Los conventos de
clausura se comunican con el exterior mediante un torno. A
través de esta trampilla venden los excelentes postres que
cocinan en sus hornos, y través de ella aceptan limosnas,
huevos (especialmente celebrados por las Hermanas Clarisas) y
otros productos llegados de fuera.
Desde la Edad Media se
tiene constancia de la existencia en algunos conventos de otro
tipo de tornos a través de los cuales no circulaban ni ropas,
ni alimentos, ni magdalenas; sino recién nacidos. Normalmente
en una zona más escondida que el torno principal, para que las
madres que decidían desprenderse de sus hijos lo hiciesen con
la mayor discreción posible. Bastaba esperar a que cayera la
noche para acercarse hasta el convento, depositar al bebé en
el interior, rezar una breve oración por el bien de la
criatura y escaparse del lugar sin ser vista. Algunas veces,
las menos, habiendo dejado antes una pequeña limosna -hay que
tener en cuenta que la gran mayoría de los abandonos se
producían por motivos económicos-. Estos huérfanos recibirían
el apellido Expósito (hijo de la piedra).
Algunos tornos
de acogida todavía siguen incrustados en los muros de
estos conventos. Uno de los más populares se encuentra en el
17 de la calle de Les Ramelleres, en pleno Raval barcelonés,
donde se ubicaba la Casa de la Misericordia. En otra de las
fachadas luce una placa con el lema «Caritat per los
pobres de l'hospital de Nostra Senyora dels Ynfants i Orfans.
1785», sobre una pequeña ranura habilitada para aceptar
monedas.
El pasado miércoles, Daniel, vecino de
la localidad madrileña de Mejorada del Campo, paseaba a su
perro cuando se percató de unos llantos procedentes de un
contenedor público soterrado. De inmediato alertó a los
servicios de emergencia. Allí se plantó una pareja de guardias
civiles que saltó a las portadas de los periódicos
tras lograr rescatar con vida a un pequeño con tan solo
dos semanas de vida que había sido abandonado en medio de
basura.
«Me agobié con el pequeño», trató de justificarse al día
siguiente la madre de la criatura a
los agentes que la detuvieron. ¿Pero qué lleva a una madre
a abandonar a su hijo dentro de un contenedor? ¿Porqué no lo
entrega a los servicios sociales? ¿Por vergüenza?
Han pasado muchos años
desde la Edad Media, pero los motivos económicos siguen siendo
los más acusados. Madres sin lazos familiares ni sociales que
se ven incapaces de garantizar unas condiciones mínimas de
calidad de vida para su hijo, y que se ven arrastradas a
cometer este tipo de trágicas acciones. El bebé de Mejorada
del Campo estuvo cerca de morir de no ser por el oído y el
instinto del vecino que paseaba a su perro y la buena
actuación de los agentes.
Los babyklappe
En la ciudad alemana de
Hamburgo existen desde el año 2000 unos
buzones-incubadoras destinados a recoger neonatos. El
anonimato está garantizado. Una cámara fija enfoca solo al
interior del habitáculo y manda un aviso a los servicios
médicos para que se hagan cargo del crío. Los defensores de
este sistema justifican que ya ha salvado varias vidas. Desde
ahí se expandió al resto del país. En Austria existen desde
hace más de una década los babyklappe (compuerta de
bebés) incrustados en las esquinas de los hospitales. Roma,
ciudad con pasado imperial fundada por un huérfano, también
cuenta con estos buzones para niños.