Las
cuatro
denuncias por supuestos abusos sexuales
presentadas en Melilla y otra interpuesta Cádiz
por ex alumnos han sido archivadas por
prescripción, pero todas describen el mismo
perfil: un presunto "depredador
sexual" que cometió desde tocamientos a
violaciones con el pene y objetos contra niños
de entre 11 y 15 años. Siempre varones. Ese
hombre, J. A.
A. G., fue profesor durante una década
de un colegio
privado de Málaga capital. Ahora está
de baja.
No consta que en el centro educativo malagueño
haya cometido hechos similares.
Aquellos menores presuntamente
agredidos sobrellevan de manera diferente las
secuelas. Casi
40 años después, unos las han superado,
mientras otros han precisado tratamiento
psicológico e incluso han tenido ideas suicidas.
Los hechos ocurrían en los colegios donde
impartía clases y en las acampadas que él
organizaba con los alumnos.
Las
denuncias de
Melilla se interpusieron el pasado 10
de marzo ante la Fiscalía de esa ciudad. En una
de ellas –de un denunciante que no quiere que
figure su nombre y que entonces tenía unos 11
años– se asegura que
“le daba de
beber alcohol y una vez borracho, abusaba de
él”. Fue entre 1985 y 1991. Según ese
relato, el presunto agresor llegó a abusar
sexualmente de él
con “una vara
de mando que llevaba siempre”.
Conforme a esta declaración, las
agresiones eran cometidas en el
colegio La Salle de la ciudad norteafricana;
“en la capilla, en el gimnasio y en cualquier
otro sitio donde el denunciado veía
oportunidad”. En una ocasión, “en
un campamento en Andalucía llegó a
hacerle tanto daño que no podía ponerse en pie a
la mañana siguiente”. Según relató a la fiscal,
con “14 ó 15 años” se armó de valor e informó de
los hechos al director del colegio. Su respuesta
fue que era un mentiroso y que si volvía a
difamar a J. A. A. G. sería “expulsado”.
El presunto agresor sexual fue
miembro de la
congregación de La Salle hasta 2005.
Desde 1982 hasta ese año pasó por San Fernando,
Chiclana (Cádiz), Melilla, Puerto Real, Puerto
de Santa María, Jerez (Cádiz), Andújar (Jaén),
Madrid y Almería. Luego, habiendo dejado ya La
Salle, recaló
en el colegio malagueño. La sospecha de
Jaime Villegas
–otra de sus supuestas víctimas y uno de los
denunciantes de Melilla– es que su congregación
lo trasladaba para encubrirlo. “Él iba de un
sitio para otro como a un coto de caza de niños.
Lo descubrían, lo encubrían y lo mandaban para
otro destino”, señala.
Según la denuncia de Villegas
ante la
Fiscalía puesta también en marzo
pasado, en un campamento de septiembre de 1988,
tras el reparto de tiendas, le tocó dormir con
J. A. A. G. Entonces el agresor, le tocó la
ingle y los genitales. A continuación, cogió la
mano del niño e intentó que le hiciera
tocamientos. Jaime salió corriendo de la tienda.
Fuera hacía frío. Tras un rato, “que se me hizo
eterno”, volvió dentro y se cerró el saco de
dormir hasta el cuello. Nunca más lo agredió.
“Encima te hacía sentir mal, culpable. Y
te apartaba por no haber entrado en el juego,
por no haberte dejado violar”, señala.
En su caso, fue
una noche y se
quedó en tocamientos. Pero en otros
duraron años e
incluyeron violaciones. Las supuestas
agresiones –algunas cometidas en campamentos a
finales de los años 80 en Antequera– comenzaron
a salir a la luz tras la denuncia de
Santiago
Codesido, ex alumno del
colegio La
Salle en San Fernando (Cádiz).
A raíz de que sufriera un ictus,
su hermano
Pablo se enteró de que estaba en
tratamiento psicológico. Indagó y descubrió que
era por los presuntos abusos y agresiones
sexuales que habría sufrido de 1978 a 1982.
Hasta entonces, el silencio se había impuesto.
