El
Colegio Americano de Managua, un centro de estudios donde la clase
alta de
Nicaragua matricula a sus hijos, ha sido el escenario de una
historia que mantiene en vilo a todo el país, después de que se
conociera que uno de sus maestros más queridos, el estadounidense
William J. Vahey, profesor de Historia y Geografía, era en realidad
un pedófilo, “un depredador atroz”, en palabras de una portavoz del
FBI, cuyas víctimas podrían superar fácilmente los 90 niños en los
países donde Vahey ha trabajado, entre ellos España.
El
martes 23 de abril el
FBI publicó en su sitio de Internet
una nota de prensa en la que pide asistencia pública para
identificar a las víctimas de Vahey, “un depredador
internacional de niños”. El documento oficial explica que el hombre,
de 64 años, trabajó desde 1972 como profesor en colegios privados
que mantienen el sistema de estudios estadounidense en varios
países, como el Colegio Americano de Managua. Las autoridades
pudieron conocer la verdad que escondía el carismático Vahey gracias
a un “robo providencial”, como lo ha catalogado la prensa
nicaragüense: el hurto de una computadora y una memoria USB de la
casa del maestro por parte de su empleada doméstica.
Él había
acudido a la dirección del colegio para preguntar el procedimiento
que debía cumplir para echar a la trabajadora, pero dijo que no
quería hacer una denuncia policial. La mujer fue despedida en
noviembre, pero el 11 de marzo regresó a las instalaciones de la
escuela y pidió una entrevista con la dirección de Recursos Humanos.
La encargada de esa dirección quedó espantada al introducir la
memoria en su computadora y ver las fotos de los niños, de entre 12
y 14 años. Las autoridades decidieron encarar a Vahey.
Sin
embargo, antes de la denuncia de la trabajadora doméstica había
ocurrido un hecho rocambolesco que no levantó sospechas ante la
dirección del Colegio Americano. El profesor Vahey había
desaparecido misteriosamente y fue una llamada que efectuó su
esposa, desde Londres, la que alertó a las autoridades de la
institución académica. Vahey tenía por costumbre comunicarse los
fines de semana por Skype con ella, pero ese sábado de noviembre la
mujer quedó esperándolo. Tras la alerta, las autoridades del colegio
decidieron enviar a un profesor hasta el apartamento del maestro:
Vahey estaba tirado en su cama, al parecer sin vida. Las autoridades
llamaron a la Policía Nacional para que investigara la supuesta
muerte. La noticia se extendió rápido por el colegio. Los
estudiantes mostraron su dolor por la desaparición del querido
maestro. Sin embargo, horas más tarde, ocurrió lo inesperado: Vahey
“resucitó”.
Los
médicos forenses que examinaron al hombre constataron que tenía
signos vitales, por lo que decidieron trasladarlo a un hospital
capitalino, donde despertó. La directora de la institución envió un
comunicado a los estudiantes en que calificaba de “noticias
maravillosas y milagrosas” la resurrección de Vahey. Las autoridades
no explicaron las causas de la supuesta muerte del maestro, y, según
información publicada por la revista Confidencial de
Managua, se limitaron a decir que “su sangre presentaba un alto
nivel de toxinas, por causas desconocidas”. La revista cita a
profesores del colegio que especulan que el maestro pudo intentar
suicidarse tras el robo de la computadora y la memoria USB.
Después de ser dado de alta, Vahey viajó a
Estados Unidos para someterse a nuevas pruebas, de las que aún
no se saben los resultados. El hombre regresó al país para
reintegrarse a sus labores en enero de 2014. Explicó que su “muerte”
se produjo por la picadura de una araña venenosa.
La vida
en el Colegio Americano siguió su curso, hasta que el “robo
providencial” de su exempleada permitió conocer las fotos que el
maestro guardaba en su computadora. Vahey reconoció ante las
autoridades del colegio que “fue abusado de niño y admitió que abusó
de menores durante toda su vida”, según la nota de prensa del FBI,
que agrega: “Él admitió además que daba a los menores píldoras para
dormir antes del abuso sexual”. El FBI ha analizado fotos que datan
desde 2008, con al menos 90 víctimas, aunque ese organismo teme que
las víctimas puedan ser muchas más. Vahey ya había sido arrestado en
California en 1969 con seis cargos por abuso infantil. Fue
encontrado culpable por uno de los cargos y condenado a seis meses
de prisión seguidos de cinco años de libertad condicional. Las
siguientes décadas Vahey las dedicó a trabajar en escuelas
estadounidenses en el exterior, en países como Reino Unido, España,
Venezuela, Indonesia, Arabia Saudí, Grecia, Irán y Líbano. En estas
escuelas, Vahey acompañaba a estudiantes a viajes deportivos o
encuentros académicos internacionales. De hecho, el destape de los
abusos sexuales por su exempleada se produjo un día antes de un
viaje programado a República Dominicana, donde acompañaría a
estudiantes del Americano a una conferencia internacional.
Tras conocer la historia de su profesor, las
autoridades del Colegio Americano, temerosas del escándalo y la
imagen negativa que causaría a la institución, decidieron no
denunciar a Vahey ante la Policía de Nicaragua. En su lugar
acudieron a la Embajada de Estados Unidos en Managua, que los enlazó
con el Departamento de Justicia estadounidense. Una delegación del
FBI viajó al país para investigar lo sucedido. Vahey dejó Nicaragua
el 12 de marzo rumbo a Miami. El 21 de marzo se suicidó en Luverne,
Minessota. Aparentemente fue informado por el FBI de que estaba
siendo investigado por abuso a menores.
En
declaraciones dadas al diario Houston Chronicle, Shauna
Dunlap, portavoz del FBI en esa ciudad del sur de Estados Unidos,
dijo: “este es uno de los casos de depredadores sexuales más
prolíficos y atroces que hemos visto nunca. Parece que fue capaz de
perfeccionar su arte de tal manera que estos niños eran incapaces de
saber qué pasó con ellos y no podían informarlo. Él ha enseñado en
el extranjero. Creemos firmemente que hay más víctimas”. En Managua,
la noticia del maestro pedófilo ha explotado como una bomba en los
apacibles pasillos del Colegio Americano. Las autoridades del
colegio emitieron el martes un sucinto comunicado en el que
“reiteran su misión de proteger a sus estudiantes y garantizar la
tranquilidad de la comunidad educativa”.