PUBLICADO EN 2012. LOS CASOS SE INCREMENTAN.
SOCIEDAD
Espacios libres
de niños
Los hoteles y
restaurantes solo para adultos experimentan un polémico auge
La crisis
acelera esta opción minoritaria, que el sector abraza para captar
clientes
Isabel Landa López
21 JUL 2012
Algunos padres eligen hoteles sin niños cuando quieren desconectar. /
GETTY IMAGES (EL PAÍS)
Sin niños
correteando, ni pataletas a la vista. Los baños en la piscina dejan de
ser una gesta entre flotadores y cocodrilos de plástico. Las tronas y
las cunas brillan por su ausencia y hasta la decoración se permite
ciertas licencias. Por otro lado, se diluyen las risas y el jolgorio
infantil. Los hoteles y restaurantes solo para adultos, donde los
menores de 16 años tienen vetada la entrada, van al alza. La crisis
está acelerando una tendencia, minoritaria y no exenta de polémica,
hacia la especialización y un servicio cada vez más personalizado para
el cliente en sus salidas de ocio. Mientras para los empresarios
hosteleros se trata de una forma de diversificar el negocio, para las
asociaciones familiares es una oferta discriminatoria que deja de lado
a los niños.
En España hay 240.000 bares,
16.000 cafeterías, 85.000 restaurantes y 16.000 hoteles. Existen
establecimientos hoteleros para aprender inglés, para entrenamientos
deportivos, para mascotas, restaurantes vegetarianos, locales para
gais y lesbianas, bufés de comida con animación para niños, entre
otros. Vivimos en una sociedad cada vez más segmentada y el cliente es
más exigente lo que obliga a la hostelería a buscar otros enfoques
para captar nuevos clientes en un sector donde hay más oferta que
demanda. “Para nosotros la diferenciación es un elemento de mejora de
la competitividad y de posicionamiento en el mercado. Además, forma
parte de la libertad en la que las empresas enfocan su producto”,
explica Emilio Gallego, secretario general de la Federación Española
de Hostelería y Restauración (FEHR).
Pero no está tan clara la
legalidad de la medida. Algunos expertos citan el artículo 14 de la
Constitución que hace referencia a la no discriminación por razón de
sexo, raza, religión u opinión y creen que la medida es ilegal.
Para Marc Carrillo, catedrático
de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra, sin embargo,
la decisión de un establecimiento de no admitir entre sus usuarios a
menores (principalmente niños) “puede ser acorde con la Constitución,
y por lo tanto, sin que contra ello pueda alegarse discriminación por
razón de edad”. Son tres las razones jurídicas esgrimidas; primero, el
acceso de un menor se produce en un contexto de relaciones privadas.
En este ámbito el alcance del principio de igualdad no es idéntico al
que se produce cuando la relación del ciudadano es con un poder
público; segundo, el derecho de admisión es una consecuencia del
derecho de propiedad y de la libertad de empresa; y en tercer lugar,
la edad es una causa de discriminación prohibida por la Constitución
pero no puede entenderse en términos absolutos. Es decir, la edad no
constituirá discriminación si se justifica una finalidad legítima en
el marco del derecho nacional. “Si un determinado cliente no comparte
unas normas de admisión, tiene la opción de escoger otro local de
características distintas más permisivas con su particular criterio”,
opina Carrillo.
Expertos en turismo coinciden en
señalar que el veto a la entrada de menores en ciertos
establecimientos podría ser un inconveniente si el volumen de
servicios tradicionales fuese reducido. “En España tenemos una oferta
hotelera muy implantada y desarrollada por todo el país con opciones
para todos”, señala Gallego. “Que de 370.000 empresas unas cuantas se
especialicen en un público adulto y prefieran no recibir menores, no
lo veo como un problema porque el número es muy inferior a la oferta
de hoteles especializados en familias”, añade Gallego.
