El País
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Eva, la niña de cinco años que escribió un cuento contra los abusos sexuales
Uno de cada
cinco menores sufre violencia sexual, según el Consejo de Europa, que
también estima que uno de cada tres jamás lo contará a nadie
El cuento 'Tu cuerpo es tuyo: el mensaje de Eva' lucha contra
el abuso infantil
Isabel Valdés
Madrid, 29 de
diciembre 2020
Fue en
un lugar conocido y lo hizo un conocido,
como ocurre entre el 70% y el 85% de las ocasiones. Lo que no ocurrió
fue el silencio, que es también lo que pasa la mayoría de las veces. Eva
tiene cinco años y sufrió abusos sexuales este verano. Su familia no lo
escondió ni huyó de lo sucedido. Hablaron. Denunciaron. Y aquel instante,
que frecuentemente acaba convertido en secreto y vestido de vergüenza, se
convirtió en un cuento, Tu cuerpo es tuyo, el mensaje de Eva.
Después, en un proyecto benéfico que ayudara a otras niñas y niños y a sus
familias a reconocer, entender y visibilizar el problema con
un crowfunding en marcha para lograr una tirada de 3.000 ejemplares
que poder repartir en entornos en los que los menores tienen más riesgo de
sufrir abusos o agresiones.
En
Europa, uno de cada cinco es víctima de violencia sexual —esto incluye los
tocamientos, la violación, el acoso sexual, el estupro, el exhibicionismo,
la explotación en la prostitución y la pornografía, la violencia sexual en
línea y el chantaje sexual—,
según la estimación del Consejo de Europa. La organización también
calcula que uno de cada tres jamás lo contará a nadie e insta a los adultos
a romper el mutismo en torno a este tema. Los padres de Eva no lo dudaron.
“Vivimos en una especie de tabú permanente. Se silencia. Y si lo denuncias
se dice “bueno, pero esto no sale de aquí”, así se normaliza y se perpetúa”,
cuenta al teléfono Helena Torija, la madre.
De lo
que estaba ocurriendo se dio cuenta Víctor, el padre. “Cuando llegó, mi
hija, en su lenguaje de cinco años, le dijo que menos mal, porque no podía
contárselo porque era un secreto”, dice Torija. “Cuando alguien de cuatro
veces tu tamaño te dice que algo es un secreto… El poder que tiene es enorme
y la capacidad de hacer daño también”. Para que aquello no se convirtiese en
uno, para evitar que volviese a suceder y “y dejar claro” que
el único responsable de un abuso es quien lo perpetra, Torija junto a
Eva y otra de sus hijas, Julia, se pusieron a escribir: “El cuento tiene la
capacidad de entrar a la parte más inconsciente, de forma suave, y ayuda a
colocar cosas”. Después, entre todos, Torija, su marido y los cuatro hijos
que tienen, lo ilustraron.
Una violencia creciente
Portada del cuento.EP
Ella,
fisioterapeuta en un hospital de Madrid, integrante de la Comisión de
Violencia de ese centro y miembro de un grupo de crianza en su barrio, era
consciente de que los hechos eran el resultado de un problema más grave y
más profundo —las
últimas cifras de la Fundación Anar reflejan un repunte en los abusos
sexuales a menores respecto a 2018, del 3,8% al 4,8%—, por eso, el
cuento no es la historia de lo que pasó: “Habla del cuerpo, de lo importante
que es cuidarlo y que lo cuiden los demás, de que cómo nos acompaña toda la
vida. De que es algo que jamás se puede violentar y quien no entiende eso lo
está haciendo mal y hay que frenarlo”. El objetivo era barrer la vergüenza:
“Quien ha de sentirla es el otro, no la víctima”. Aunque, añade con pesar,
“la sociedad va justo en el otro sentido”.
Organizaciones nacionales e internacionales llevan años intentando
visibilizar y poner en la agenda política y social de forma sostenida un
problema cuyas consecuencias a largo plazo en la salud y en la vida de
quienes la sufren es difícil de calcular y que depende, entre otras
cuestiones, del apoyo emocional y psicológico que los menores encuentren en
su entorno y las herramientas legales y de soporte de las instituciones.
