REPORTAJE:
EXTREMISMO RELIGIOSO
Una tribu bajo
sospecha
Diario elpais.com
14/03/2009 Juan Diego Quesada
No escolarizan a sus hijos,
reconocen el castigo corporal como una forma de educarles, según ex miembros, y
rechazan en muchos casos los adelantos médicos. La comunidad de Las Doce
Tribus, que trata de vivir como los cristianos primitivos, se ha asentado en
varias zonas de España
Una tribu bajo sospecha' es un reportaje
del suplemento Domingo del 15 de marzo de 2009
Te manipulan y te lavan el cerebro sintiéndose
que ellos son los elegidos". Es el relato de un ex miembro de Las Doce
Tribus, una organización espiritual que trata de vivir al estilo de los
primeros cristianos. La Biblia es el único libro que pueden leer sus adeptos,
que obedecen a rajatabla la doctrina de Elbert Spriggs, un norteamericano que se
autoproclama apóstol y dice recibir órdenes directas de Yashua (Jesús en
hebreo). Los miembros tienen que abandonar su trabajo y sus pertenencias para
vivir en comunidad, alejados de la "satánica" influencia de la
sociedad. No escolarizan a sus hijos y les acusan de golpear a los pequeños con
una vara de madera.
La Guardia Civil, en un informe, señala
que hay indicios de que Las Doce Tribus son un "grupo de manipulación".
En España tienen comunidades en Irún y San Sebastián (Guipúzcoa), Pravia
(Asturias) y Nerja (Málaga), donde viven actualmente unas 150 personas. En el
mundo cuenta con 3.000 miembros, en sitios tan diversos como Australia,
Argentina y EE UU. "Esta nueva cultura se mantiene pura porque no permite
que entre en ella nada extraño o sucio que pueda contaminarla. Uno debe
abandonarlo todo para formar parte de ella", explican para captar adeptos.
Ellos mismos se definen como un nuevo movimiento que está emergiendo en
distintos puntos del planeta y que llegado el momento, "cuando la comunidad
sea perfecta y pura, Yashua volverá y limpiará la tierra de todo rastro de la
vieja cultura".
La granja de Las Doce Tribus en San
Sebastián se esconde en lo alto del monte Ulía, cerca de un acantilado que da
al mar Cantábrico. Aquí viven unas 30 personas, con familias. Hay desde un
hombre de 40 años al que siempre le ha gustado "vivir en hermandad"
hasta un ex presidiario arrepentido ahora de su vida anterior. La convivencia
está rigurosamente reglamentada. Se levantan al alba, mientras uno de ellos
toca la guitarra y canta de habitación en habitación. La oración y el trabajo
marcan el día a día de los hermanos. Fabrican pan que después venden en una
tienda ecológica que regentan en el centro de la ciudad. Todos adoptan un
nombre hebreo al entrar en la comunidad. Para "evitar tentaciones",
las mujeres no se depilan y visten con ropajes anchos. Ellos llevan barba
poblada y se recogen el pelo en una coleta. Guil, nombre ficticio, de unos 50 años,
es el único soltero de la casa. Asegura que hace pocos años llevaba una vida
frívola. Drogas, sexo y alcohol. Puro rock and roll. Ahora ha cambiado,
ha encontrado "la luz". Simpático y de aspecto bonachón, pone en
duda que el visitante sepa lo que es el amor verdadero. "En realidad es eso
que...", y deja las palabras en el aire. Chasquea los dedos buscando la
definición. No la encuentra. "Cosas de la droga", dice ante un té
caliente. A continuación se sienta Hanock, un joven robusto con mujer y varios
hijos. Él tiene claro que la educación en la comunidad es la mejor que le
pueden dar a los menores. "¿Para qué ir al colegio? Ahí les dicen que el
hombre viene del mono, algo ridículo. O que los homosexuales son gente
normal". Habla tranquilo y con cierto aire poético. A Hanock, también una
identidad ficticia, no le gusta que le digan que pega a sus hijos, sino que
prefiere referirse a este hecho como "una instrucción".
"Sencillamente, no les dejamos a su aire. Los niños cuando nacen son egoístas
y sólo piensan en ellos. No deben tener tiempo para pensar ni fantasear. Se
apodera con facilidad el demonio de ellos", explica Hanock. Los niños, según
el testimonio de los que han convivido con ellos, son azotados con una vara de
madera en las manos o las nalgas por desobedecer a los padres. "¿Y para qué
leer otro libro que no sea la Biblia? No aportan nada a nuestra
convivencia", añade.
A las siete en punto de la tarde se reúnen
en el piso de arriba. Instantes antes de que empiece la minja, la
ceremonia religiosa en honor a Yashua, Guil aún sigue buscando en su cabeza lo
que es el amor, sin éxito. En un pequeño salón, los miembros se colocan en círculo,
adultos y niños. Zacarías, un líder de esta comunidad, empieza a tocar la
guitarra. Unos cuantos entran en el círculo y se dan la mano. Bailan en zigzag.
