Un
alarmante porcentaje de niños tiene la creencia de que ser lastimado es
parte de la vida cotidiana; por lo tanto, este comportamiento es aceptable
y el ciclo del abuso continúa cuando se transforman en padres que abusan
de sus hijos y éstos de los suyos, perpetuando así el ciclo vicioso por
generaciones.
Azotes injustificables
Tanía,
de 11 años acusó a sus papás, quienes constantemente la golpean. Revela
que usa dos playeras, mallas y pantalón para que no le duelan los azotes.
“Me pegan sólo para desquitar su coraje”, dijo mientras la atendían en
emergencias.
Contó que su mamá la mandó a comprar dos kilos de
maíz. Al llegar a la tienda Juquilita se encontró a su amigo Eduardo y
comenzó a platicar con él.
Al salir, su mamá la esperaba afuera. “Me agarró a
pedradas las cuales me tocaron en la espalda y me dolió mucho. Le pedí que
no me pegara porque no estaba haciendo nada malo. Al llegar a la casa me
empezó a insultar: “Así vas a empezar como una pinche puta”. Le repetí que
no estaba haciendo nada malo, pero su coraje era mucho, tanto, que agarró
dos vasos de vidrio y me los aventó, luego agarró el cinturón y me
golpeó”.
Más tarde, al llegar su papá, éste le pidió le
llevara agua fría y cuando ella contestó que no había, le ordenó que fuera
por hielo.
El problema empezó al pedirle dinero para
comprarlo. “Me dijo: “Qué no para eso estás”. Cuando le contesté que de
dónde iba a sacar, me retó: “Sígueme respondiendo” y me dio una bofetada.
Al mismo tiempo me agarró del cabello y me llevó al baño, mientras me
amenazaba “Te voy a azotar la cabeza”.
“Le respondí que lo hiciera y me azotó contra la
pared. Lo empujé al sentir caliente y le reclamé: “Mire, me sacó sangre”.
Mi mamá, quien miraba la escena, dijo: “Eso te mereces”. Me salí corriendo
de la casa y le pedí ayuda a la vecina, quien me trajo a que me cocieran
la cabeza”, refiere dolida.
La
psicóloga de la Fiscalía General del Estado, Liliana Patricia Morales
Castellanos, explica que el maltrato infantil es pasivo cuando las
necesidades básicas del niño no son atendidas, así como la falta de
respuesta a las necesidades de contacto físico y caricias.
Detalla que se considera activo cuando los padres
provocan daño físico, comprende también el abuso sexual, que puede ir
desde el exhibicionismo hasta la violación, mientras que el abuso
emocional se representa como hostilidad verbal y bloqueo constante de las
iniciativas infantiles.
Abunda que otra forma de violencia es cuando los
niños son testigos de violencia “al presenciar situaciones crónicas de
violencia entre sus padres”.
Cultura de castigo
Lucía, de 4 años, cuenta que su papá le pega y le
jala los cabellos. Rompe las cosas y no le gusta que vaya a la escuela,
porque le dice que su maestra está enferma.
Una vez que tiró un vidrio, ella se cortó y él se
lastimó la mano. Se enojó tanto que tiró a su hermanito, de 1 año, de la
carriola y a ella le pegó con el cable de luz en las piernas.
En tanto que Mariel, de 8 años, confiesa que no le
gusta cuando su papá vuelve a casa, “Me aprieta mucho la boca y la nariz,
no me deja respirar”.
Una tarde llegó muy enojado y le pegó a su
hermanita en la boca, por lo que sangró. “A mí me pegó con el mismo
cinturón y lloré mucho”, recuerda.
El pequeño Emiliano, de 4 años, pidió irse a vivir
con su abuelita. “Mi papá me pega con mecate y con el cable de la video
porque salgo a jugar.
“Mi mamá llora, yo quiero mucho a mi mamá y no
quiero que mi papá le pegue. Mi papá toma mucha cerveza y quiero que lo
curen para que ya no nos pegue”, suplicó.
