16/12/2014
Todos los años se
celebran varias ferias y conferencias sobre videojuegos en las
principales ciudades del planeta. Unos eventos que sirven como
escaparate para que el público general y la prensa especializada
puedan ver y probar de primera mano los lanzamientos de los
principales estudios y editoras del sector.
En esta ocasión
se celebraba la convención de la Video
Gamers United en la capital estadounidense, un evento que no
cuenta con el peso del E3 de Los Angeles o la Gamescom de Colonia,
pero que es capaz de atraer a un gran número de entusiastas de los
videojuegos a sus múltiples presentaciones y entregas de premios.
Lo que no sabían
los asistentes era la que les tenía preparada
Unicef en una de las
conferencias donde se presentaba en exclusiva un nuevo juego:
Elika’s Escape.
Aunque la VGU-con
tuvo lugar durante el mes de Agosto, Unicef no publicó el vídeo en su
canal de
youtube hasta el pasado 11 de Diciembre.
La conferencia comienza con la
aparición del presentador, que con el habitual tono animado y
desenfadado de este tipo de eventos, presenta un avance a modo de
primicia de su nuevo juego, una mezcla de
shooter en primera persona y survival
horror, ambientado en un entorno postapocalíptico. Hasta ese
momento todo parecía perfectamente normal, pero enseguida comenzaron
las sorpresas.
A medida que se desvelaban las
características de un juego que a priori, no parecía nada fuera de lo
común, las caras y los gestos del público asistente fueron cambiando
progresivamente de la alegría a la estupefacción. Y es que en
Elika's Escape el jugador
encarna a una niña de 7 años
que tendrá que luchar por sobrevivir en un lugar devastado por la
guerra.
El argumento del juego comienza
con la madre de Elika muriendo de cólera y con su hermano ejecutado
por un grupo de hombres armados mientras intenta defender a la
pequeña. Tras huir de esa dramática escena con su hermano pequeño
herido tras un disparo en la mejilla, Elika consigue llegar a un
campo de refugiados donde no
hay comida y donde tiene que soportar el hedor de la diarrea que
rebosa el precario sistema de alcantarillado.
Para sobrevivir y que los
medidores de hambre y deshidratación (emulando las típica “barra de
vida” de los juegos) no lleguen a niveles críticos, Erika debe tomar
la difícil decisión de prostituirse y conseguir así el dinero que
necesita para poder alimentar a su hermano pequeño.
Llegados a ese punto, la
presentación fue demasiado para los espectadores, y parte del público
asistente comenzó a abandonar la sala.
Por supuesto, el videojuego
Erika’s Escape no existe como
tal, y todo era parte de una campaña de concienciación sobre la
situación que se vive en Sudán del Sur. Aunque el juego no era real,
el argumento sí está tomado de acontecimientos reales, concretamente
es la historia de Mari Malek
una joven sudanesa que aparece en escena para explicar al público que
su misma historia se está repitiendo y que muchos otros niños están
pasando por ese mismo calvario en estos momentos.
Tras semejante puesta en escena
y con centenares de foros echando humo, las opiniones parecen
mantenerse divididas entre los que apoyan la iniciativa; los
detractores que piensan que no era el lugar ni el momento de poner en
marcha la campaña; y los gamers
ofendidos por utilizar los videojuegos como medio para difundir una
idea que se podía haber contado sin tapujos.
Sea correcta o no la iniciativa,
el mensaje de fondo no puede
ser más potente, y como mínimo resulta chocante que nos indigne un
videojuego con un argumento así de crudo, mientras ignoramos a diario
y con total naturalidad, los hechos reales en los que se basa.
Siempre se pueden
buscar argumentos a favor de cualquier opinión, y aunque se puede
entender que una persona que busca divertirse asistiendo a la
presentación de un videojuego se pueda sentir engañada, o lo
escandaloso que podría resultar un videojuego con semejante trama, no
se debe perder la perspectiva.
Situaciones desesperadas
requieren de medidas desesperadas, y teniendo en cuenta la magnitud
del drama, ni una convención sobre videojuegos debería considerarse un
escenario fuera de contexto para una iniciativa de este tipo. Se
pueden cuestionar las formas, porque al fin y al cabo no parecía el
mejor lugar donde llevar a cabo la campaña, menos aún de forma
encubierta, pero una vez se conocen los motivos tras el “engaño”,
todos deberíamos ser capaces de redirigir rápidamente nuestra
indignación hacia el lugar correcto.