A continuación, reflexionan sobre lo que han leído ese día en la Biblia o
sencillamente sobre algo que les ha ocurrido. "Esta mañana he sentido
envidia. Sentí algo malo, muy malo. Sentí la llamada del Maligno, pero lo
rechacé", expone una mujer con acento extranjero. Otro relata un versículo
que le agrada. Guil habla. Y por fin da con la tecla: "El amor: es dar la
vida por los demás". Sonríe satisfecho.
La comunidad, que no consta como entidad
religiosa en el registro del Ministerio de Justicia, tiene negocios de venta de
productos naturales, carpintería, imprenta, colocación de sistemas
fotovoltaicos y distribución de sal artesanal del sur de Portugal. También
participan en ferias medievales. Ahí los conoció un ex miembro que prefiere
mantener el anonimato. Apenas tardó una semana en irse a vivir a la casa de San
Sebastián con su mujer y una hija. De eso hace ya siete años. Se bautizó con
su familia en una inmersión en agua, como tienen que hacer los miembros al ser
aceptados. Años después, él se cansó de ser "manipulado". "Ahí
no hay libertad. Te controlan por completo", dice. Ahora no quiere hablar
mucho del asunto, está cansado. Él abandonó la casa con su familia, pero
ellas -su esposa y su hija- volvieron a entrar. Está resignado, ahora que vive
solo y no las ve casi nunca.
Miguel Perlado es el presidente de la
unidad de Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS), una entidad
privada que funciona desde hace 35 años. Ha tratado en muchas ocasiones con ex
miembros de Las Doce Tribus. Opina que lo que les convierte en un grupo de
riesgo es la vida en comunidad que realizan, y así logran que el control del
grupo sea más "férreo" y que el adepto sea "poco accesible para
su familia". "Toda la estructura de la comunidad y su funcionamiento
corresponde a una secta coercitiva", explica. "En los niños, esta
forma de vida crea más problemas. Únicamente tienen un criterio aprendido ahí
dentro. El control de la información es total. Todo es público, el líder
conoce de las experiencias de todos, sus miedos, sus culpas. No se tiende a
respetar la individualidad de la persona", sostiene Perlado. Las charlas en
grupo que tienen los adeptos, donde cuentan sus experiencias día a día, le
parecen "una terapia muy salvaje". "Tienden a darle a todo un
sentido muy culpabilizador. Preocupa mucho la mezcla de niños y adultos en
estas charlas". Perlado también cuenta que el grupo pone mucho énfasis en
contar con mujeres, pues ellas pueden tener descendencia y garantizar la
supervivencia del grupo. De ahí que el conflicto entre parejas que están
dentro surja cuando la mujer quiere quedarse y el hombre salir, como ocurre
frecuentemente.
Éste es el caso de otro antiguo miembro
que tampoco quiere facilitar su nombre para este reportaje, pese a que ha
contado su vivencia en foros de Internet con nombre y apellidos. Es la historia
de una lucha por sacar a su hijo de Las Doce Tribus. A ella entró con su
pareja, a la que iban a llamar Magdalena, con un bebé de ambos y dos hijos de
ella fruto de relaciones anteriores. A los pocos meses de estar dentro, él, que
pide llamarse Naky, se quiso ir. Magdalena se oponía. Hubo denuncias mutuas.
Finalmente, ella accedió. "Entre tus hijos y Yashua ¿a quién elegirías?",
le preguntaron los miembros de Las Doce Tribus a Magdalena cuando dijo que iba a
irse. Y le recordaron el sacrificio de Abraham, su mano blandiendo un puñal
ante el cuello de Isaac, su primogénito. Si eliges a tus hijos es que no sirves
para cuidarles, le soltaron a la mujer, que hacía días que había decidido
abandonar la comunidad junto con sus tres hijos.
Fuera le esperaba Naky. "A los bebés,
cuando lloran, les amordazan y les cogen de los brazos para reducir su
personalidad desde que son muy pequeños. Les pegan desde los seis meses, yo lo
he visto. Es de verdad un lavado de cerebro. No quería que mi hijo fuese un
robot". Y termina: "Eso fue una pesadilla que por fin acabó. Ahora
queremos empezar de cero una vida nueva". La última casa en la que estuvo
Magdalena fue en las afueras de Pravia, ubicada sobre un terreno agrícola de
cinco hectáreas.