La profesionista en psicología, puntualiza que el
castigo físico como forma de disciplinar sigue siendo el factor que
alienta las prácticas de maltrato físico hacia los niños.
La idea de que las malas conductas y los malos
hábitos se corrigen con azotes, se basa en la crianza de los padres,
quienes justifican su conducta correctiva planteando “a mí también me
pegaban y soy un hombre de bien”.
Subraya que un grupo importante de padres que
maltrata o abusa de sus hijos padeció en su infancia falta de afecto y
maltrato.
Poseen una insuficiente maduración psicológica para
asumir el rol de crianza; es decir, la incapacidad paterna para ser
responsables de la educación de los hijos.
Efectos devastadores
“Quiero que castiguen a mi papá porque me pega,
siempre me habla con groserías”, pide Mona, de 7 años.
“Se me ocurrió enseñarle una carta que escribí en
la escuela en la que puse que era regañón. (…) Me pegó con el palo de la
escoba en la espalda, me jaló de mi cabello en la nuca y me zangoloteó;
después me hizo que la leyera y le obedecí, pero llorando. Me regañó por
escribir esas cosas”, dice la pequeña.
Saulo, de 7 años, narró su pena cuando sus papás se
separaron. Su mamá comenzó a vivir con Jorge y se fueron a Puebla.
-Tomaba y le pegaba a mi mamá, yo la quería
defender, pero Jorge me pegaba de cachetadas y me decía: “No te metas,
eres un menso” y yo me ponía a llorar.
-Varias veces le pedí a mi mamá que lo dejara, pero
ella me decía que lo perdonáramos.
Ahora vive con su papá, pero admite que quisiera
regresar con su mamá, pero no con Jorge.
Gabriela Hernández, médico del Sector Salud,
destaca que además de las lesiones, se forma una dificultad para
establecer relaciones interpersonales profundas y estables.
Recalca que los sentimientos de estima personal no
se desarrollan adecuadamente, toda vez que se acepta el maltrato como algo
que se merece por sus incapacidades.
“Ante el maltrato, los niños pueden responder con
un comportamiento pasivo de aceptación, se les observa tristes y sumisos o
con un comportamiento rebelde y agresivo que se dirige contra sus
compañeros”, indica.
Lamenta que para muchos niños que sufren maltrato,
la violencia del abusador se transforma en una forma de vida.
Daño indeleble
Marina, de 4 años, relata que su papá la golpea con
una vara en las nalgas cuando no obedece a su mamá.
“Me pega siempre que llega borracho si tomo leche y
pan que están arriba de la estufa. Se enoja y me rompe los juguetes que me
regala mi tía”, solloza.
Su papá le quemó sus juguetes cuando volvió de la
tienda y no dijo nada porque le da mucho miedo. “Ahora los pongo debajo de
mi cama para que no los vea, los tengo que esconder para que mi papá no
los queme”, confía.
La psicóloga Liliana Patricia señala que los niños
criados en hogares en los que se les maltrata suelen mostrar desordenes
postraumáticos y emocionales.
“Los efectos que produce el maltrato infantil no
cesan al pasar la niñez, mostrando dificultades para establecer una sana
relación al ser adultos”, indica.
Apunta que algunos infantes sienten temor de hablar
de lo que les pasa porque piensan que nadie les creerá. Otras veces, no se
dan cuenta de que el maltrato de sufren es anormal y así aprenden a
repetir este modelo inconscientemente.
Recuerda que se debe mirar a la niñez como una
época de experimentación, de descubrimientos, que lógicamente van a ser,
muchos de estos actos, incorrectos para los adultos.
“A un niño no se le debe golpear, gritar o regañar,
se le deben dar razones para que comprenda por qué algunas conductas no
son aceptables”, destaca.
“Se han
olvidado de su propia infancia, de cómo todo les parecía desconocido y al
mismo tiempo permitido, porque un niño no nace con las conductas sociales
que los adultos desean”, puntualiza.