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La pederastia y la 'memoria histórica' de la Iglesia española:
“Corrompieron de la manera más sucia nuestra infancia”
Gracias a la tenacidad de F.J.L se reabrió, por
primera vez en España, un caso de abusos a menores
Otras víctimas también denunciaron y crearon un
pequeño grupo que quizá sea el germen de la primera asociación contra la
pederastia clerical
Jesús Bastante
09/12/2017

Ex-seminaristas exigen a la Diócesis de Astorga que
aclare los abusos denunciados EFE
Durante años sufrió en silencio, buscando
respuestas, intentando sobrevivir. Mientras tanto, su agresor disfrutaba de
su destino como formador del seminario de Astorga y párroco. Un líder en su
comunidad. A finales de los 80 F.J.L sufrió abusos durante meses por parte
de José Manuel Ramos Gordon, en el seminario de La Bañeza. Unos abusos que
el sacerdote, ahora jubilado tras un ‘castigo ejemplar’ de un año que no
llegó a cumplir, repitió en otros lugares, con otros chicos, que también
callaron. Pero F.J.L jamás perdió la memoria.
Hasta que, después de la publicación del ‘caso
Romanones’ (la mayor trama de abusos a menores en la Iglesia española,
cerrada en falso por la Justicia y culminada la pasada semana con la vuelta
a sus funciones de los tres sacerdotes suspendidos ‘a divinis’ por Roma),
F.J.L consiguió hacer llegar al Papa Francisco su historia. Bergoglio ordenó
al obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, reabrir la investigación. Se
trató del primer caso de abusos a menores en la Iglesia española que fue
reabierto, gracias a la tenacidad de esta víctima. Las otras víctimas de
abusos también denunciaron y se creó un pequeño grupo que, quién sabe, quizá
sea el germen de la primera asociación de víctimas de la pederastia clerical
en nuestro país.
Apenas varias decenas de casos han llegado a los
juzgados, apenas una docena de sacerdotes han sido condenados por pederastia
en España. Sin embargo, a juzgar por las voces que empiezan a surgir, todo
parece indicar la existencia de una ‘conspiración de silencio’ para lavar
los trapos sucios en casa. Granada, Gaztelueta, Astorga, Córdoba, Vigo…
parecen ser sólo la punta del iceberg.
Tres años después de hacer públicos los abusos
sufridos, F.J.L sigue mostrando las “cicatrices para toda la vida” de los
abusos de Ramos Gordon. Y lo hace “engañado” por los responsables de la
diócesis, que aducen que su caso, una vez juzgado, ya no puede ser
reabierto. Ahora le niegan a una indemnización que, asegura, le ofrecieron
en un principio y que ascendía a 300.000 euros. ¿Compensación a lo padecido
o un nuevo pacto de silencio? “Me comunicaron actuaciones que iban a
llevarse a cabo y que no se llegaron a hacer, como abrir un proceso contra
aquellos que supieron y no actuaron, o un procedimiento de reparación que
tampoco se realizó”, recuerda.
¿Qué ocurrió en La Bañeza? “Corrompieron
continuadamente de la manera más ruin y sucia nuestra infancia,
aprovechándose de unos niños que no entendían y que callaban por miedo,
satisfaciendo así los instintos más bajos y rastreros de un cura depravado
que abusaba de nosotros por las noches y que muy poco le importaba verte
roto de dolor. Te acostabas e intentabas dormir a la espera de que no te
tocase a ti esa noche. Jamás se me irá de la mente el asco y la repugnancia
que sentía cuando él abandonaba el dormitorio”. Pese a que denunció los
abusos a otros tutores, Ramos Gordon continuó dando clase e, incluso,
durante el proceso canónico, siguió teniendo acceso a menores. “Eso sí que
me parece imperdonable”, explica.
Como el resto de víctimas que han logrado asomarse
desde las puertas de su infierno y denunciar, F.J.L asegura que lo hizo por
sí mismo, pero, sobre todo, “para evitar que nuevas víctimas cayeran en
manos de este depredador”. Una lección para aquellos que se empeñan en ver
motivaciones espurias en las víctimas de abusos. Tras la implicación
personal del Papa en el caso de Granada, fueron muchas las víctimas que
atisbaron la esperanza de que, al fin, la Iglesia –y la Justicia civil, en
aquellos casos en los que los delitos no hubieran prescrito–, les atendiera.
“Voy a seguir haciendo todo lo que esté en mi mano.
No estoy solo, la unión hace la fuerza, sé que esto no va a terminar aquí.
Esto solo ha sido un paso, sé que saldrán a la luz más casos de pederastia y
alguien tendrá que hacer algo al respecto”, admite F.J.L, quien no obstante
teme que la institución –que durante cinco años tuvo oculto su protocolo de
actuación ante los abusos sexuales a menores, y que todavía hoy no ha
designado a una persona de enlace entre las víctimas y la Iglesia– no dote
de personal suficiente a los organismos eclesiales para que se puedan
investigar todos los casos.
Sólo en Roma, cada año llegan unos 3.000, que se
agolpan en cajas en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La
reforma de la Curia del Papa Francisco, que pretendía dotar de un personal
propio a la Comisión Antiabusos creada por Bergoglio, avanza demasiado
lenta. Y muchas víctimas no aguantan el silencio.
F.J.L lo superó, y luchó por conseguir que su
historia, la de todas las víctimas de abusos, fuera escuchada. La Iglesia
española, que está comenzando a reaccionar, todavía tiene mucho camino por
recorrer. Y mucho por reconocer en su particular ‘Memoria histórica’.
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