Los testimonios recabados para este reportaje relatan
distintos abusos sexuales y tocamientos entre los años 1973 y 1986. Pero
también existen exalumnas más recientes, tras el regreso de Linares a
Premià en 2003, que describen manoseos y palpamientos en la enfermería
del colegio, de la que el propio hermano se encargó al menos hasta 2010.
La gran mayoría tienen en común que han querido hablar de su caso al
leer el relato de Palomas.
"Me metió la mano en
los calzoncillos"
La primera víctima de Linares de la que se tiene
constancia en este reportaje explica que padeció los abusos en 1973.
Ocurrió en verano, cuando la escuela, según recuerda el antiguo alumno,
se preparaba para acoger a unos militares. "Éramos cuatro niños de la
calle, dos parejas de hermanos, que les ayudábamos a montar las camas y
ellos nos dejaban jugar dentro de la escuela", recuerda J. S.. En esa
época él tenía unos 8 años y se acuerda de que por alguna razón se quedó
a solas con Linares en una sala. "Me dijo que yo tenía el pantalón
desabrochado y que me lo iba a poner bien. Pero me metió la mano por
dentro de los calzoncillos y estuvo tocando hasta que entró alguien",
rememora este hombre.
Según su recuerdo, Linares se sentó en un banco, detrás
de él, con la mano en sus testículos. J. S. notaba su respiración. "Él
estaba sentado en el banco y yo entre sus piernas", explica. J. S. no
era por entonces alumno de La Salle Premià, pero lo sería al cabo de un
año, a partir de 4º de EGB. De hecho, recuerda incluso que años después,
de adolescente, mientras estaba en los alrededores del centro con un
grupo de amigos, vio a Linares y se encaró con él. "Grité: '¡Este es el
que me metió mano!' A lo bestia. Fue una forma de quitármelo de encima,
supongo", añade.
Carismático y con don de gentes, Linares era profesor de
Lengua de los cursos a partir de 5º de EGB. Era una figura con mucha
ascendencia dentro del centro. Así lo recuerdan todos los exalumnos
entrevistados. Desde sus inicios en la escuela, este hermano fue
impulsor de la sección de fútbol, un club que hoy sigue activo, y
también asumía las tareas de enfermería. "Se las daba de que sabía de
medicina", recuerda un antiguo estudiante.
Natural de Burgos, Linares entró en La Salle Premià a
finales de los 60. En el libro del centenario de la escuela, escrito por
él mismo en 2011, cuenta que estuvo fuera durante el curso 82-83, por
una formación en Madrid, y a su vuelta asumió la dirección hasta 1986,
cuando se marchó a La Salle Montcada. Al menos dos exalumnos le sitúan
también fuera de Premià en los cursos 79-80 y 80-81, pero él no lo
recoge en ese libro. Fue en todo caso posterior a los abusos y a la
agresión sexual que denunció Alejandro Palomas –entre el 75 y el 77–, y
cuyo padre, según recuerda el escritor, lo trasladó a la dirección.
En ese momento, según recuerda Palomas, su madre le dijo
que la respuesta de La Salle Premià había sido que él nunca volvería a
tener problemas con Linares, pero que les habían pedido discreción para
gestionarlo de forma "interna". Preguntados hoy por ello, La Salle
asegura que no tiene constancia de esa queja.
La Salle emprendió a raíz del caso de Palomas una
investigación interna para recabar testimonios de la época y ver si hubo
más casos, pero hasta ahora solo les han llegado, dicen, tres denuncias
de otras escuelas fuera de Catalunya. De Premià, ninguna. "No nos consta
ninguna información ni queja de ningún padre que tenga que ver con una
posible denuncia de abusos o agresiones sexuales vinculadas a la escuela
de Premià", insiste una portavoz de la institución, que añade que no
pone en duda el relato el testimonio de Palomas. "Lo que tiene la
obligación la institución es escucharlas [a las víctimas], pedir perdón
y activar el protocolo para investigarlo", insiste la portavoz. Al mismo
tiempo, sin embargo, y tras dos semanas de esta investigación, no aclara
con qué religiosos y testimonios han hablado ya y en qué punto exacto se
encuentran esas pesquisas.
Con todo, muchos alumnos aseguran que las intenciones de
Linares con los niños eran conocidas por la mayoría de ellos. J. E.
recuerda incluso que apareció una pintada a principios de los 70, en una
calle aledaña a la escuela, con el sintagma "Linares cerdo". "Lo
recuerdo perfectamente y se armó revuelo. Lástima que no había móviles
entonces". Este exalumno accedió en 1969 a La Salle Premià y rememora
cómo un día se quedó a solas con el hermano y este le agarró la cara con
las dos manos, poniéndola casi tocando a la suya. "Al ver lo que hacía,
y como era vox populi que había hecho cosas indebidas, me asusté, me
puse a llorar y él creo que me dejó estar", explica.
Hoy Linares tiene 90 años y vive en una residencia de la
Salle en Cambrils, en la provincia de Tarragona. Este diario pidió
hablar con él, pero la respuesta de la institución es que está
incapacitado.
El castigo y
el perdón
Dos exalumnos nacidos en 1972, de la misma promoción,
relatan además cómo llegó a adquirir una misma mecánica para perpetrar
los abusos. A diferencia de los que sufrió Alejandro Palomas, en los que
Linares aprovechaba su papel como enfermero o las clases particulares de
escritura, estos explican que recurría también a las amonestaciones como
forma de captación. "Utilizaba el castigo como excusa para llegar a
situaciones en las que tenía acceso fácil a los niños", dice D. A.
