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“Nunca pensé que un acto tan sencillo fuera a dar
la vuelta al mundo y mucho menos que llegara a ser comentado en
redes sociales”, asegura a Verne la policía, sorprendida de que su
decisión se haya convertido en una suerte de símbolo para los
defensores de la lactancia, además de “una hazaña de vida”, como
tituló Caracol. “Para mí no fue ningún sacrificio, creo que
cualquier mujer que ha sido mamá lo hubiera hecho”. Urrea, que aún
sigue en período de lactancia, cuenta que para ella fue como “un
milagro” estar ese día de vacaciones en Tulúa y no en Pereira,
donde reside. “Llevaba unos días de descanso con mi bebé y sin mi
uniforme habitual, pero las cosas pasan y creo que el instinto
maternal, que aún tengo alborotado, me llevó a ayudar sin pensarlo
dos veces”. Por exigencias del protocolo de la policía de
Colombia, Urrea solo podía acudir al lugar vestida con el traje de
patrullera.
Al día siguiente, el bebé abandonado fue
trasladado al Hospital Tomás Uribe de la ciudad. Urrea explica que
intentó volver a darle de comer, “intenté que no se sintiera sola,
quería proporcionarle amor y calor”, pero no pudo. La niña había
estado en contacto con un pozo y contrajo una infección que le
impedía tener contacto con personas ajenas a la institución
médica. “Intenté ayudar más, pero por cuestiones médicas no fue
posible”, aclara.
Cuenta que cuando volvió a su casa, se
quitó el uniforme y se encontró a su hija la vio con otros ojos:
“Uno no piensa que algo como amamantar puede salvar una vida, pero
comprobé que sí”.
La
recién nacida aún recibe atención médica especializada, mientras
las autoridades tratan de dar con el paradero de la madre. De no
aparecer ningún familiar será puesta a disposición del Instituto
de Bienestar Familiar, que es la instancia del Estado encargada de
velar por los menores abandonados y tramitar sus adopciones.