El único suceso conocido en esta casa es
la denuncia que presentó en 2006 un vecino que dio pie a la investigación de
la Fiscalía de Menores. El lugareño les acusaba de ser una secta y no tener
escolarizados a los pequeños. En esa época, los servicios sociales de Asturias
realizaron un informe, al que ha tenido acceso este periódico, que explica lo
siguiente: "Los menores conviven con sus padres con un fuerte ideario y una
vida muy mediatizada por la fuerte carga ideológica y religiosa y las normas de
la comunidad. Si bien se valora que las necesidades básicas de los niños están
cubiertas, no apreciándose una situación de riesgo". La Guardia Civil
recomendaba realizar un examen psiquiátrico a los pequeños sin escolarizar. A
continuación, un psicólogo del Instituto de Medicina Legal de Asturias exploró
a los niños y concluyó lo siguiente: "No puede acreditarse que los
menores, recibiendo la educación alternativa que sus padres y entorno social
les dispensan y los valores morales implícitos en dichas enseñanzas, padezcan
ningún tipo de sintomatología o trastorno que pueda atribuirse a ningún tipo
de manipulación". La fiscalía, a la vista de estos informes, archivó el
caso en 2006.
El informe hacía referencia a que Las
Doce Tribus utilizan recursos sanitarios alternativos. Apenas acuden al médico.
En 2001, en Francia fueron condenados dos de sus miembros por la muerte de un niño,
que sufría cardiopatía congénita, al que negaron la medicina moderna. Al
menos en España, algunas familias han empezado a vacunar a sus hijos. La fiscalía,
a la vista de estos informes, archivó el asunto.
El Defensor del Pueblo andaluz, José
Chamizo, abrió también una investigación. Los servicios sociales del
Ayuntamiento de Nerja visitaron la casa de la comunidad y no apreciaron ningún
riesgo para los menores. Un portavoz del Defensor dice que "el no llevarlos
al colegio no supone obligatoriamente un caso de desatención".
Los niños del grupo trabajan con sus
padres en el campo. Las niñas cosen y ayudan a hacer la comida en San Sebastián.
Tampoco van a la escuela. Sus padres prefieren educarlos en casa. El ejemplo es
Spriggs, el líder, que define el razonamiento como "una influencia
demoniaca del alma". "¡Qué suerte tienen los niños!", dice
Guil, el soltero. "Están puros, a diferencia de los que nos hemos criado
fuera". Cree que ellos, "libres de pecado", podrán recibir
inmaculados a su mesías. Un portavoz de la Consejería de Educación del
Gobierno vasco señala que no le consta que en el caserío haya niños sin
escolarizar. "Cuando haya algún tipo de denuncia se actuará",
aclara.
Las cuatro comunidades de Las Doce Tribus
serán sólo una en breve, ya que los dirigentes han acordado vender las tierras
en las que actualmente se encuentran para instalarse a las afueras de Girona. En
otros países, el grupo ha tenido más problemas. Hace tres años fueron
investigados en Francia por una comisión parlamentaria, ante la preocupación
de la escolarización. Los diputados afirmaron que los niños "no eran
capaces de explicar el sentido de lo que leen". El presidente de la comisión
francesa, al visitar la casa, declaró que tuvo la sensación de encontrarse con
"18 Natasha Kampusch", la joven austriaca que fue retenida por un
individuo desde niña en un sótano. En 2004, el Estado de Nueva York sancionó
a dos comunidades por explotación infantil, mientras que en Alemania varios de
sus miembros fueron detenidos por el trato dispensado a los menores.
"Son la secta más destructiva que
hay ahora mismo en España. Se saltan a la torera la Constitución", opina
Juantxo Domínguez, concejal socialista de Pasaia (Guipúzcoa) y presidente de
Redune, la asociación de ámbito estatal para la prevención de la manipulación
sectaria. Desde hace años trabaja con personas que salen de Las Doce Tribus.
Considera al grupo "totalitario y perverso con los menores". Con Domínguez
se puso en contacto un chico extranjero que hace siete años llegó a Valencia
como alumno de Erasmus. Acabó enrolado en el grupo. Se entusiasmó con su modo
de vida sencillo. Lo dejó todo, en contra de la opinión de sus familiares.
Todo le fue bien hasta el día que dijo de irse, donde le esperaba "la
muerte eterna". Le trataron como un judas, cuenta Domínguez. Al verle, sus
padres pensaron que venía de un campo de concentración nazi. Este joven no ha
querido hacer declaraciones porque dice que va a denunciar por manipulación a
la comunidad, aunque su abogada explica que no ha movido el asunto por el
momento.
Tras una sinuosa vereda junto a Río Seco,
en Nerja, un cartel con flores pintadas da la bienvenida a los visitantes. Pero
una vez dentro, los seguidores del apóstol Spriggs se muestran hostiles con los
periodistas. Un hombre fuerte, con acento andaluz y larga melena dice que no
quiere hablar con la prensa. "De aquí hasta allí, nosotros", dice,
mientras señala la cancela que da a la calle. "A partir de ahí,
vosotros".
'Una tribu bajo sospecha' es un
reportaje del suplemento Domingo del 15 de marzo de 2009
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