He leído
con mucho cuidado el informe que las Naciones Unidas ha presentado
a través del Comité de los Derechos del Niño titulado
"Observaciones finales sobre el segundo informe periódico de la
Santa Sede" y quiero compartir algunos puntos clave en asuntos
vinculados a Explotación y Abusos Sexuales que no he visto
publicados en otros medios de comunicación locales.
El comité insta
encarecidamente a la Santa Sede a:
“(b)
Retirar inmediatamente a todos los abusadores sexuales de niños
conocidos y sospechosos, y remitir el asunto a las autoridades
policiales y judiciales pertinentes con fines de investigación y
procesamiento penal”.
“(d)
Modificar el derecho canónico para que el abuso sexual infantil
sea considerado como un delito y no como un mero “delito contra la
moral”, y derogar todas las disposiciones que permitan imponer una
obligación de silencio a las víctimas y a todos aquellos que tomen
conocimiento de este tipo de delitos”.
“(f)
Asegurar que todos los sacerdotes, el personal religioso y
personas que trabajan bajo la autoridad de la Santa Sede sepan sus
obligaciones de denuncia y del hecho de que en caso de conflicto,
estas obligaciones prevalecerán sobre las disposiciones del
derecho canónico”.
“(g)
Desarrollar programas y políticas para la prevención de esos
delitos y para la recuperación y reintegración social de los niños
víctimas, de conformidad con los documentos finales aprobados en
los Congresos Mundiales de 1996, 2001 y 2008 contra la Explotación
Sexual de Niños, celebrada en Estocolmo, Yokohama y Río de
Janeiro, respectivamente”.
“(h)
Desarrollar programas preventivos de educación para aumentar la
conciencia sobre el abuso sexual de los niños y enseñarles los
conocimientos necesarios para protegerse a sí mismos”.
A la
Iglesia Católica se le presenta ahora la oportunidad histórica de
generar un cambio de enorme impacto en la vida de muchos niños,
niñas y adultos de buena parte del mundo. Un acto de abuso, por
sutil que éste sea, puede arruinar una vida.