Media docena de cadenas
hoteleras explotan establecimientos bajo esta fórmula, principalmente
en zonas vacacionales o retiradas de los núcleos urbanos. Una de las
pioneras, Viva Hoteles, lleva seis años en esta dirección. Vio en la
especialización para adultos una posibilidad de diversificar un
negocio tradicional. Sin dejar de lado la oferta para las familias,
Viva Hoteles cuenta con dos establecimientos en Mallorca enfocados al
público adulto. “Ofertamos los dos productos, que son complementarios.
Tenemos clientes que vienen primero con sus hijos y luego vuelven
solos. No quieren aguantar a otros niños, porque han dejado a los
suyos en casa”, cuenta Antoni Homar, director comercial de la cadena.
Las empresas del sector
sostienen que hay clientes dispuestos a pagar un precio más elevado a
cambio de disfrutar de espacios solo para adultos. “Se trata de cubrir
un nicho más de mercado, porque el sector de la hostelería tiende a
segmentarse cada vez más”, dice Rafael Serra, presidente de Unión
Catalana de Agencias de Viajes Especializadas (UCAVE).
En el caso del hotel Sandos
Mónaco, en Benidorm, el establecimiento se renovó en 2009 y se
aprovechó la remodelación para dar un nuevo giro al negocio y vetar la
entrada a los menores. “Tuvimos algunos clientes habituales con
familia que se disgustaron y se decepcionaron con el cambio, pero en
general la mayoría lo prefiere como está ahora”, afirma Miguel
Marguineda, responsable de comunicación.
En la asociación de familias
numerosas del País Vasco preocupa que el asunto vaya a más: “No es lo
mismo el veto a un niño en un hotel, que tienes que hacer una reserva
previa, a ir a pie de calle y que te prohíban la entrada de un menor
en una cafetería”, opina su presidenta, Natalia Díez-Caballero. En
cualquier caso, la asociación familiar cree que debería imperar la
responsabilidad y el sentido común de los progenitores ante lugares
exclusivos para determinadas edades o colectivos. Pero se queja de la
poca oferta para familias con más de dos hijos.
La Federación Española de
Hostelería defiende, en todo caso, la legalidad de estos negocios: “No
me parece discriminatorio. Un establecimiento abierto al público no es
lo mismo que un servicio público. Es un establecimiento que puede
tener normas de acceso determinadas o establecer códigos o enfoques
que segmentan la clientela. El derecho de admisión parece
discriminatorio o arbitrario, pero sirve para focalizar o tematizar el
tipo de ambiente y clientela que se reúne en cada uno de los locales”,
opina Emilio Gallego.
Txema Oteo, profesor de Turismo en la Universidad de
Deusto y padre de tres hijos, opina que es razonable la
especialización, dada la oferta variada existente. “La sociedad acepta
algunas segmentaciones y otras no”, critica. “Sin embargo, hay
productos para todos los gustos”. A pesar de que algunos hoteles ya
solo por su apariencia o ubicación invitan a no ir con niños, los
empresarios creen que publicitarlo facilita la elección.
Sin saber que se
alojaban en uno de estos establecimientos, una pareja de Bilbao, de 56
y 54 años, que prefiere no dar sus nombres, se llevó una grata
sorpresa: “Al segundo día nos parecía raro el silencio y la
tranquilidad. Mi mujer y yo estábamos extrañados, pero a la vez
encantados, hasta que nos dijeron que no podían entrar niños”, cuenta.
Padres de dos hijos mayores, este matrimonio cree que algo así se
valora, “sobre todo ahora, cuando se vive casi siempre entre nervios y
crispación y uno busca cierta paz”, opina.
El profesor de Turismo Txema Oteo no cree que esta
tendencia creciente se deba a la educación de los niños, si se
comportan mejor o peor que hace años. Es solo que hay locales en los
que los menores pueden resultar molestos. “Se trata de ver lo que hay
detrás de un negocio: música, ambiente, menaje... Un niño llorando
podría matar al resto de los comensales la experiencia gastronómica”,
opina. El periodista catalán Albert Castillón explica en su blog que
si ningún ser humano debe ser discriminado por sexo, religión o raza,
mucho más cruel es discriminarle por ser niño. “El problema de base es
la educación que hoy reciben nuestros hijos y que depende de nosotros,
no de la escuela”, escribe.
