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La falta de concreción del
Papa decepciona a las víctimas de abusos
“La Iglesia llevará a la justicia a los abusadores”
El Papa pronuncia un tibio
discurso de clausura de la cumbre contra los abusos donde evita concretar
medidas y decepciona a las víctimas

El papa Francisco,
durante la misa celebrada esta mañana en el Vaticano. En vídeo, el papa
Francisco cierra la histórica cumbre vaticana sobre pederastia.Franco
Origlia (getty) | atlas
Daniel Verdú
Roma, 24 FEB 2019
El papa Francisco ha clausurado este domingo por la mañana la
histórica cumbre sobre abusos a menores en el Vaticano. Hace semanas
advirtió de que las expectativas estaban hinchadas. Y, en parte, lo ha
confirmado. El discurso del Papa, tras una misa en la imponente Sala Regia
del palacio pontificio, era el colofón a cuatro días de tormenta de ideas
entre 190 líderes religiosos para cerrar la herida de los abusos sexuales a
menores por la que se desangra la Iglesia. Los más optimistas esperaban
anuncios. “Medidas concretas y eficaces”, como él mismo señaló que hacía
falta tomar al inicio de la cita. También la asunción de algunas de las
propuestas más rotundas que reclaman las víctimas desde hace años. Pero no
llegó nada de eso. El Papa dedicó la primera parte de su alocución a situar
el problema de los abusos también fuera del ámbito la Iglesia y a repartir
las culpas citando estadísticas de todo pelaje. Era difícil que anunciase
grandes medidas pocas horas después de terminar los debates. Pero se echó de
menos la concreción que él mismo había exigido y una mayor centralidad de
las víctimas,profundamente
decepcionadas tras escucharle.
Habrá cambios. La cumbre, celebrada con una
transparencia inusual en el Vaticano, y las valiosas intervenciones de pesos
pesados de la jerarquía eclesiástica, como el cardenal y arzobispo de Múnich,
Reinhard Marx —admitió la destrucción de archivos y exigió el fin del
secreto pontificio—; el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, o la
periodista mexicana Valentina Alazraki, que puso firmes a los obispos,
muestran el camino. Pero el Papa dio la sensación de aceptar la dificultad
de imponer las reformas a los obispos ahí reunidos, atribuyó el problema al
diablo y situó la plaga en otros ámbitos fuera de la Iglesia. “La primera
verdad que emerge de los datos disponibles es que quien comete los abusos
son, sobre todo, los padres, los parientes, los maridos de las mujeres
niñas, los entrenadores y los educadores. Además, según los datos de Unicef
de 2017 referidos a 28 países, 9 de cada 10 muchachas que han tenido
relaciones sexuales forzadas declaran haber sido víctimas de una persona
conocida o cercana a la familia”. Lamentablemente no pudo proporcionar las
de los abusos en la Iglesia, porque el Vaticano, pese a quelas
conoce perfectamente y están en posesión de la Congregación para la Doctrina
de la Fe, no las ha hecho públicas.
Francisco no propuso cambios en la ordenación
jurídica más allá de la ampliación de la edad legal mínima para el
matrimonio de las mujeres. Tampoco hubo en sus palabras novedades respecto a
las condenas ni promesas de futuro. De hecho, citó el discurso ante la curia
del pasado diciembre para la parte más contundente: “La Iglesia no se
cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera
que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o
subestimar ningún caso”. Pero no especificó si eso significa implantar la
obligatoriedad de trasladar a la justicia ordinaria todos los casos, como
piden las víctimas.

El principal problema, señalan todos los expertos y
víctimas, es la negligencia, intencionada o no, de los obispos. Y, sobre
todo, la manera en que la Iglesia actúa para castigarles: la famosa
rendición de cuentas. Por eso estaban convocados a Roma estos días. Pero
ellos se sienten acosados por la prensa, como explicó Alazraki, y no se
escuchó ninguna idea sobre cómo afrontar una cuestión que en la Congregación
para la Doctrina de la Fe, órgano que investiga todos los casos, tienen
situada con precisión. Se habló, eso sí, de castigar a los abusadores.
El Papa y sus asesores consideran que la legislación
canónica actual —especialmente con la carta apostólica Come una madre
amorevole— ya es una herramienta suficiente para combatir los abusos y
el encubrimiento de los obispos. Hace falta, sostienen, cambiar la
mentalidad de los prelados. “Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la
conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos con
medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar
con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia”.
Ocho ámbitos
El Papa fijó, eso sí, los ocho ámbitos en los que se
centrará la Iglesia, especialmente las conferencias episcopales, para
combatir el problema. Lo más concreto fue la formación y análisis
psicológico de los futuros seminaristas y el refuerzo de las líneas de
prevención en las conferencias episcopales. “La aplicación de parámetros que
tengan valor de normas y no solo de orientación. ¡Normas! Ningún abuso debe
ser jamás encubierto ni infravalorado (como ha sido costumbre en el pasado),
porque el encubrimiento de los abusos favorece que se extienda el mal y
añade un nivel adicional de escándalo. De modo particular, desarrollar un
nuevo y eficaz planteamiento para la prevención en todas las instituciones y
ambientes de actividad eclesial”.
Francisco recibe el acoso permanente de los ultras
estadounidenses, también en el colegio cardenalicio, que le señalan por
consentir la proliferación de casos de abusos por una supuesta cercanía con
el sector homosexual del Vaticano. De ellos sí se acordó en su discurso. “El
objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los
menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren. La
Iglesia, para lograr dicho objetivo, tiene que estar por encima de todas las
polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo
instrumentalizan por intereses varios”.
Los ocho puntos del Papa para combatir los abusos
1. La protección de los
menores. Cambiar la mentalidad para combatir la actitud
defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Iglesia".
2. Seriedad impecable. La
Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la
justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes y nunca
intentará encubrir o subestimar ningún caso.
3. Una verdadera
purificación. Transformar los errores cometidos en
oportunidades para erradicar este flagelo y jamás caer en la trampa de
acusar a los otros.
4.La formación. La
exigencia de la selección y de la formación de los candidatos.
5. Reforzar y verificar
las directrices de las Conferencias Episcopales. Aplicación
de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación, y
que ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado.
6. Acompañar a las
personas abusadas. La Iglesia tiene el deber de ofrecerles
todo el apoyo necesario, valiéndose de expertos en esta materia.
7. El mundo digital. La
protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de
abuso sexual. Que en las normas jurídicas vaticanas aprobadas en 2010
-donde fueron añadidos como nuevos casos de delitos la adquisición, la
retención o divulgación de material pornográfico- se eleve la de edad
inferior a 14 años.
8. El turismo sexual. Se
necesita la acción represiva judicial, pero también el apoyo y
proyectos de reinserción de las víctimas de dicho fenómeno criminal. |
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