La Iglesia
siempre estará del lado de los más débiles y los más
desprotegidos, como lo ha estado siempre”, insistió.
2) ZÓCALO SALTILLO
Cohauila (México)
10
de febrero de 2014
A Contrapelo
Xavier Díez de Urdanivia
La pederastia clerical
En un hecho inusitado y con
enérgica severidad, la ONU, a través de su Comité de
los Derechos del Niño, ha emitido una recomendación,
nada más y nada menos, que a la Santa Sede.
La conmina a que retire “inmediatamente” del
sacerdocio a todos aquellos curas que han cometido
abusos sexuales contra menores o que se sospecha que
puedan haberlos cometido y denunciarlos ante las
autoridades civiles, porque hasta ahora “ha adoptado
políticas y prácticas” que han hecho que continuasen
esos abusos contra decenas de miles de niños.
Inusitado e inédito, además de señero, diría yo,
porque significa un “¡Ya basta!” de la comunidad
global, no sólo a la execrable práctica de la
pederastia, sino al más grave y arraigado recurso
del encubrimiento, bajo el pretexto de no incurrir
en el “pecado de escándalo”.
Duros, durísimos términos -y merecidos, hay que
decir- los empleados por la comisión: “La comisión
está profundamente preocupada por el hecho de que la
Santa Sede no haya reconocido la importancia de los
crímenes cometidos, no haya adoptado medidas
necesarias para gestionar los casos de abuso sexual
contra menores y proteger a los niños y haya
adoptado políticas y prácticas que han llevado a la
continuación de los abusos y a la impunidad de los
culpables”.
Aquel “dejad que los niños se acerquen a mí”, a los
hechos me remito, ha sido pervertido en grado
mayúsculo, y “tanto peca el que mata la vaca como
quien le tiene la pata”, dice el refrán, y habría
que agregar que más aún quien, sabiéndolo, encubre
el
hecho.
La recomendación -como no podría ser de otra manera-
impele al Vaticano a dar preferencia al remedio y la
prevención de tan condenable práctica, antes que
cualquier otro criterio de conducta, y creo que
tiene razón, incluso a la luz del Evangelio: «Es
imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de
aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al
cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar,
que escandalizar a uno de estos pequeños” (Lucas 17,
1-6).
Al margen de las cuestiones religiosas, el tema
moral cuenta y cuenta más todavía una cuestión que
tiene que ver con el deber social de congruencia
dentro del “cuerpo místico”.
Si la Santa Sede juega el doble papel de cabeza
eclesiástica del catolicismo –“lo que es de Dios”- y
ha optado también por jugar en las cosas del mundo
-“lo que es del César”- en su carácter de “Estado
Vaticano”, tendría que ser puntero en las cosas de
la dignidad igualitaria de los seres humanos.
Es el caso, según lo deja claro la recomendación del
comité de la ONU, que la Santa Sede no es parte -sí,
repito, no es parte- de la Convención sobre los
Derechos de los Niños.
Por eso, el comité le recomienda “en orden de
fortalecer en el futuro los derechos de los niños”,
ratificar esa esencial convención en materia de
derechos humanos.
A decir verdad, es una incongruencia predicar sin
dar ejemplo, y peor todavía, practicar lo contrario
a la prédica
evangélica.
Horrible cuestión es ésta, que afecta no sólo a los
católicos, sino también a quienes no lo son, porque
nadie puede hacer oídos sordos al muy serio problema
que la pedofilia representa, especialmente cuando se
practica sistemáticamente por personas que, dada su
condición, deben responder de manera muy
significativa y escrupulosa a la confianza
depositada en ellas.
El Vaticano, en Roma y en todo el mundo, tiene el
deber de responder en este caso a su misión
evangélica y a su papel de estado inserto en la
comunidad mundial, que él mismo escogió.
Claro es que, también en nuestras tierras, existe el
deber -ineludible e inexcusable- de cumplir con la
prédica que con hechos se acredita -no con discursos
y sermones- para honrar efectivamente el Evangelio,
la palabra de Dios.