«Quiero decir,
con más fuerza que nunca, que jamás encubrí ningún acto de
pederastia». Presionado por la justicia y por el propio primer
ministro francés,
Manuel Valls, que le pidió que horas antes le pidió que
asumiera su responsabilidad, el cardenal Philippe Barbarin
se vio obligado ayer a convocar una rueda de prensa para defender
su inocencia en un escándalo que le ha salpicado de lleno
y que pone en la picota al considerado como el hombre más
influyente de la iglesia de
Francia, que en su día también sonó como papable. El
también arzobispo de la diócesis de Lyon está involucrado
en dos demandas por encubrimiento de sacerdotes pederastas,
la primera presentada a finales de enero y la segunda esta misma
semana por una víctima de abusos. En este último caso, el hombre,
que sufrió las agresiones sexuales por parte de un sacerdote de la
diócesis de Lyon cuando tenía entre 16 y 19 años, entre 1990 y
1993, ha denunciado implícitamente a Barbarín por «poner en
peligro la vida de otro» y por «incitación al suicidio».
La demanda
anterior fue interpuesta por la llamada Asociación de la libre
palabra contra el sacerdote Bernard Preynat, que cometió
presuntamente
abusos sexuales contra jóvenes scouts entre los años 1986 y
1991. El cardenal, según consta en la instrucción, fue informado
de estos hechos en una carta que le enviaron otros sacerdotes,
pero, pese a ello, mantuvo en su puesto en la diócesis a Preynat
hasta el 31 de agosto del pasado año.
El
Vaticano, a la espera
«Encerrándose en el silencio, nuestro cardenal ha perdido toda la
credibilidad (?) Por eso hacemos un llamamiento al
papa Francisco, en quien tenemos toda la confianza. Para
nosotros, es la referencia suprema moral», dijo Bertrand Virieux,
una víctima del padre Preynat a Le parisien.
De momento,
el
Vaticano pidió ayer que «se espere» el resultado de la
investigación abierta por un juzgado de Lyon. «Creo que
lo más oportuno es esperar el resultado. E, independientemente de
ello, queremos manifestar todo el respeto y la estima hacia el
cardenal Barbarin», afirmó en un comunicado el portavoz de la
Santa Sede, el padre Federico Lombardi.
Más
contundente fue el primer ministro galo, Manuel Valls. «El único
mensaje que puedo enviarle, sin ponerme en el lugar de la Iglesia
de Francia, sin ponerme en el lugar de los jueces, es que asuma
sus responsabilidades», le dijo ayer por la mañana. Y el cardenal
le respondió por la tarde: «Yo le prometo que asumo mi
responsabilidad. Pero él conoce mejor que yo las leyes de Francia
y sabe que hay que respetar la presunción de inocencia».