Cuando cuatro arquitectas se
convirtieron en madres su visión sobre los espacios que les rodeaban
cambió y empezaron a plantearse si las ciudades estaban hechas para
los niños. La respuesta fue unánime: no. Comenzaron a compartir sus
inquietudes y a investigar sobre el asunto y nació
Cuartocreciente, una iniciativa que busca a través de talleres,
investigación y proyectos mejorar los
espacios principales en los que socializan los niños y niñas, como son
la casa, la escuela y la ciudad.
“Nuestra experiencia como madres
nos hizo empezar a ver de una forma diferente los parques infantiles
desde nuestra perspectiva como arquitectas”, explica Ana Parejo, una
de las integrantes de Cuartocreciente,junto a Virginia Navarro, Sara
Parrilla y Laura Organvídez. En sus investigaciones comenzaron a ver
cómo las mejores experiencias mezclaban
juego y pedagogía. “Hay edades que se quedan fuera de los
parques infantiles tal y cómo están planteados hoy en día”, señala
Virginia Navarro. Las arquitectas explican cómo estos espacios de
juego del entorno urbano carecen de lugares para los que empiezan a
gatear o para los que con ocho años necesitan espacios amplios para
correr y jugar al pilla pilla, por ejemplo.
Señalan que en los parque
infantiles faltan precisamente elementos
que permitan la experimentación con la que se desarrollan los
niños, como son materiales moldeables como los areneros o elementos de
agua. “El mobiliario actual prima la seguridad que impide que los
niños tomen riesgos y con ello nos estamos perdiendo una parte
importante del desarrollo”, subraya Navarro.
Fomentar el descubrimiento
No existe, dicen, un país que
sea un modelo completo, si bien los países nórdicos tienen más
experiencias en las que fijarse. Describen cómo aquí es habitual
encontrarse con pequeñas colinas en el suelo, que fomentan el
descubrimiento y la experimentación de los que están gateando; troncos
repartidos por el espacio, que como elemento de la naturaleza permite
a los niños convertirlos en lo que se imaginen o una zona lisa en la
que dibujar una rayuela y comenzar un nuevo juego.
Pero también hay ejemplos en
Nueva York, donde existe un parque
infantil sonoro o una asociación del Reino Unido que elabora
mapas de los diferentes tipos estos espacios de juego urbano que hay
en determinadas ciudades. “En sus planos señalan qué es lo que
estimula cada parque, si el movimiento físico, la experimentación o la
expresión corporal porque igual que no damos siempre a nuestros hijos
la misma comida por qué tienen que jugar siempre en los mismos
lugares”, subraya Parejo.
Cómo diseñar y organizar un
patio de colegio
Algunos colegios y ampas de
Sevilla, donde viven y trabajan las arquitectas, están empezando a
mostrar interés por la manera en que los
chavales socializan en el recreo y cómo está diseñado ese espacio de
juego. “Es un lugar únicamente pavimentado que fomenta la
carrera y un solo tipo de juego y varias investigaciones demuestran
que simplemente pintando en el suelo unos recorridos determinados
cambia la forma de jugar”, señala Navarro. “El diseño de los patios es
un vacío en el que se lanza a los niños y normalmente los que juegan
al fútbol se comen al resto”, afirma su socia.
Señalan que siempre hay otras
opciones que pueden tenerse en cuenta. “Si hay suficiente espacio
vamos a dejar determinadas partes que puedan ir modificándose”,
subraya Navarro. Y relata la experiencia en un colegio australiano
donde hay un espacio en el patio donde de forma regular llegan todo
tipo de deshechos para que los niños experimenten y jueguen en el
recreo. “Un día les llevan cajas de cartón, de madera, otro, deshechos
electrónicos y los chavales hacen todo lo que se les pasa por la
imaginación, como montarse un ordenador con una caja de cartón y un
teclado”, explica la arquitecta, quien añade que es una forma de
fomentar la reutilización y otra manera de jugar.
Cuartocreciente
también organiza talleres para niños relacionados con la arquitectura
y que les forme para participar en el
diseño de su ciudad. En uno de ellos, cuentan, cómo los
chavales -alumnos de ocho y nueve años- describían al unísono qué era
una ciudad: un lugar con edificios y coches. La segunda pregunta que
les planteaban era que señalaran qué era para ellos un espacio
público. La mayoría no era capaz de diferenciar entre un centro
comercial y una plaza pública. “Igual que nosotras tuvimos que
formarnos y adquirir conocimientos para realizar nuestros proyectos,
los niños también necesitan aprender para opinar y formarlo en
referencias artísticas les da herramientas y conocimiento para saber y
contar qué ciudad quieren”, subraya Navarro.