http://www.elconfidencial.com/espana/2014-11-12/la-historia-de-la-menor-rumana-que-escapo-dos-veces-de-ser-esclava-sexual-en-madrid_453454/
su muñeca tatuada, símbolo contra la trata
La historia de la menor rumana que escapó dos veces de ser
esclava sexual en Madrid
Álex sabía que ella y su
familia estaban pasando necesidades. Era joven y guapa, pero
analfabeta, inocente e inexperta. Bucarest, además, no era
precisamente un sitio donde fluyeran las oportunidades. Por
eso la oferta de Álex era tentadora: ir a España, vivir en
casa de familiares de él y comenzar a trabajar en un país con
más posibilidades. El viaje, los papeles y todos los
gastos corrían a cargo del nuevo amigo que ella tenía la
suerte de haberse echado. Con apenas 17 años, le
había tocado la lotería, y así lo transmitía su cara de
ilusión e infantil alegría.
Sin
embargo, el mundo real distaba mucho del que la joven se había
conformado en su cabeza. Álex y la chica se trasladaron hasta
Madrid en autobús una jornada de diciembre de 2010. Tres días
y tres noches de carretera dejan a cualquiera baldado, pero
ella tenía fuerzas y ganas de llegar a su nuevo mundo. Dos
hombres esperaban a la pareja en la madrileña estación de
Méndez Álvaro. Entre tanta gente agolpada y proveniente de
decenas de lugares distintos, Iulian Tudorache y
Alexandru Adrian –hoy juzgados por la Audiencia
Provincial de Madrid por trata de seres humanos y otros
delitos– pasaban desapercibidos, aunque no para la nueva
visitante, que ya vio algo extraño en sus anfitriones cuando
los cuatro se subieron al Volkswagen Passat con el que habían
venido a recoger a la pareja.
Tomaron la autovía
dirección al sur y llegaron a Valdemoro. La
chica nunca había oído hablar de esta población. Le sonaba a
chino, igual que el castellano. Toda su confianza seguía
depositada en su ‘amigo’ Álex, que supuestamente seguía con
sus papeles en el bolsillo. El coche se paró en el número 69
de la avenida del Mar Mediterráneo. Al entrar, el mundo ideal
que se había creado en la joven cabeza rumana se desmoronó
definitivamente como una losa insoportable que le aplastó el
corazón. Álex en realidad se llamaba Traian y en aquella
vivienda no residía la familia del chico que le había
prometido una vida mejor. Su ya examigo fue el encargado de
contarle la verdad: ella había venido a España a ser utilizada
como mercancía. La media docena de personas que la recibieron
en aquella casa se quedaría con el dinero que la joven sacara
por vender su cuerpo a desconocidos.
La cabeza y el alma de
la adolescente rumana respondieron negativamente a la
asquerosa proposición. Pero no era una proposición ni ella
tenía voz en aquel cementerio. En ese momento, el porrazo que
segundos antes había recibido su corazón lo encajó en su
organismo. Nelutu, que era como llamaban a Iulian Tudorache
–uno de los que la recibió en la estación–, la golpeó con una
fuerza hasta entonces desconocida para ella y “la obligó a
vestirse con ropa sugerente” en ese mismo momento, como
describe detalladamente el escrito de acusación de la
Fiscalía, que se ha leído en la Sección Quinta de la
Audiencia Provincial, durante la primera sesión del
juicio contra los tres hombres nombrados y otras 11 personas
más, a las que el Ministerio Público acusa de los delitos de
trata de seres humanos para explotación sexual,
prostitución coactiva a una menor, falsedad documental,
lesiones, resistencia, detención ilegal o tenencia ilícita de
armas, entre otros.
No esperaron ni un
minuto sus captores para ponerla a 'trabajar'. Con la ropa que
le habían dado, la joven, que hoy responde públicamente al
nombre de Testigo Protegida A1, fue
trasladada junto a otras tres mujeres –también obligadas
habitualmente a prostituirse– hasta la calle Montera
de Madrid. El cansancio y la paliza recibida empezaron a hacer
mella en su frágil cuerpo, que llevaba tres noches sin dormir
en una cama y al que ahora le forzaban a afrontar la prueba
más dura de su vida.
Desde aquel día, A1
nunca volvería a sonreír. La ilusión con la que abrazó las
promesas de Álex sería la última que experimentaba. De hecho,
el joven al que un día abrió su corazón, con el que había
hecho un largo viaje lleno de conversaciones y promesas,
volvió a Rumanía aquella misma noche, justo después de
mandarla al infierno, con frialdad de monstruo desalmado. Dos
de las acompañantes de A1 le explicaron a la menor “cómo y
dónde tenía que prestar sus servicios”. Aquella noche,
sus nuevas amigas le buscaron los clientes y le recogieron las
ganancias, que iban íntegramente a Tudorache y sus
socios, según la Fiscalía, cuyo informe sirve de base para
este relato.