El especialista
en Sociología del Ocio y Psicología del Turismo Albert Llorca asegura
en una entrevista publicada en la revista especializada Hosteltur que
tras el auge de productos turísticos donde están vetados los menores
subyace un trasfondo social. “Obedece en parte a un sistema de valores
y tendencias educativas que no funcionan bien”, asegura este profesor
de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Según algunos expertos, los
niños son educados bajo pautas más permisivas que pueden generar el
rechazo de otras personas.
La asociación de
familias numerosas del País Vasco Hirukide quiso el año pasado poner
el foco de atención en la opinión pública a raíz de una polémica
denuncia interpuesta por una señora que acompañada por su nieto quiso
entrar en una cafetería de Vitoria (Álava), pero le vetaron la entrada
por ir con un niño. “Nos parecía discriminatorio, pero, sobre todo, lo
que sí nos preocupaba era que estos establecimientos proliferaran. Es
como crear un síndrome de fobia y de actitud negativa hacia los padres
y las madres”. Pero, añade, “es su responsabilidad saber retirarse a
tiempo si el comportamiento de los niños es molesto. Tiene que imperar
el sentido común”, opina.
“Está prohibido el derecho de
admisión como hecho discriminatorio, pero si todo el mundo tiene que
cumplir las mismas normas no lo será”, opina el abogado de la
Asociación de Hostelería de Gipuzkoa José Viyella.
Normalidad
GABRIELA FRETES TORRUELLA
La proliferación de
establecimientos turísticos en los que no se admiten menores
parece responder a la especialización de la oferta turística, para
cubrir necesidades e intereses particulares. Estando o no de
acuerdo, podemos preguntarnos: ¿qué particularidades tienen
nuestros ciudadanos más pequeños que molestan a los mayores?
¿Somos intolerantes los adultos ante los niños? La prohibición de
fumar en establecimientos cerrados responde a la protección de la
salud, pero en el caso de la no admisión de niños, ¿cómo se
justifica? Los establecimientos arguyen que así promueven el
descanso y la tranquilidad de los huéspedes.
Un niño no es un adulto en
pequeño formato, sino un ser en construcción que difiere del
adulto en características, intereses y necesidades. Lo más visible
y potencialmente molesto para los adultos es el comportamiento de
los niños cuando este se aleja de la etiqueta social (adulta,
claro). No estoy hablando de problemas graves de conducta, sino de
la normalidad. El bebé se expresará mediante el llanto para
reclamar alimento, afecto... a cualquier hora, lo que puede
molestar a un padre o madre, pero desesperar al huésped de la
habitación colindante. O el preescolar podrá expresar su
descontento con la comida con una rabieta monumental. No es de
extrañar que la convivencia en un mismo espacio conlleve
fricciones, y más entre adultos sin vínculo afectivo con los
menores. Posiblemente, en épocas anteriores la educación
restrictiva aplacaba estas reacciones emocionales naturales.
Algo a tener en cuenta
también es la inadecuación de los espacios para los pequeños. Por
ejemplo, si el hotel no dispone de un lugar de juegos será más
probable que el niño de aburra y moleste, por su capacidad
limitada de canalizar su disconfort. Adecuando el contexto se
evitarían conflictos.
Por otro
lado, el hecho de que parejas de padres deseen “desconectar de los
niños” parece una necesidad cada vez mayor que puede ser cubierta
en un hotel solo para adultos y que quizás esté alimentada por la
estresante vida cotidiana, aunque también por la menor tolerancia
a la dependencia que muestra el niño.
Hay que
conocer más las peculiaridades de los niños, de sus ritmos, para
poder acompañarlos en su crecimiento y respetarlos, a quienes les
interese y en los espacios adecuados.
Gabriela Fretes Torruella es psicóloga y psicopedagoga.