El País
https://elpais.com/politica/2018/07/20/actualidad/1532094590_692184.html
CRIMEN LA OROTAVA
Las 12 líneas de la carta del asesino de La Orotava
Israel Rodríguez Miranda se entretuvo en vestir a su
mujer y a sus hijas muertas con ropas de estreno
Tanatorio de Santa Cruz de
Tenerife, donde han velado los cuerpos de la familia fallecida. Rafa
Avero
Patricia Ortrega Dolz
Pedro Murillo
Santa Cruz de Tenerife 20 Jul 2018
La nota “de suicidio” que dejó el brigada del ejército de tierra Israel
Rodríguez Miranda, destinado en la base de helicópteros de los
Rodeos (Tenerife), tiene 12 líneas en un folio blanco, indican fuentes
próximas a la investigación que realiza la Guardia Civil. Está escrita con
un bolígrafo, de su puño y letra, y en primera persona. Comienza
refiriéndose a los problemas económicos que le agobiaban, sin hacer
referencia en absoluto a que, antes de ahorcarse, se ha llevado por delante
la vida de su
mujer, Paula Teresa Martín, de 40 años; la de sus dos hijas, Miranda y
Paula, de cinco y tres; y la del perro de la familia“. Y después, "en un
tono que puede sonar un poco a venganza”, según fuentes de la investigación,
se refiere a que “de esa manera se acabaron los problemas para todos”.
Es como si Israel, según quienes han tenido acceso al
escrito, creyese poner así punto y final a las discusiones y enfrentamientos
que existían entre las familias de ella y de él, y a las incomodidades
derivadas de lo mal que se llevaban entre sí. “Como si viniera a decir:
'ante la falta de ayuda vuestra, ya lo resuelvo yo y así nadie tiene que
cargar con lo mío”, explican las mismas fuentes. Además indica que su pareja
debe de ser incinerada junto a las niñas, porque así supuestamente lo quería
ella. Los agentes del Instituto Armado quieren llegar hasta el final de un
caso aparentemente resuelto, pero del que aún quedan numerosas incógnitas
por aclarar. Los investigadores, el forense, la juez, todos están impactados
por un suceso repleto de detalles macabros.
“La tremenda escena en la habitación de matrimonio
nos va a acompañar a todos mucho tiempo”, aseguran fuentes de la
investigación. “Esa mujer, la madre, con sus dos hijas abrazadas, cada una
por un brazo; una, con su peluche; y la otra, con su muñeca japonesa de ojos
enormes; perfectamente vestidas de calle todas, con sus zapatos puestos,
como dormidas, sin el más mínimo signo de violencia perceptible a simple
vista, nada, como en una paz infinita, era sobrecogedor”. Llevaban muertas
desde el sábado, según los resultados preliminares de las autopsias. El
viernes por la tarde fue la última vez que se les vio a todos juntos, en la
celebración de un cumpleaños con la familia. “Pudo ser de madrugada, pero lo
que está claro es que se tomó su tiempo”, señalan las mismas fuentes.
Un vestido con etiqueta
La minuciosa colocación de los cadáveres y la nota
junto a ellos, también sobre la cama, hace sospechar a los investigadores
que fueron puestas allí con sumo cuidado después de muertas. Y un detalle
aterrador levanta otra sospecha: una de las niñas llevaba puesto un vestido
que aún tenía la etiqueta, no lo había estrenado aún, lo que lleva a pensar
a los investigadores que Israel pudo entretenerse en vestirlas pacientemente
después de matarlas.
La autopsia, que ha determinado que murieron
asfixiadas (las pequeñas por sofocación y la mujer por estrangulamiento), no
señala “ni un rasguño”, ni en el cuerpo de ellas (salvo unas marcas poco
perceptibles en el cuello de la madre, “que son compatibles con el
estrangulamiento”), ni en el de él, de 45 años, que apareció ahorcado en la
habitación contigua. Tenía las manos atadas “con un nudo fuerte” y había
montado un artilugio, con una pequeña polea, para colgarse del techo.
No hay señales de defensa ni en la mujer ni en las
niñas. Esto es lo que conduce a pensar que pudo drogarlas para evitar
resistencias. “Quizá ni eso, era un tipo muy corpulento y fuerte, las niñas
eran muy pequeñas y a la mujer pudo bloquearla; lo más probable es que las
pillase profundamente dormidas; a sus hijas, en su habitación, y a la madre,
en el dormitorio matrimonial", apunta un investigador, a la espera de que
los análisis toxicológicos determinen si había algún tipo de sustancia en
sus cuerpos.
Fuera de las escenas de muerte, la casa, un piso de
cuatro habitaciones, en el camino Cruz de los Martillos, en las afueras del
pueblo de La Orotava, está repleta de fotografías colgadas de las paredes en
las que aparecen todos ellos sonrientes y felices: “La niñas solas, con su
madre, fotos de la familia de excursión... Había decenas de fotos, por todas
partes”, señalan fuentes del caso. En ellas se ve también al
único superviviente de la familia, el hermano mayor, de 12 años, hijo de una
anterior pareja de Paula, que cuando todo ocurrió se encontraba de
vacaciones con su padre biológico en el sur de la isla. Aún no sabe que el
novio de su madre, con el que no tenía buenas relaciones, es el autor de las
muertes, y vive rodeado de psicólogos, que han recomendado ir informándole
de lo sucedido poco a poco.
¿Pero cuál fue el detonante del crimen?. Nadie lo
sabe. En la casa se encontró también una carta de un banco relativa a un
posible crédito voluminoso, según fuentes de la investigación. En sus
dispositivos electrónicos no ha aparecido nada que llamase la atención de
los investigadores. Y las pesquisas se vuelcan ahora en el estudio
patrimonial de la pareja, que sí parece que acumulaba deudas, por las
declaraciones que han realizado los familiares a los que les habían pedido
dinero en numerosas ocasiones.
Sin embargo, vivían en una casa pagada, en un
edificio construido por el padre de Paula, un conocido bodeguero de la zona
al que llaman, Miguel El Bicho, sin tener que hacerse cargo
siquiera de los recibos de la luz y el agua. Ella trabajaba en el bar con su
padre, que ya le había recomendado que se separase de Israel, según fuentes
próximas a la familia, y tenía plena dedicación a los hijos. Él, originario
de Zamora, “introvertido”, según lo declarado por sus compañeros, y apenas
conocido La Orotava, era mecánico en la base de helicópteros de Los Rodeos y
había sido condecorado con un distintivo rojo (pensionado) por sus acciones
de combate en Afganistán. Su sueldo debía superar los 2.000 euros mensuales,
según los cálculos de los investigadores, que tienen la impresión de que
gastaban más dinero del que tenían. Ahora queda por ver en qué y cómo.
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