Palizas y
primera huida
Desde ese
día, todas las tardes fue trasladada junto a las otras chicas
hasta Montera. Ejercía la prostitución entre las siete
de la tarde y las siete de la mañana del día
siguiente. Alexandru Adrian la vigilaba desde
uno de los locales próximos y controlaba sus movimientos a
través de un teléfono móvil que le había entregado. El
terminal tenía conectados unos auriculares y el rumano le daba
indicaciones por esta vía. Al finalizar la jornada, por la
mañana, regresaba a la casa de Valdemoro, donde permanecía
encerrada hasta la siguiente salida. Los traficantes
agredían a A1 y al resto cada vez que consideraban que esa
noche no habían ganado lo suficiente. Tudorache y sus
colaboradores falsificaron la carta de identidad de la chica y
esto le sirvió para pasar por mayor de edad hasta que cumplió
los 18 años. Le cambiaron el nombre y se inventaron el resto
de datos personales.
Una vez,
la joven dijo con más fuerza que quería dejar de ejercer la
prostitución y Tudorache
le golpeó con un cable de ordenador en los brazos, en las
piernas y en la espalda, le dio puñetazos en la cara y la
amenazó con una pistola. El agresor quería que el
castigo, además de doblegar a la víctima, sirviese de ejemplo
para el resto. Y lo consiguió. La hoy testigo protegida “tuvo
que permanecer tres días en la vivienda”, debido a las marcas
que le habían dejado los golpes. Atemorizada, consciente de
que se encontraba en un país cuyo idioma y leyes desconocía,
sin recursos económicos ni apoyo familiar, analfabeta, como
señala el Ministerio Público, tuvo que volver a Montera junto
a sus compañeras de penalidades.
La joven
siguió siendo esclavizada durante todo un año, hasta que
la noche del 13 al 14 de diciembre de 2011 logró huir, ayudada
por un taxista. Al principio, la organización la dio
por perdida. Incluso envió a Traian de vuelta a Rumanía
para buscarle sustituta. Sin embargo, Tudorache y sus hombres
nunca dejaron de tenerla en la cabeza. Tardaron varios meses,
pero al fin la encontraron. La menor nunca fue a la Policía y
quizá ese fue su error. El 10 de marzo de 2012, la localizaron
mientras paseaban en su vehículo por la Casa de Campo. Pararon
de golpe junto a ella. Tudorache se bajó y le propinó una
patada en la boca. Luego la metió en el coche y la llevó a
Valdemoro.
Tatuada en su
muñeca su 'deuda': 2.000 euros
Ahí,
siempre según describe el Ministerio Fiscal, le azotaron por
el todo el cuerpo con un cable doblado, le dieron puñetazos en
el rostro, le clavaron levemente la punta de un cuchillo en
cuello, piernas y manos, le golpearon con una barra de hierro
en los dos brazos
y le hicieron el
tatuaje que hoy muestran los trípticos que se exponen en todas
las comisarías de España para concienciar sobre la lucha
contra la trata de personas. El dibujo, grabado en su
muñeca derecha, representa un código de barras, bajo la cual
puede leerse la cifra “2.000 euros”. Pretendía
que sirviera de recuerdo a la ya mayor de edad de que ella era
sólo material comercial, que pertenecía a sus propietarios y
que había costado la suma que el tatuaje indicaba.
Uno
de los imputados, a su llegada a la Audiencia Provincial de
Madrid. (Atlas)
Los
hombres de Tudorache también le afeitaron el pelo y
las cejas, le pulverizaron harina en la cara con un
secador de pelo mientras se reían de ella –le preguntaban por
qué se había ido si allí la trataban como una princesa– y
finalmente le pusieron una peluca roja. También la golpearon
con unos guantes de boxeo, le acercaron cigarrillos con sal a
la boca y le rociaron el rostro con un espray que le provocó
irritaciones en ojos, nariz y garganta.
Desde ese
día, la chica fue incomunicada.
Tudorache la
despertaba de madrugada y la ponía a limpiar la casa mientras
la golpeaba. Siete días después, entró por la puerta
un rayo de luz. El 17 de marzo fue liberada por la
Policía. Los agentes irrumpieron en la vivienda, la
registraron y encontraron a la joven en un estado lamentable,
con lesiones en la piel, la cara, el abdomen, el tórax, la
zona lumbar y las extremidades. En el plano psicológico, tenía
amnesia cuando se trataba de recordar determinados hechos,
sensación de despersonalización, desorientación y miedo
intenso. Nunca volvería a ser la misma, lo que técnicamente
los facultativos califican como “un trastorno orgánico
de la personalidad grave”, su mayor secuela.
La oenegé
Proyecto Esperanza se hizo cargo de ella durante el tiempo
que A1 siguió en España. Pero ese periodo no podía alargarse.
Nuestro país, para aquella joven que había venido con ilusión
infantil a comérselo, representaba el infierno. De ahí que,
poco después de ser acogida por la citada organización, la ya
mayor de edad decidiera volver a su casa, donde se encuentra
hoy supervisada por las autoridades rumanas.