Los bomberos de Vigo dicen que nunca
vieron algo similar a lo que se acababan de encontrar: cuatro policías
uniformados y un adolescente con las esposas puestas, encerrados en el
ascensor. Allí estaban los cuatro hombres de Harrelson, los valientes
fornidos defensores del orden y la ley atando en corto a un chaval que se
había fugado de un centro de acogida y quería refugiarse en su casa,
alguien, según los propios agentes, que no estaba detenido porque no era
un delincuente y que simplemente lo estaban acompañando al centro de
acogida (¿no suena a chiste de comic?) claro que rodeado y esposado, que
es como tiene que hacer la policía, ahora, cuando acompaña a
alguien, aunque sea un adolescente, cosa que se ha venido generalizando
desde hace una década, niños y niñas borrados en España de la
Convención de la ONU, aunque sea expresamente citada en las resoluciones
administrativas /judiciales para que no se note o para figurar.
Hace quince o veinte años las autoridades sentían cierto pudor a
utilizar la fuerza pública uniformada y menos aun se llevaban esposados a
los niños de protección, y jueces y magistrados se tentaban las togas
antes de adoptar medidas que supusieran uso de la violencia y malos
tratos. ¿O no es acaso un claro ejercicio de malos tratos llevarse
esposado a un niño de protección entre cuatro (iba a decir gorilas)
uniformados?
Desgraciadamente a día de hoy el mundo adulto se toma a chirigota la
Convención de los derechos del niño y da igual que ponga que hay que oírles,
que hay que tenerles en cuenta, que son personas sujetos de derechos, que
debe primar su interés superior... sonando hasta normales noticias como
esta sin que nadie se levante ante la desproporción de una fuerza pública
uniformada contra un pobre chaval al que no le preguntan los motivos de su
fuga, ni le ofrecen para su consuelo llevarle ante alguna autoridad (por
ejemplo, Fiscal) a fin de ser escuchado y mejor protegido.
Estemos convencidos de que si en vez del método represivo se hubiera
echado mano de un par de funcionarios de paisano con ánimo dialogante,
interesándose por el menor, este no se hubiera puesto de los nervios, y
mucho menos nadie tendría que esposarle.Y más aun si al chico le
ofrecieran la oportunidad de acompañarlo ante la autoridad administrativa
o fiscal a expresar sus quejas, denuncias, malestar, motivos, que le
indujeron a huir del centro de protección como alma que lleva el diablo.
Se está perdiendo el pudor, la sensibilidad, la profesionalidad y las
formas, y son tréboles de cuatro hojas difíciles de encontrar jueces,
fiscales, gente de protección de menores, policías y funcionarios que se
comportan como humanos, por lo que tendremos que plantearnos como asunto
político de emergencia la lucha por la vuelta a la racionalidad dado que
son tantos y tales los desmanes que a diario se cometen que hay que volver
a reivindicar la Convención como si todavía no existiera, que es a lo
que la han reducido esos energúmenos de uniforme o no, que la atropellan
con sus decisiones y actuaciones.
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