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La verdad detrás del cambio de edad para usar WhatsApp: ¿qué
consecuencias tiene?
Esta red subirá la edad mínima de acceso a los 16
años. Los expertos creen que es cosmético y llega tarde. «Los chavales ya no
respetan ninguna línea roja»
Hemos creado un monstruo y ya no hay quien lo pare.
Los padres que compren móviles a sus hijos menores deben violar la intimidad
de sus mensajes porque, si no, serán los responsables». El juez de Menores
Emilio Calatayud, famoso por sus sentencias de tinte educativo y social,
lanza con crudeza este mensaje a los progenitores. Calatayud cree que el
anuncio que lanzó ayer WhatsApp (a través del Twitter de la web WABetaInfo)
de que cerrará el uso a los menores de 16 años es «un brindis al sol para
cubrirse de cara a la galería. No servirá para nada».
Tras el escándalo del uso fraudulento de datos de
Facebook (también dueño de WhatApp), su propietario, Mark Zuckerberg,
estrenó por fin traje y corbata para presentarse ante el Congreso de los
Estados Unidos, pedir perdón y anunciar medidas correctoras. Subir la edad
de uso de los 13 a los 16 años es una de ellas para respetar el nuevo
Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea, que entra en
vigor el próximo 25 de mayo.
Sin embargo, todo son sospechas sobre las verdaderas
intenciones de la gran empresa de mensajería, con más de 20 millones de
usuarios en España (líder europeo). La mayoría de los expertos creen que
sólo busca cubrir los aspectos legales. A día de hoy WhatsApp no realiza
ninguna comprobación de la edad del usuario. Basta con falsificar la firma.
«Otra cosa sería que retirase el permiso si los padres no firman», propone
escéptico el juez Calatayud.
En la misma línea se pronuncia el psicólogo forense
experto en infancia y primer Defensor del Menor, Javier Urra, que recuerda a
los padres españoles que «el Tribunal Supremo ya sentenció no el derecho
sino la obligación de los padres de controlar lo que sus hijos transmiten a
la red». Este especialista reconoce que «el grito desesperado de muchos
padres es '¡ayúdennos!'», pero tienen que saber que «la legislación les hace
responsables de todo lo que puedan hacer sus hijos con menos de 14 años»,
edad hasta la que son inimputables por ningún tribunal.
Hay también una conciencia general de que la medida
de WhatsApp, más allá de que la empresa la aplique de forma real, llega muy
tarde. «Ahora reprimir será muy complejo.
Los chavales ya no están para respetar ninguna línea roja en esta materia»,
se teme José Luis Calvo, portavoz de Pro Derechos del Niño y la Niña (Prodeni),
con 30 años de experiencia en problemática infantil.
El mundo al revés
Aún estando de acuerdo con medidas de este tipo, las
organizaciones de defensa de los derechos de los más jóvenes tienen claro
que se ha perdido la batalla de «la educación y la concienciación». Y eso se
ha amplificado porque «son los menores los
que entran con gran capacidad en el manejo de las redes mientras a los
padres les falta capacidad para seguirles. Los mayores son adiestradores de
experiencias salvo en este campo, que es al revés», lamenta Calvo.
En esta línea, desde la Fundación de Ayuda a Niños y
Adolescentes en Riesgo (Anar) recuerdan a las familias que «además de hablar
con ellos sobre los peligros, es importante que sepan que existen
aplicaciones de control parental muy recomendables para protegerles». Unas
herramientas que valen para el acceso a webs de contenidos perniciosos, pero
no para evitar que un chaval se conecte a un 'whatsapp', aunque no tenga la
edad reglamentaria. «¡Pero si muchas veces, y con apenas 8 años, el móvil es
el regalo estrella de la fiesta de primera comunión!», se queja el juez
Emilio Calatayud.
Los datos del último informe de Anar sobre malas
prácticas en el uso de las nuevas tecnologías advierten del rápido descenso
de la edad a la que se practica el 'ciberbullying' (acoso digital). «Las
víctimas tienen mayor propensión para sufrirlo a través del teléfono móvil
('whatsapp'), entre los 12 y 14 años. A partir de esa edad disminuye la
probabilidad de sufrir este grave problema». Un argumento más para aumentar
la preocupación de los padres, que tendrán que pagar penalmente en caso de
consecuencias graves por el comportamiento no tutelado de sus hijos.
Javier Urra tiene serias dudas de que, a estas
alturas, el endurecimiento de las normas cambie nada. «Subimos la edad de
consumo de alcohol de los 16 a los 18 años. ¿Ha cambiado algo?... Muy poco»,
se responde a sí mismo. Pero sí aprecia que, «aunque sean represivas, las
leyes tienen siempre algo de pedagógico». Y, como recalca el siempre
ejemplarizante juez Calatayud, «un niño es educación y concienciación. Nada
más».
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