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La víctima de abusos en un seminario de León: "No voy
a permitir que la Iglesia se ría de mí otra vez"
F.J. denuncia a eldiario.es cómo el Obispado de
Astorga no ha hecho cumplir la condena por pederastia del sacerdote que
abusó de él y varios menores
José Manuel Ramos Gordón, condenado en mayo de 2016 a
un año de expulsión, ha seguido oficiando misa y recibió un homenaje.
También constaba hasta el domingo como Delegado de Patrimonio
La diócesis le había pedido "humildemente perdón" a
la víctima y el obispo se había puesto "a su disposición para poder ayudarle
a usted y a su familia en lo que necesiten"
Jesús Bastante

Pintada en la parroquia de
Granada del padre Román, acusado de pederastia. / Efe
"Me dijeron que al verdugo de
mi niñez ya se le prohibía oficiar misa, que no podría hacerlo más ya que
quedaba jubilado de su oficio pastoral, y para mi sorpresa sé de primera mano
que no se ha cumplido. Santidad, ¿cómo cree que me siento?". En noviembre
pasado, F. J., víctima de abusos sexuales en un seminario de Astorga (León) a
finales de los 80, volvía a escribir al Papa Francisco. Ya lo había hecho a
finales de 2014, después de que saltara a la luz pública el escándalo de abusos
del "clan
de los Romanones" en Granada.
Tras leer
la primera carta, el Papa conminó a la diócesis de Astorga a una
investigación, que concluyó con el reconocimiento de los abusos, a él y a
varios jóvenes más, en el seminario Menor de La Bañeza. No fueron los
únicos, pues el sacerdote José Manuel Ramos Gordón era un depredador sexual
que (normalmente también bajo los efectos del alcohol, según testigos que
declararon en el proceso) realizaba tocamientos varios a decenas de
muchachos en sus distintos destinos.
En mayo de
2016, el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, escribía una carta a F.
J., anunciándole el fin del proceso y la condena al culpable, que había
reconocido los hechos y, supuestamente, se mostraba sumamente arrepentido.
"Sé muy bien que nada en este mundo podrá reparar suficientemente el daño
causado. Le pido humildemente perdón en nombre de la Iglesia, a la que
represento, y me pongo a su disposición para poder ayudarle a usted y a su
familia en lo que necesiten", escribía el obispo de Astorga a F. J.
Un homenaje de despedida
Sin
embargo, apenas cinco meses después, el religioso condenado recibía un
homenaje de despedida en su parroquia de Tábara. Y F. J., estalló. "Se están
burlando de mí. Se siguen burlando de mí. Me dan asco", declara a eldiario.es.
28 años después, los fantasmas de las persecuciones, los tocamientos por
parte del religioso y el clima de silencio y amenazas entre los responsables
que tuvieron conocimiento de los hechos, regresaron. Como un mazazo.
Ahora, tras
conocerse la "condena" de apenas un año para el sacerdote, quien además ha
solicitado su jubilación -y que, según La Opinión de Zamora, hasta el
domingo seguía figurando como Delegado de Patrimonio de la diócesis-, F.J.
Estalló. "Me atreví a escribir al Papa después de que publicárais el caso de
Granada", recuerda la víctima.
En mayo, la
víctima decidió fiarse del prelado, aunque "un año de sanción me parecía una
sanción ridícula después de todo el daño que hizo". F.J., que en ningún
momento ha solicitado una compensación económica, y que tampoco quiso, hasta
ahora, que el caso saliera a la luz porque "confiaba en que la Iglesia
cumpliera con su obligación, como quiere el Papa", se desesperó cuando,
cinco meses después de esa carta, el sacerdote se despedía de Tábara con un
sentido homenaje en el que, asegura, "el cura ofició la misa" pese a estar
sancionado.
La condena
era clara. Así lo relataba el obispo a la víctima en una carta: "Privación
del oficio de párroco durante un período no inferior a un año, en el que
tendrá un seguimiento tutelado por otro sacerdote, realizará ejercicios
espirituales de mes y desarrollará labores asistenciales en favor de los
sacerdotes ancianos e impedidos, así como otras tareas caritativas".
"Siguen
tratándome mal. Por favor, no me mintáis", asegura, en conversación
telefónica con este diario. Indignado, añade que "lo que quieren es
salvaguardar su institución, y yo no les importo nada. Es la impresión que
yo he tenido". "No he sacado esto para hacerme famoso ni para que me dieran
dinero", constata, desesperado al tener que revivir, otra vez, lo que tanto
le costó denunciar. "Lo que me pasó lo mantuve en silencio durante años, y
solo lo saqué a la luz porque parecía posible que, por fin, se hiciera
justicia y se evitaran otros casos en el futuro", lamenta, revelando su
pérdida de confianza en la Iglesia.
FJ., ha
escrito otra vez al Papa, denunciando cómo "ni siquiera han cumplido con la
condena tan corta que impusieron a mi abusador". "No voy a permitir que se
rían de mí otra vez", lamenta. No quiere hablar más. Al menos, de momento.
Pero se muerde la lengua. "Esto condicionó mi futuro, me robaron mi
infancia, mi ilusión, mi inocencia. Mientras los demás niños de mi edad
estudiaban y soñaban con un futuro, a mí me negaron el mío", recuerda en su
carta a Francisco.
"Este es el castigo que se le aplica a una persona que, sin ningún tipo de
escrúpulos, se adentra en tu dormitorio y utiliza tu cuerpo de niño para
satisfacer sus más bajos y rastreros deseos, sin importarle lo más mínimo
los sentimientos ajenos. ¿Cómo queda una mente de tan corta edad tras vivir
estos abusos?", escribe F.J., al Papa de nuevo.
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