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Futbolistas cuyo único logro es agredir sexualmente a una
adolescente
Tenemos un problema, un gravísimo problema social, cuando
esto lo comprende un tribunal que tiene que dictar sentencia y los condenados
por agresión sexual a una menor de 15 años utilizan la espectacularización del
caso para reivindicar su inocencia
Como si de lo que se tratase ahora de probar a ojos de la
opinión pública es que ella se lo fue buscando, como si violar su intimidad
públicamente -algo que a su vez infringe la ley- convirtiese en legal lo que en
el Código Penal señala como un delito sexual
Victor Rodríguez (i), Carlos Cuadrado (2i) y Raúl Calvo
(2d), exjugadores de la Arandina Club de Fútbol acusados de agresión sexual EFE
Violeta ASSIEGO
17 DE DICIEMBRE 2019
Las niñas mayores, esas a las que llamamos adolescentes,
tienen derechos. Tienen derecho a soñar, a enamorarse platónicamente de sus
ídolos, a querer conocerlos, a hacer el tonto con su edad e, incluso, tienen
derecho a desear tener un algo más con ellos. La sexualidad, que es un derecho,
también lo es en la infancia y la adolescencia. Cierto que este es uno de esos
derechos que parecen inexistentes por lo que cuesta hablar de sexo, pero
existir, existe, claro que existe. El derecho a respetar la integridad sexual de
un ser humano se tiene desde el mismo momento del nacimiento, desde ese instante
en que el cuerpo es cuerpo presente y junto a este, de manera inseparable, hay
una genitalidad.
Las niñas, los niños, las y los adolescentes tienen
derecho a su libre desarrollo y como parte de este, a explorar de forma
saludable su sexualidad. Precisamente, es función de la educación sexual
–adaptada a cada edad– que se pueda incidir mejor o peor en ese calificativo
fundamental de 'saludable' de manera que curiosidad individual, fisiología y
sociabilidad vayan a la par y de forma coherente al momento evolutivo de cada
chica y chico. En todo caso, esto es lo importante, nunca nadie, ningún adulto,
tiene un derecho superior a utilizar esa inquietud adolescente (o infantil)
sobre qué es esto del sexo y de una relación sexual para abusar y asaltar la
integridad sexual de una niña, niño o adolescente en beneficio propio y
personal, para jactarse o para su autosatisfacción sirviéndose para ello de la
superioridad de la edad, la experiencia, su posición de poder, ser una figura de
apego o de confianza, o por el hecho de ser más grande o corpulento.
Si una chica de 15 años se intercambia unos audios, unas
fotos o unos mensajes con un chico mayor al que quiere impresionar, gustar o con
el que quiere tontear en el tono que sea, eso no convierte automáticamente su
cuerpo en un territorio del que uno, dos, tres o los chicos que sean puedan
hacer uso por encima de la voluntad de esta y en circunstancias de clara
desventaja y vulnerabilidad para esta. También para una chavala menor de edad o,
es más, especialmente para una chavala menor de edad donde su grado de madurez y
conocimiento del tema es muchísimo más limitado, una relación sexual solo es
posible cuando el SÍ es un SÍ claro y sin ningún tipo de condicionamiento de
superioridad y/o intimidación. Es fácil de entender.
Tenemos un problema, un gravísimo problema social, cuando
esto lo comprende un tribunal que tiene que dictar sentencia y los condenados
por agresión sexual a una menor de 15 años utilizan la espectacularización del
caso para reivindicar su inocencia. Cuando se les da tal grado de protagonismo
que se erigen en héroes del lado más violento del machismo e incitan a que se
revelen detalles íntimos y privados de una chica que es menor de edad como si de
lo que se tratase ahora de probar a ojos de la opinión pública es que ella se lo
fue buscando, como si violar su intimidad públicamente -algo que a su vez
infringe la ley- convirtiese en legal lo que en el Código Penal señala como un
delito sexual.
En un espectáculo sin antecedentes, algunos medios están
siendo cómplices (y con ellos algunos personajes públicos en redes sociales) en
el cuestionamiento prepotente, insensible y machista que están haciendo tres
condenados por agresión sexual de una sentencia cuyos hechos probados son
claros. Se creen inocentes y hay quienes los creen, los respaldan y los arropan
en una vergonzosa concentración en Aranda del Duero. Esos jóvenes adultos, con
su presencia y vestimenta a la última, todavía no son conscientes de que la
masculinidad de la que presumen es la del hombre que sacrifica niñas,
adolescentes y mujeres para demostrarse y demostrar a los demás lo potente y lo
hombre que es. Lo que para ellos es un acto de poder y dominación ante una
chavala menor de 15 años, en el Código Penal se tipifica como un delito de
agresión sexual. Y eso es precisamente por lo que se les condena en un juzgado
aunque ellos busquen en los medios más rancios, machistas y retrógrados el
reconocimiento y el éxito que como personas y puede que como deportistas nunca
tendrán.
Ahora más que nunca, nuestro deber como servicio público es informar sobre
las víctimas de la violencia machista y controlar que las instituciones públicas
hagan su trabajo para combatir esta lacra. Ayúdanos a cumplir con nuestra labor.
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