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Los abusos
sexuales en la Iglesia (Opinión del escritor
Manuel Vilas recordando su caso)
Redención
Tras los testimonios de víctimas de pederastia por parte
de religiosos publicados en EL PAÍS, el escritor Manuel
Vilas recuerda su caso: un sacerdote abusó de él en el
colegio, una experiencia sepultada 46 años
3 NOV 2018
Manuel
Vilas cuando era pequeño.
Debió de ocurrir en 1972 y aquel sacerdote
ya está muerto. He reflexionado mucho sobre lo que pasó, sobre
aquel hombre de sotana negra y alzacuellos blanco. La sotana
dominaba la escena. Un niño no entiende la razón de que le
toquen, de que le manoseen, de que lo soben, de que le
acaricien el pelo y la cara. Piensa, en su inocencia, que le
están premiando por algo que ha hecho bien, o muy bien.
Intenté averiguar cuál era mi mérito. No lo encontraba. Un
examen de matemáticas o de lengua o de ciencias: no, yo era
del montón. Los deportes: más absurdo aún, era de los peores,
enseguida me cansaba. El coro de la iglesia: aún mucho peor,
no sabía entonar, no distinguía las notas. No había mérito
alguno en donde hallar una razón para que fuese un elegido. Y
aun así, aquel hombre jugaba conmigo y me tocaba y me hacía
pensar que yo era especial. Me estaba dedicando su tiempo. Me
eligió de entre los 30 chicos que formábamos aquella clase.
Hubo 29 que no recibieron la llamada. Me eligió a mí. “Te he
mandado llamar”, dijo. “Tú quédate cuando todos se hayan ido”.
“Eres especial”. Los niños no conocen ni la existencia de la
sexualidad. No tienen nombres, ni adjetivos, ni verbos para
nombrar lo que les está pasando.
Los pederastas escogían bien a sus víctimas.
Seleccionaban a aquellos niños que eran vulnerables, aquellos
que no sabrían defenderse, aquellos niños que eran retraídos,
callados, tímidos, que no gozaban de popularidad en la clase.
Elegían a los más sensibles, a los más introvertidos,
apocados, asustados, los que no tendrían valor para decirlo.
Por eso me eligió a mí, porque era evidente que no sabría
defenderme y porque le gusté físicamente. He pensado mucho en
esto, he
escrito una novela titulada Ordesa en donde el
protagonista dice lo siguiente: “El problema del Mal es que te
convierte en culpable si te toca”. Aquel niño de 1972 llegó a
esa conclusión de manera instintiva. Y tenía toda la razón.
Todo cuanto ese niño iba a aprender a lo largo de 46 años de
vida no desdiría ese hallazgo de su inocente inteligencia. Por
eso todo el mundo calla, o calló. También el protagonista de Ordesa dice
algo muy importante: “Las víctimas son siempre irredimibles”.
Sé que mi cerebro se protegió de lo que
estaba pasando. Nuestra capacidad para sobrevivir es uno de
los grandes misterios tanto de la vida como de la especie
humana. Nuestro cuerpo ejecuta complejísimas operaciones
mentales para salvarnos de la destrucción y del terror. Mi
cerebro ordenó el silencio. Negó cuanto había pasado. No dije
nada a nadie, hasta que publiqué Ordesa. He tardado
46 años en contarlo. He mantenido ese silencio durante 46
años. Murieron mi padre y mi madre sin saberlo. Tenía pensado
morirme yo mismo sin habérmelo dicho a mí mismo. El niño de
1972 me dijo al fin “ocurrió, puedes decirlo, debes hacerlo”.
Sé que era una época atroz, llena de ignorancia. Pero pasó.
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