Esa violencia, además, está creciendo, sobre todo entre los menores,
contra ellos y ejercida por ellos. Como fue el caso de Eva.
Según
los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística,
el pasado año 416 menores —el 98,1% chicos y el 1,9% chicas— fueron
condenados por delitos sexuales en sentencias firmes en España, un 28,8%
más respecto al año anterior. Un porcentaje de crecimiento que supone el
doble que en los adultos, que fue del 11,4% con 2.708 condenados por esos
mismos delitos. Del total, 245 fueron considerados como abuso y agresión
sexual a menores de 16 años, 165 como abuso sexual y 60 como agresión
sexual, seis de ellas violaciones. Y son ellas, mayoritariamente, las
víctimas de estos delitos.
En Madrid, en
2018, se registraron 975 víctimas de delitos contra la libertad y la
indemnidad sexual, 802 niñas y 173 niños, según las últimas cifras de
Infancia en datos, el portal estadístico del Ministerio de Sanidad, Consumo
y Bienestar Social. Y no ha parado de
subir desde 2011, cuando se registraron 458 víctimas. Cuando Torija se
puso a bucear en esos números se dio cuenta de no le sorprendían: “Si
rascas, casi cualquier mujer ha sido en algún momento de su vida violentada
de alguna forma, y ha tenido la sensación de ser pequeñita, de que si lo
cuentas nadie te va a creer”.
Su percepción
está reflejada en otra estadística,
la última macroencuesta de violencia contra la mujer de la Delegación de
Gobierno contra la violencia de género, publicada en septiembre.
Según esos datos, un 3,4% del total de mujeres de 16 o más años en España ha
sufrido violencia sexual fuera del ámbito de la pareja antes de cumplir
los 15 años de edad, y, estima el informe, “extrapolando estas cifras a la
población, se estima que 703.925 mujeres de 16 o más años” la sufrieron en
la infancia (antes de cumplir los 15 años de edad); 3.778.356 mujeres si se
habla de acoso.
Una imagen del cuento 'Tu cuerpo es
tuyo: el mensaje de Eva'.EP
“Levantar la alfombra”
Contra
esto, dice Torija, “quedan muchísimas cosas por hacer a todos los niveles,
solo hemos cambiado el barniz“. Mientras, sigue, “tienes que saber cómo
defenderte, y si no puedes, saber reaccionar, contarlo. Si como sociedad no
somos capaces todavía de hacer que esto no pase, sí al menos que los niños
puedan hablar de ello y que se nos quite a todos la venda, porque esto pasa,
puede pasar, en cualquier sitio y a cualquiera”.
Ellos
están aún a la espera de la declaración de Eva en
una de las cámaras gesell con las que cuenta la Comunidad —un espacio
que evita la confrontación entre víctima y acusado y preconstituye la
prueba, grabando la declaración inicial, que servirá después en el juicio—,
tres meses después. Un retraso habitual que la pandemia ha acrecentado y que
no solo ocurre en el ámbito judicial —”en el momento que la justicia no es
rápida ya no es justicia”, lamenta Torija—, también en el asistencial.
El
Centro especializado de Intervención en abuso sexual infantil (CIASI) de la
Comunidad de Madrid tenía, en febrero, 261 niños y niñas en lista de
espera. “Y este centro no cuenta con asesoría jurídica, además, solo con
atención”, cuenta: “Todo se convierte en un muro infranqueable”. Pero lo
primero, concluye, es “levantar la alfombra. Si se hiciese sin miedo, las
cosas empezarían a cambiar”.
Una ley en marcha
En junio, el Consejo de
Ministros aprobó el anteproyecto de ley de protección integral de la
infancia y la adolescencia frente a la violencia, que ahora está en el
Congreso y se espera que se apruebe el próximo año. Esta nueva norma
incluirá medidas en prevención, detección precoz, protección y reparación de
las víctimas y, entre las novedades que tendrá, estará la ampliación del
plazo de prescripción de los delitos más graves contra menores, entre ellos
los abusos y agresiones sexuales, que comenzará cuando la víctima tenga 30
años (ahora está en 18). Y como la prescripción va de cinco a 15 años, el
margen se dilatará 12 años más que los que rigen actualmente en los casos
más graves, irá hasta los 45 años (ahora está en 33).
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