¿Quiere
que entre en la cárcel?
Pues no es lo
que más me preocupa. [Silencio] Aunque,
evidentemente, sí que consideraría injusto que no
entrase. Pero no es lo que me quita el sueño.
¿Qué le
quita el sueño entonces?
Pues,
básicamente, que la gente considere que lo que yo
cuento no es real. O que le quiten importancia. O
que consideren que algo sí es real y las otras cosas
no son verdad. Vamos, que no cojan el relato entero
y lo troceen en partes. Y cuando hablo de gente
hablo de los jueces, de la Justicia y de la sociedad
en general.
Precisamente una de las claves de la sentencia del
Supremo es que consideran que no todo está probado.
En concreto, las prácticas más graves no las
consideran porque no las verbalizó desde el
principio.
Al final, la
opinión es libre y la gente me cree o no me cree,
porque los que verdaderamente sabemos qué fue lo que
pasó en ese despacho somos él y yo. La sentencia del
Supremo la he asumido como que no me han creído o
que me han creído con matices. Lo considero como
algo humillante, como que me han ninguneado.
¿Qué
les diría a los jueces del Supremo?
[Silencio] A
ver, evidentemente, ellos hacen su trabajo. Pero,
básicamente, he visto que los jueces de Bilbao me
escucharon a mí. Me tuvieron delante. No es porque
ellos pusieran once [años de cárcel] y los del
Supremo dos. Podría haber sido más o menos, no lo
sé. Pero considero que me creyeron. No estoy de
acuerdo con que fueran once años pero, bueno, me
creyeron y dictaron la sentencia en consecuencia a
las pruebas. Que lo hayan bajado a dos sin haberme
visto, sin haberme tenido delante y sin haberme
escuchado… ¡Son jueces que no me han visto nunca!
Cuando
dice que no está de acuerdo con los once años, ¿es
porque cree que es demasiado?
No. Es porque
creo que es poco.
¿Ha
dudado alguna vez de sí mismo?
¿En qué
sentido?
De sus
recuerdos, de sus relatos… Al fin y al cabo, siempre
le han echado en cara la supuesta incoherencia de su
denuncia.
No [Silencio].
Más que dudar de lo que yo digo, sí que he llegado a
tener un poco de miedo –sobre todo al principio– de
ver qué podía contar y de si contarlo todo era malo
para mí o no sé. Estoy seguro de lo que pasó. Que
tenga algún recuerdo borroso o que haya cosas que
pasaron y que las recuerde de una manera más confusa
puede ser. Pero dudar de que eso no pasase, no.
Ha
dicho que tuvo miedo. ¿A quién?
Sobre todo a mi
entorno. No sé. Es algo que, cuando te pasaba, no
eras consciente de que luego lo tenías que contar.
Hay que repetirlo 30 veces para que te crea la
gente. Cuando empecé a contarlo, tenía miedo de
seguir. De que la gente, a medida que fuese
contando, o me creyese menos o se echase las manos a
la cabeza. Las reacciones me daban pánico.
¿Por
qué decide empezar a contarlo? ¿Qué es lo que le
hace decir "Hasta aquí hemos llegado"?
No lo recuerdo
exactamente. Creo que fue una cadena de sucesos: que
no fuera a clase, que mis padres en casa estaban
desquiciados… Al final me vi un poco obligado. No,
obligado no. Pero sí empujado a tener que contar por
qué estaba así. Además, es que mi relación con la
gente de mi edad estaba siendo nula. También me vi
acorralado en ese sentido. No podía contar con
nadie. Estaba en casa y a mis padres ni les hablaba
porque no sabía ni qué decir. Con gente de mi clase
tampoco. Llegaba a un colegio nuevo y nada. Ese
cúmulo de cosas, el verte un poco arrinconado por la
gente, pues te hace explotar.
Se ha
hablado mucho de los abusos sexuales que sufrió pero
no tanto del 'bullying' que ha mencionado ahora.
Probablemente,
a nivel personal, creo que me ha hecho más daño el
quedarme muy limitado socialmente en esa edad que el
hecho de que un profesor me hiciese esas cosas. En
esas edades estás más preocupado por saber cuántos
amigos tienes que por cosas que luego te puedan
pasar, aunque evidentemente a largo plazo sí que te
hunden más que en ese momento. Que un profesor me
hiciese eso me ha hundido más ahora, cuando ha
pasado el tiempo. A mí, en ese momento, lo que más
me dañaba era estar solo. Estar solo.
Su
madre contó en el juicio que un día se tiró del
coche en marcha y que otro día le agarró en la
ventana a punto de precipitarse. ¿Cómo llegó a ese
extremo?
[Silencio] Hay
muchos sucesos de esos que no los recuerdo con
nitidez. Lo del coche… Sí que recuerdo que fue
porque yo no quería entrar en una clase con treinta
personas. Mi madre me tiraba a hacerlo. Llegamos al
colegio en el coche y, pues eso, yo no iba a hacer
eso. Abrí la puerta del coche e intenté tirarme en
marcha. Es como intentar huir de los problemas.
Mencionaba antes a sus compañeros. Muchos, en
realidad todos menos uno, defendieron en el juicio
al profesor abusador. Pagados por el colegio
Gaztelueta, firmaron una serie de documentos para
protegerle y defendiendo su inocencia.