A él le castigó en dos o tres ocasiones, recuerda, sin
motivo aparente. Sería entre el 83 y el 85, según sus cálculos. El
alumno amonestado tenía que acudir al centro por la tarde o el sábado
por la mañana. "Ibas acojonado", asegura. "Te ponía a copiar en la
pizarra y al principio él se mostraba muy serio y enfadado", relata.
Pero al cabo de poco, añade, se sentaba en su silla y le llamaba.
"Entonces te sentaba en su regazo y empezaba una reconciliación en la
que te hacía sentir mal con el motivo del castigo... Y te comenzaba a
hacer cosquillas y a tocar y como tú te sentías mal, te dejabas", añade.
"Recuerdo el bulto entre sus piernas, pero yo no sabía entonces qué era
una erección".
Al cabo de un rato, prosigue D. A., Linares se levantaba,
se apoyaba de pie en la mesa y le colocaba a él encajado entre sus
piernas. "Te decía 'estate quieto', y de pronto empezaba a hacerte
cosquillas. Iba repitiendo eso. Y notaba su bulto… Podía durar 30
minutos…", explica. D. A. nunca explicó nada en casa. "Nadie contaba
nada. Era impensable… Ellos tenían el poder y las familias les confiaban
sus hijos a ciegas, con carta blanca", dice sobre los Hermanos de La
Salle en esa época. "La impunidad era muy importante", remarca.
En aquella época, La Salle era la gran institución
escolar de una población costera de menos de 30.000 habitantes.
Un compañero de promoción, J. P., también recuerda haber
sido castigado cuando hacía 6º de EGB. Con unos 11 o 12 años. Se quedó a
solas con él y otro compañero de clase en un aula vacía. "Se colocó
detrás de mí y me agarró por el hombro. No dejaba que me girase… Sabía
que algo estaba ocurriendo en mi espalda, pero no me podía soltar. Mi
memoria recoge una sensación de malestar", explica. Hoy, y tras leer el
relato de Palomas, se muestra convencido de que Linares se estaba
masturbando.
A partir del curso 80-81, La Salle Premià se convirtió en
un centro mixto. Y en esa etapa, hay también una exalumna que recuerda
tocamientos. A final de curso se rompió la pierna y, al volver en coche
a la escuela, vino Linares a ayudarla a bajar del vehículo. "Me puso la
mano en el culo, entre las dos nalgas, todo lo que podía… Me quedé
parada, sin saber qué hacer", relata L. M.
Vuelta en 2003
a la enfermería
Linares solía asumir las tareas de enfermería de la
escuela, tal como recuerdan los distintos exalumnos consultados. Incluso
solía estar presente en los reconocimientos médicos anuales, explican.
En 2003, tras una etapa de 18 años un escuela de la institución en la
localidad de Montcada, tal como deja constancia él mismo en el libro del
centenario, volvió a Premià como director de la Comunidad –el grupo de
religiosos que residen en el centro– y se ocupó de nuevo de la
enfermería. Tenía entonces algo más de 70 años.
En ese período sucedió sin embargo un episodio
comprometido. Una trabajadora del centro, que pide no revelar su nombre,
asegura que recibió quejas por parte de los alumnos de la ESO de
situaciones incómodas en la enfermería. Según su relato, avisó a la
dirección del centro, y esta, dice, optó por retirarle a Linares la
gestión de la enfermería y trasladar el botiquín a la secretaría. "Desde
entonces, Linares dejó de hablarme", asegura.
Con ese episodio, junto con otros enfrentamientos con más
de un hermano, la extrabajadora asegura que se puso a parte de la
Comunidad en contra. Con un cambio de dirección que hubo en 2005, la
despidieron. Consultada la portavoz de La Salle sobre todo este
conflicto, asegura que hasta la fecha no tienen constancia de esa queja
y que tratarán de averiguarlo.
Sea como sea, Linares siguió a cargo de la enfermería
años después, según el relato de varios escolares de ese período. La
exalumna S. relata que mientras cursaba parvulario, entre los años 2007
o 2008, el religioso le introdujo caramelos dentro de los pantalones.
"Sé que me metió las chuches por ahí, pero no sé qué estaba pasando ni
qué me dijo", relata. "Estaba con una amiga". "Cuando se lo conté a mi
madre nos dijo que no nos acercásemos a él. Me metió miedo para que no
fuese a enfermería", dice.
Otra joven, I. C., que pasó esos mismos años por el
centro, detalla que el hermano Linares aprovechaba sus visitas a la
enfermería para ponerle el termómetro, aunque no estuviese justificado,
y así manosearle los pechos. "Cuando eres niña no los tienes
desarrollados, pero ya aprovechaba para hacerte caricias en el pecho...
Pero con los años te van saliendo, vas madurando, y me di cuenta de lo
que estaba pasando. Y ya no le dejé ponerme más el termómetro", relata.
Recuerda también que a menudo "se le notaban las erecciones". I. C.,
"indignada", asegura que comentaba estos manoseos con sus amigas de la
ESO y que era algo conocido por muchos. "Este señor hizo eso en los 70 y
siguió trabajando con niños. Esto son muchísimas víctimas potenciales.
No está bien. Si nosotros lo comentábamos, los alumnos, ¿no lo iban a
saber en La Salle?", se queja.
Hasta cuándo permaneció Linares en La Salle Premià, antes
de trasladarse a Cambrils, no está claro. En el libro del centenario sí
aparece que fue homenajeado por su 50 aniversario al servicio de la
institución, una "inolvidable fiesta" con amigos y hermanos que al
parecer se celebró en 2010. En 2013, además, tocó la Lotería en el club
de fútbol de la escuela, del que él era el gran valedor, y
apareció en la prensa como el religioso que había repartido la
suerte en Premià de Mar.
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