Pero al final le confesó el infierno vivido.
Ambos pusieron los hechos en conocimiento del
responsable de la orden de La Salle en España.
En octubre de 2021, éste le remitió una
carta a Santiago en la que aseguraba
desconocer esas “agresiones execrables”y le
anunciaba que
denunciarían los hechos ante la Fiscalía de
Cádiz. Fue ésta la
primera de las cinco denuncias contra J. A. A. G.
El 26 de enero pasado, Santiago
Codesido declaró ante la
Policía
Nacional, en San Fernando. Dijo que las
agresiones fueron “aumentando la gravedad”. Ante
la Policía aseguró que los dirigentes del
Movimiento Scout Católico –al que pertenecía el
presunto agresor– y de la congregación de La
Salle tuvieron conocimiento de los hechos, pero
que incluso llegaron a amenazarlo para que se
mantuviera en silencio.
Entonces calló. Pero a principios
de este año lo contó en prensa. La salida a la
luz pública de este caso animó a las
cuatro
supuestas víctimas de Melilla a
denunciar el 10 de marzo pasado. Seis días
después, la Fiscalía gaditana archivaba la
investigación sobre los
presuntos abusos a Codesido porque “el
delito estaría prescrito y lo mismo sucede con
las demás supuestas víctimas identificadas en la
investigación judicial”.
Debido al ictus de Santiago,
Pablo Codesido
le hace de portavoz. Anuncia que su hermano
denunciará porque entiende que su manifestación
ante los sanitarios que lo trataban
psicológicamente interrumpe la prescripción. Y
agrega: “A mi hermano lo marcó por completo.
Hasta ahora es
reacio a un beso o un abrazo”.
Las cuatro denuncias ante la Fiscalía de Melilla
y la interpuesta en la de Cádiz están archivadas
y no hay ningún
procedimiento penal abierto contra J. A. A. G.
Por eso, el abogado de tres de las víctimas de
Melilla, Pedro
Martínez, insiste en la importancia de
sacar a la luz estos hechos. Porque para estas
víctimas a las que se les archivó la denuncia,
“la única forma
de justicia es la justicia indirecta a
través de otras víctimas cuyos delitos no estén
prescritos”. Está convencido de que con su
“perfil depredador” habrá más abusados.
Villegas tiene la misma
convicción:
“Con un perfil así de depredador no ha podido
dejar de depredar”. Fue Villegas quien
–tras conocer el caso de Codesido– fue “tirando
de la lengua” a sus compañeros de entonces hasta
confirmar que presuntamente había abusado de
varios. Él y otros tres del colegio La Salle de
Melilla denunciaron. “Es nuestra obligación
moral. Por el niño que fuimos y por nuestros
hijos. Por todos los hijos”, sostiene.
La
dirección del colegio malagueño declinó
hacer comentarios amparándose en la Ley de
Protección de Datos. No obstante, en un correo
remitido por su director el pasado 15 de marzo a
Codesido -al que ha tenido acceso
Málaga Hoy-
aseguraba que
nunca habían tenido “la más mínima sospecha”
de que en este
centro se hubieran cometido hechos similares.
Recientemente se ha reformado el
Código Penal
para ampliar al
plazo de prescripción de los delitos sexuales
sobre menores. “Resulta significativo
que las personas tengan que llegar a la madurez
para ser capaces de denunciar hechos como estos.
Y cuando denuncian, están prescritos”,
reflexiona el abogado. Villegas abunda en ese
sentido: “Es el patrón de los abusos en la
Iglesia católica. Los que denunciamos
somos tíos de
unos 40 años porque antes no abrimos la boca”.
Málaga Hoy consigue un número de
móvil que sería el del denunciado en
Melilla y Cádiz por supuestos abusos
sexuales. Tras varios intentos fallidos,
finalmente descuelga. Al otro lado del teléfono,
una voz suave
niega ser J. A. A. G., el hombre que
presuntamente se llevaba a alguno de aquellos
niños al cine para que, aprovechando la
oscuridad, lo masturbaran o le hicieran
felaciones.