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https://www.publico.es/sociedad/menores-son-siempre-victimas-maltrato-ejerce-madres.html
Los menores son siempre víctimas del maltrato que se
ejerce contra sus madres
La violencia machista tiene secuelas múltiples y
"devastadoras" para los menores que crecen en un entorno de agresiones: los
psicólogos inciden en que un agresor no puede ser un buen padre porque el
maltrato a la madre siempre implica una agresión que afecta al desarrollo de
los niños.

Teléfono contra el maltrato 016.
"Los menores son siempre víctimas directas de la
violencia que se ejerce contra sus madres: el hecho de presenciar una
agresión ya es violencia y les genera un trauma. (...) Una persona que
maltrata a la madre maltrata por extensión a los hijos", remarca en una
entrevista con Efe la psicóloga especializada en violencia de género Bárbara
Zorrilla.
"Es un mito pensar 'a mí
me maltrata, pero con los niños es bueno'. Si maltrata a su madre los está
agrediendo también a ellos. Un buen padre no agrede a sus hijos", coincide
el director de programas de la Fundación ANAR y también psicólogo Benjamín
Ballesteros.
Entre las medidas del
Pacto de Estado de Violencia de Género se encuentra la de "impulsar la
aplicación práctica del reconocimiento de las y los menores como víctimas
directas de la violencia de género. Mejorar la conexión entre la violencia
contra las mujeres y la experiencia victimizadorade los hijos e
hijas".
Los menores son las
víctimas más invisibles de este drama social y apenas se tienen datos del
impacto de la problemática en ellos. En 2013 comenzaron a registrarse las
cifras de menores asesinados por las parejas o exparejas de sus madres (28
desde entonces) y el número de menores huérfanos (245). De las 1.001 mujeres
asesinadas, más del 70 % eran madres, según datos del Consejo General del
Poder Judicial. Son los números de la violencia más atroz contra los niños,
pero es necesario ir más allá para analizar todo tipo de implicaciones.
Otra de las medias del
Pacto de Estado recoge precisamente la realización de estudios sobre la
situación de los menores: relativos a custodia, régimen de visitas,
relaciones con el padre maltratador, etcétera.
Las secuelas del
maltrato en los niños
Los terapeutas alertan
de las graves consecuencias que el maltrato tiene en la vida de los menores.
Las secuelas
psicológicas para los niños que viven en un entorno de violencia de género
"pueden ser devastadoras", destaca Zorrilla, quien advierte de que la falta
de una intervención terapéutica adecuada puede hacer que "se cronifiquen y
arrastren de por vida".
"Crecer en un entorno de
violencia tiene consecuencias negativas porque impide a los menores tener un
desarrollo normalizado", la psicóloga. Ballesteros apostilla que las
secuelas son "múltiples" y de dos tipos: inmediatas y a largo plazo.
Entre las inmediatas,
tristeza, aislamiento, fracaso escolar -en alrededor del 50% de los
afectados-, síntomas psicosomáticos, autoestima deteriorada, ira,
alteraciones de funciones básicas, trastornos del sueño y de la
alimentación y vuelta a etapas evolutivas anteriores.
"Otra de las cosas que
observamos es sintomatología postraumática. Viven en secreto el maltrato, no
pueden hablar de lo que está pasando porque son muy pequeños o porque se
sienten avergonzados. Reexperimentan una y otra vez los incidentes en
forma de pesadillas, de pensamientos intrusivos o de juego repetitivo
violento", apunta Zorrilla.
Los niños, cuando son
pequeños, se sienten culpables y creen ser la causa de la violencia y
conforme crecen lo hacen por "no haber podido defender a la madre", añade.
El maltrato, coinciden ambos expertos, daña el desarrollo porque afecta
al apego: "El desarrollo de la inteligencia emocional se produce en esas
etapas. La primera instancia socializadora es la familia, si tú ves que la
forma de relacionarse con los demás es la violencia, tú también aprendes a
relacionarte así. Se generan conductas imitativas: como agresor o como
víctima", dice Ballesteros.
"La violencia se
aprende. El niño o la niña viven que el mundo es peligroso y sienten un
miedo enorme al abandono. Eso les va a generar problemas afectivos en la
vida adulta: aprenden a hacerse invisibles, a sentirse solos, a normalizar
la violencia", enumera. Sufrir violencia en la infancia se convierte en
un factor de riesgo, pero Zorrilla precisa que no es una "condena ni una
etiqueta", e insiste en la necesidad de prestar una atención psicológica
precoz a estos menores.
Precisamente el conocer
la gravedad de estas secuelas, avanza Ballesteros, se convierte en muchas
ocasiones en el acicate para que las mujeres denuncien a su agresor. "Muchas
tienen la creencia de que es mejor tener un padre que no tenerlo y cuando
les explicamos que es peor vivir en esas condiciones se atreven a dar el
paso", afirma.
En los tratamientos
psicológicos con los pequeños víctimas hay que trabajar la autoestima, potenciar
sus recursos y capacidades, ayudarlos a recuperar la confianza y la
seguridad tanto en sí mismos como en los demás porque "crecen desconfiando
de la gente porque les han fallado sus primeras figuras de apego".
Es necesario entrenar
sus habilidades sociales, porque en muchos casos les cuesta socializar
-pueden ser agresivos o retraídos- y, lo más crucial, ayudarlos a que
expresen sus emociones, que suelen ser de culpabilidad, de miedo y de
vergüenza.
Ballesteros hace
hincapié en que la terapia debe llevarse a cabo cuanto antes, dada "la
lesión tan enorme" que el maltrato produce en ellos: "Todos, por sistema,
tendrían que pasar por terapia". Los psicólogos lamentan que no haya
medios suficientes para atender a todos los menores, que los servicios
de atención psicológica para las víctimas estén desbordados y que sea muy
complicado que los niños accedan a las terapias debido a que hay muchos
padres que no dan su autorización en los casos en los que no hay condena
judicial.
"Los maltratadores
utilizan a los menores como instrumento para seguir haciendo daño a sus
madres", lamenta Zorrilla.
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