Lo veo como un
acto de cobardía, no sé. Fe ciega. Firmaron algo que
no habían visto. Encima gente que me conoce, que ha
estado conmigo no sé cuánto tiempo… Me parece... Yo
no lo haría. Yo no firmaría algo que no sé si es
verdad. Lo veo como algo irresponsable. Pero tampoco
me sorprende de ellos, la verdad.
Han
pasado los años. Entonces tenían 12 ó 13. Ahora 24 ó
25. ¿Alguien le ha llamado o le ha contactado?
¿Alguien le ha pedido perdón?
No. Ha habido
algún mensaje de acercamiento pero por parte de
personas contadas y alguno de otro curso. Pero
vamos, que ya le digo, contados. Serán tres, como
mucho. Pero no ha habido ningún acto de
arrepentimiento.
Sí,
puedes seguir estudiando, conseguir un
trabajo o lo que sea que hagas en tu vida,
pero al final [los abusos] son como
'flashbacks' que se reproducen en tu mente y
que no puedes evitar
Juan
Cuatrecasas
El
colegio ha dicho que sus padres le habían
perjudicado por haber denunciado este caso en los
medios de comunicación. También que el profesor era
inocente. Incluso dio una rueda de prensa donde se
produjeron los hechos para desacreditarle.
[Silencio] Me
parece humillante. Es que no sabría encontrar una
palabra. Que se dediquen a proteger más a la gente
que tienen ahí a su cuidado y se dejen de estos
espectáculos. No les hace ningún favor. Aunque a mí
también me afecta y me perjudica que el director del
colegio se pasee por allí diciendo que es un poco
menos que el Jardín de Edén, me hace pensar en la
gente que estudia allí, que está muy engañada. Si se
creen todo lo que dice ese colegio y permiten esto…
Solamente como reflexión, ¿cree que lo que le pasó a
usted ha podido ocurrir en más ocasiones en
Gaztelueta?
Creerlo, sí.
Saberlo, no. En Primaria, en mi clase hubo un caso
con otro profesor que no sé si se denunció o qué
pasó. He sido testigo de que ese profesor, por
ejemplo, les metía mano a los alumnos en clase. Y sé
también que hay gente que no ha querido seguir con
el mismo profesor al que yo he denunciado y me hizo
esto. No me sorprendería que hubiese más casos.
¿Qué
les diría a esas personas que no han dado el paso de
contarlo nunca?
Yo, por
ejemplo, al principio tampoco lo quería contar. No
quería meterme en ningún embolado ni dar la cara.
Entiendo que al principio sentí vergüenza, miedo o
culpa o lo que sea. Pero, cuando pasa el tiempo, te
das cuenta de que no haberlo denunciado habría sido
mucho peor. Exteriorizarlo me ayudó mucho. A la
gente la animaría, aunque sea tarde, a contarlo. Que
no tenga miedo.
Después
de tantos años, ¿lleva una vida normal?
Sí, con mis
limitaciones, porque sigo teniendo recuerdos,
pesadillas y miedo a algunas situaciones de la vida.
…
A encontrarme,
por ejemplo, rodeado de chavales de mi edad. Eso me
sigue provocando bloqueos. O verme metido en un
despacho yo solo con una persona adulta. Sí, puedes
seguir estudiando, conseguir un trabajo o lo que sea
que hagas en tu vida, pero al final son como
'flashbacks' que se reproducen en tu mente y que no
puedes evitar. [Silencio] Aunque llevo una vida
normal entre comillas porque sí que estoy en la
Universidad, hago una carrera y me relaciono con
gente, aunque sea poca, sí que hay momentos en que
te bloqueas.
¿Cuántos años académicos ha perdido por todo esto?
Cinco o seis.
Cinco o seis. Voy cinco o seis años retrasado con
respecto a la gente de mi misma edad.
¿Sigue
yendo a terapia?
Sí. De manera
más intermitente, pero sí. Todos [los especialistas]
me han apoyado. Con algunos me he sentido más a
gusto, con otros menos. Pero, en general, si no
hubiese sido en parte por ellos, yo no estaría así
ahora mismo. Con el doctor Iñaki Viar sí que he
notado un progreso bastante importante. Básicamente
él, mi familia y la abogada [Leticia de la Hoz]
fueron los pocos que hicieron de impulso para que yo
me atreviese a denunciar el caso y que, poco a poco,
me encuentre saliendo del pozo.
¿Qué
hará el día que el profesor entre en la cárcel, si
es que llega ese momento?
[Silencio]
Nada. Intentaré seguir con mi vida y que me afecte
lo menos posible. Un cierto grado de satisfacción,
pues igual sí, pero no es lo que más me preocupa. No
es lo que más me importa ni me va a alegrar ni nada.
A mí me alegrará cuando a mí se me reconozca, ya no
solo por parte suya, sino por parte de todas las
instituciones que han formado parte de esto.
¿Cree
en la Justicia?
[Silencio] Sí.
Pero veo que tiene serias lagunas hoy en día.
¿Y en
la Iglesia o en Dios?
No. No sé si he
creído alguna vez. Pero, si lo he hecho, dejé de
hacerlo. Sobre todo en la Iglesia. Para no sonar muy
bruto, me parece una mafia.