
Falta de datos agrava violencia sexual infantil en América
Latina
VIOLENCIA. Una abuela fue golpeada por su
nieto en el sur de Ambato.
15 de enero
La falta de datos desagregados sobre violencia
de género en los países de América Latina y el Caribe ha
impedido que se conozca la realidad sobre la violencia
sexual que sufren las niñas y adolescentes en la región.
«Existen desafíos relevantes respecto de comprender las
circunstancias y tipos de violencias que afectan a las
niñas y adolescentes. Por ejemplo, es importante señalar
que la violencia sexual contra la niñez es de la que se
tiene menos información. Un tipo de violencia con poca
atención es el matrimonio infantil o
las uniones tempranas y forzadas»,
alerta la directora durante una entrevista en la que
hace un balance de la situación de la mujer en la
región.
Según la Cepal, una de cada cuatro niñas y adolescentes
en América Latina y el Caribe contrajo
matrimonio por primera vez o mantenía una unión temprana
antes de cumplir los 18 años. Su prevalencia en la
región no ha variado en los últimos 25 años y, sin
acciones e inversiones, Latinoamérica
tendrá, en 2030, el porcentaje más elevado de matrimonio
infantil, sólo por detrás de África
Subsahariana.
Sin
embargo, estos números podrían ser mayores debido a la falta
de datos a largo plazo, la normalización de esa
violencia y la falta de actualización, e incluso la
ausencia en varios países, de la información sobre
matrimonios infantiles, especialmente en el Caribe,
asegura el organismo.
«Eliminar
esta práctica nociva es una meta por cumplir en la región, y
eliminarla también es central para lograr la igualdad de
género y el desarrollo sostenible», agrega Güezmes.
Algunos datos sobre la violencia
La
agresión sexual contra niñas y adolescentes no es el único
tipo de violencia invisibilizada por la falta de
estadísticas. La directora de Asuntos de Género
asegura que, pese a las reformas realizadas en los últimos
años, las cifras sobre los «inaceptables» asesinatos
machistas, especialmente en menores, sigue sin tener una
contabilidad adecuada y mucho menos un estándar en la
región.
«Existen
subregistros y limitaciones en muchos de los países para
tener datos desagregados de la
violencia de género, que no han
permitido establecer tendencias en relación a las niñas y
adolescentes», menciona.
Según el
último reporte de la Cepal, que recaba esta
información por medio de su observatorio de igualdad desde
el 2009, de las 4.091 víctimas de feminicidio registradas en
26 países de América Latina y el
Caribe en 2020, al menos 40 fueron niñas
menores de 15 años. No obstante, es imposible comparar la
situación entre países, pues los datos responden a la
legislación de cada uno.
«Hay aún
muchos retos para la medición de la violencia contra las
mujeres y la incidencia de los delitos con enfoque de
género. Implementar sistemas integrales de información no
solamente es clave para las políticas, sino que puede salvar
vidas. Para muchas mujeres la violencia feminicida es «la
crónica de una muerte anunciada», por lo que un registro,
seguimiento y consecuente protección puede marcar una
diferencia clave», señala la directora.
Es por
esto, cuenta Güezmes, que en los últimos años Cepal ha
pedido a los gobiernos que envíen información desagregada
por diversas variables para conocer y visibilizar también
las discriminaciones que sufren las mujeres por su condición
migratoria, identidad de género, orientación sexual, raza y
pertenencia étnica.
«Aún sin
poder establecer si habrá escalamiento (de violencia en los
próximos años), la situación es suficientemente grave como
para ameritar una acción decisiva y contundente con
inversión mucho mayor, que aborde la complejidad y
multidimensionalidad de la
violencia contra las mujeres y las niñas«, advierte.
Brechas de género cada vez más grandes
La llegada
de la pandemia ha puesto al descubierto las
desigualdades estructurales de género en la
región. «Todos los países se han visto afectados por estas
crisis, y en todos ellos las brechas de género se han
agudizado», afirma Güezmes.
Durante
los últimos dos años, sostiene, las mujeres se han visto
«desproporcionadamente afectadas porque están amortiguando
los efectos de la crisis a través de un aumento del
desempleo, la informalidad, la pobreza, el trabajo
doméstico y de cuidados no remunerados, y de una
precarización de sus condiciones de vida«.
Además,
las mujeres ocupan la mayoría de los puestos de trabajo en
los sectores más afectados por la crisis, como la
manufactura, el comercio, el trabajo doméstico remunerado y
el turismo. Por ejemplo, Güezmes señala que en 2019, un 25,3
% de mujeres carecían de ingresos, mientras que en 2020, esa
cifra se elevó hasta el 27,5 %. Si se excluyeran las
transferencias del Estado, habría sido del 35,3 %.
«Estamos
ante una paradoja de la recuperación porque, aunque en 2021
y 2022 se estima un aumento en los niveles de crecimiento,
solo los hombres volverán a los niveles previos a la crisis,
mientras que las mujeres apenas alcanzarían la participación
laboral del 2008 (49,1%). Estaríamos aún en los
niveles de hace 13 años», alerta.
«El de las
trabajadoras domésticas ha sido el sector más golpeado en
términos laborales en la región», agrega.
La falta
de una autonomía económica es un obstáculo
adicional para las mujeres en situación de violencia que les
impide salir de esa espiral.
Escasos cuidados
Debido a
estas cifras, la Cepal ha decidido que durante 2022 el
cuidado deberá ser el tema central cuando se hable sobre
recuperación post covid.
«La
pandemia, como nunca antes, ha demostrado que sin el cuidado
de la vida y del planeta, no hay economía posible, no hay
desarrollo. Por eso promovemos transitar hacia la sociedad
del cuidado: un cambio de paradigma que ponga en el centro
el cuidado de las personas, de quienes cuidan, el
autocuidado y el cuidado del planeta», explica
Güezmes.
No tomar
en cuenta a los cuidados podría profundizar
aún más la crisis, por lo que, asegura, es
necesario contrarrestar la precarización de los empleos
relacionados con el sector de los cuidados y mejorar las
condiciones laborales y su formalización.
«Y también
es urgente visibilizar los efectos
multiplicadores de la economía del cuidado en términos del
bienestar, la redistribución de ingresos y del tiempo, el
empleo, el crecimiento de las economías y el aumento de los
niveles de recaudación», menciona.
Por esto,
la Cepal impulsa en los países la creación
de sistemas integrales de cuidados que fomenten la
corresponsabilidad no solo entre hombres y mujeres, sino
también entre el Estado, el mercado y las
diversas formas de familia y la comunidad.
«Para
garantizar un proceso de recuperación transformadora con
igualdad es necesario más que nunca que no haya retrocesos
en la autonomía económica de las mujeres», afirma.