«Todavía nadie me ha pedido
disculpas. Y lo que he pasado no se lo deseo ni a mi peor
enemigo». Josu, rabioso, recibe con estas palabras al
periodista. No deja de secarse el sudor de la frente con un
pañuelo. Ha llegado a la entrevista con su padre y su abogado.
Está nervioso. Tiene miedo de que alguien pueda reconocerle.
Dice que sólo quiere olvidar. Pero, al mismo tiempo, también
quiere que se sepa lo que ha pasado: la «pesadilla»
que ha vivido durante los últimos cuatro años. Para
que no vuelva a ocurrir. «Nadie me ha pedido perdón», insiste
una y otra vez alperiódico
'El Correo'.
La «pesadilla» de Josu, vecino de una
localidad costera de Vizcaya, empezó el mismo día en quesu
mujer, embarazada de 6 meses, iba a hacerse unas ecografías en
3D. Su novia -hoy en día esposa- estaba sufriendo un
embarazo de alto riesgo y las últimas semanas estaban siendo
especialmente estresantes. Alguien llamó a su puerta. Josu
estaba en ese momento en la cama. Eran varios agentes de la
Policía Nacional. Le dijeron que estaba acusado de
formar parte de una red mundial que compartía y distribuía
pornografía infantil en la red oscura de internet y
que debían registrar su piso.
Josu pensó que todo eso era una cámara
oculta. Tiene un amigo bromista y creía que podía ser cosa
suya. Pero no tardó en comprender que aquello iba en serio.
Interrogaron a su mujer, que les dijo que Josu no hacía nada
raro, que todo su tiempo libre lo pasaba con ella. Registraron
todo el piso y «no encontraron nada sospechoso». Un
agente llamó a sus superiores. «Les dijo que allí no había ni
montañas de cedes ni discos duros, que parecíamos una familia
normal. Su mando le dijo que no importaba, que tenía que
llevarse todo para ser analizado. Y yo me fui detenido»,
recuerda Josu.
La detención de este vizcaíno se produjo a
raíz deuna operación mundial del FBI estadounidense,
con decenas de detenidos, contra la pornografía infantil en la
denominada red TOR. Se trata de un espacio en
internet que, en principio, permite a sus usuarios navegar con
la aparente seguridad de que sus identidades digitales no van
a ser reveladas. Los servicios de seguridad americanos, sin
embargo, han demostrado que tienen capacidad para penetrar en
lo que se denomina como la red profunda. Aunque en ocasiones
también cometen errores o las informaciones que les
proporcionan las compañías telefónicas tampoco son fidedignas.
Cadena de errores
César Bernales, de Legalkide, es el abogado
de Josu. El letrado considera que el error del FBI -o
de la compañía telefónica- pudo llegar por un simple «baile»
en uno de los números de la IP, que es una especie de
identificación de los dispositivos que se conectan a internet.
Pero el problema para Josu es que, en su caso, la cadena de
errores sólo acababa de empezar.
Pasadas unas semanas, el vizcaíno empezó a
tranquilizarse. Él sabía que no tenía nada en el ordenador. Su
perfil no se correspondía en nada al prototipo de individuo
que comparte material pedófilo en internet. «Su nivel
informático era tan básico que tenía una carpeta en su
escritorio en el que tenía guardados sus números de cuenta y
sus contraseñas», explica su letrado.
Su investigación, de hecho, llegó a
archivarse provisionalmente. Pero año y medio después llegó el
«mazazo», cuando le comunicaron que la Policía había
terminado el análisis de su ordenador y le dijeron que habían
descubierto decenas de fotografías de pornografía infantil.
A Josu se le vino «el mundo encima». El juzgado que instruía
su caso quería llevarle a juicio. Él insistía en que era
inocente, que todo era un error. Recurrió a la Audiencia y,
gracias al apoyo económico de su padre, consiguió
contratar a un perito informático externo, que le costó 14.000
euros. «Tampoco esto fue fácil, porque no hay muchos
que quieran meterse en asuntos tan delicados», explica
Bernales. Este técnico les advirtió de que tenían dos
opciones: o tratar de desmontar el informe de la Policía o
realizar un nuevo análisis del disco duro. En este último caso
-les advirtió- era muy probable que encontrase más material
del que había hallado la Policía y él se vería en la
obligación de reflejarlo en el documento. «Pensaba que igual
le estábamos pagando por destrozarnos la vida», subrayan.
El informe, de 70 páginas, llegó al
cabo de tres meses. La conclusión era rotunda: en ese
ordenador no había nada delictivo. El abogado de Josu lo
aportó en el juzgado. «Pero la magistrada y la Fiscalía
seguían dispuestos a abrir juicio oral», relata Bernales.
Pedían para él más de dos años de prisión.
Fue entonces cuando la Audiencia volvió a
estimar su recurso y se pidió un informe imparcial a la
Ertzaintza. Los técnicos de la Policía vasca corroboraron al
cabo de un tiempo que en el ordenador de Josu no había nada.
Como él siempre había sostenido. Casí cuatro años después de
que le detuviesen en su casa, el juzgado de Getxo decretó hace
apenas unas semanas el sobreseimiento libre de este vizcaíno.
Entonces, ¿cómo es posible que la Policía dictaminase que Josu
compartía pornografía infantil con su ordenador? Los
afectados señalan que, simplemente, el técnico confundió los
ordenadores de los acusados. Lo que supone, entre
otras cosas, que el verdadero propietario del disco duro en el
que se hallaron las fotografías no ha podido ser imputado.
A Josu todo esto le importa ya bastante
poco. A él, más que la confusión, lo que le remueve por dentro
es la «falta de empatía y de interés» de las instancias
judiciales, que querían llevarle a juicio «incluso después de
que hubiese presentado el primer informe pericial». También se
indigna recordando cuando acudió al mostrador de los juzgados
a recoger una citación y una funcionaria empezó a referirse a
él en voz alta, delante del resto de personas que estaban
allí, como el imputado en el «tema de la pornografía
infantil».
Ahora, Josu sólo quiere recuperar el tiempo
que ha perdido y que se limpie su nombre de los ficheros
policiales, aunque no oculta la rabia que brota de su
interior. «Todo esto pasa factura. Nadie sabe lo que hemos
llorado en mi casa. Nunca olvidaré la cara desencajada de mi
madre cuando me detuvieron. He estado años sin vivir. No era
yo. No me atrevía ni a ir con mi hijo al parque. No podía ni
hacerle fotos. No le daba besos en público. Me sentía
observado. Y siento que he perdido unos años preciosos de mi
familia», explica.
El padre de Josu asiente a su lado con gesto
serio.
- ¿Usted nunca dudó de la inocencia
de su hijo?
- A los que comparten esas fotos les
cortaría sus partes. Y a los que hacen eso... Conozco a mi
hijo y nunca ha sido uno de esos. Nadie nos ha pedido
disculpas.